sábado, 10 de noviembre de 2018

Intermezzo, instalaciones

Columna de Fernando Villegas: 


Los idos no creen realmente haberse ido. Se consideran en compás de espera. “Volveremos en cuatro años”, dijo un ministro, frase que, según quien sea el oyente, se entiende como una promesa o una amenaza.
El breve revoloteo de la banda tricolor desde el maternal y acogedor pecho progresista hacia el enjuto y plano de la “derecha cavernaria, reaccionaria y retardataria” encarnada por Piñera no significó mucho para la Primera Legataria de la Nación y su Gran Elenco. Como habitantes de un mundo paralelo donde existen pocas razones públicas pero muchas fantasías políticas, no fue, para ellos, ni el epílogo de una derrota ni la inauguración de un exilio ni la consecuencia de una culpa. La única versión que aceptan como causa de su tropiezo es la mala onda de los fachos pobres, la pésima comunicación y el machismo-leninismo que habría acosado “despiadadamente” a la Presidenta. Es una mirada profundamente autocomplaciente donde se mezclan en tumulto la inocencia, la ingenuidad, la porfía, la ignorancia y el oportunismo. Es lo que les permite creer que su legado es inmenso y su salida de La Moneda sólo un transitorio hipo. Por eso era innecesario ir muy lejos en el ejercicio de purificación y penitencia llamado “autocrítica”, del cual se olvidaron en una semana.

“Volveremos…”

Hay más: los idos no creen realmente haberse ido. Se consideran en compás de espera. “Volveremos en cuatro años” dijo un ministro, frase que según quien sea el oyente se entiende como una promesa o una amenaza. Para ellos la derrota en las urnas fue una anomalía. A su programa no lo consideran muerto sino vivo, no fugaz sino imperecedero, absoluto, inmejorable e intangible; por eso siguieron gobernando “hasta el último día” en La Moneda y pretenden seguir haciéndolo fuera de ella por medio de una penadura política administrada desde el Más Allá, esto es, desde pitutos en organizaciones internacionales u ONG progres.

La primera manifestación del uso de esta tabla ouija del progresismo fueron los proyectos legislativos enviados en la hora 25, suerte de torpedos dirigidos a un blanco que navega mucho más lejos de dicho “último día”. El plan es seguir vigentes con iniciativas legales, pataletas valóricas y defensas del legado que deberán discutirse en el nuevo gobierno como si fuera el antiguo. En vez de usar ese tiempo con sus propios proyectos, se pretende que el Presidente Piñera caiga en la misma situación que experimentó en su primer mandato, cuando debió ocuparse más de reconstruir el país que de construir su agenda originaria. Con esa injerencia de ultratumba la ex Presidenta y su círculo rehabilitan y resucitan la estrategia que, se dice, inspiró a Jaime Guzmán con su Constitución. Guzmán habría calculado que con ella aun el adversario se vería constreñido a ejercer su poder dentro de cierto marco jurídico; en este caso se pretende que “la derecha” se vea compelida a gobernar dentro de cierto marco político. En resumen, para la NM y la señora Bachelet el gobierno de Piñera será -o esperan que sea- sólo un “intermezzo”. Para eso cuentan con el Congreso, con al menos 100 mil combatientes instalados dentro de la administración pública para defender el “legado”, con los “movimientos sociales”, en especial los estudiantes, siempre tan útiles, con los gremios digitados por el PC, con los efectos del descalabro institucional y financiero y sobre todo cuentan con el estado anímico y los “valores” que dejaron instalados.

Instalaciones

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Los “temas instalados” de los que los idos a medias se jactan como obra de gran mérito son las trabas más dificultosas con las que tendrá que lidiar el nuevo gobierno. Se trata de posturas incrustadas en la mente popular como verdades de a puño, axiomáticas e incontestables. La sensación predominante es que si se instalaron es porque son buenas, aunque dicha transferencia automática de valor desde la cantidad a la calidad es una falacia. ¡Cuántos errores y monstruosidades no han estado instalados en la conciencia colectiva y cuántos crímenes no se han cometido a base de ellos! Por miles de años lo estuvo la idea de que la Tierra era plana y hoy, 2018, millones de fieles tienen instalada la idea de que su fe les exige obligar a las mujeres a cubrirse de pies a cabeza. Hay miles de “instalaciones” por el estilo. Casi podría decirse que la entera cultura políticamente correcta de cualquier momento de la historia es un tinglado de ridículas instalaciones dando lugar, por esa razón, a una narrativa de crímenes, miserias y locuras. Por eso digo: ¡Líbranos Señor de las instalaciones! Toda idea o sentimiento “instalado” es obsoleto precisamente porque estando instalado resiste porfiadamente el raciocinio, la lógica y la evidencia empírica, mientras lo recién instalado suele ser erróneo porque se instaló acomodándose a los discretos poderes mentales de doña Juanita. Instalada o no instalada, de ayer o de hoy, toda idea debiera resistir el análisis de la razón. Su edad no viene a cuento.

La lista

¿Con qué instalaciones se topará el actual gobierno? Con la de que el “lucro” es pecado mortal en varios ámbitos y al menos sospechoso en los demás, con la creencia de que el tema de la identidad de género es de gran trascendencia para el país, con la popular idea de que la gratuidad es un derecho exigible en cada vez más áreas, con la de que los empresarios son casi todos una turba de ladrones y/o explotadores y con la increíble memez de que ser un país “acogedor” significa dejar entrar a cualquiera, en masa, sin “discriminación”. Agréguese la grandiosa idea geopolítica de que los extremistas mapuches son combatientes de una causa justa.

Ante esa máquina de instalaciones el gobierno tal vez adoptará la estrategia de dejar avanzar las iniciativas que, por ser “valóricas”, no afectan el funcionamiento y fundamento del país, el cual radica en el orden institucional, territorial y económico. Si mañana alguien podrá firmar Eugenia en vez de Eugenio eso no afectará el IPC, el PGB ni el funcionamiento de las policías, la salud, RR.EE., etc. Para ser francos, esa clase de temas interesa sólo al 0,01% de los chilenos y a la infatigable barra de los escolares progresistas, a nadie más. Es con dicha anuencia a regañadientes pero disfrazada tras una amorosa sonrisa de modernismo -para eso está Evópoli- que se intentará aminorar o embotar la resistencia opuesta a los ajustes en los campos vitales.

¿Cuáles “instalaciones” tienen un atisbo de buen sentido y merecen su condición de tal, al menos por ahora? Imposible saberlo sin un examen lógico y empírico que ni promotores ni detractores han acometido en serio o por el tiempo suficiente. En el tema de la identidad de género, por ejemplo, muchos artículos científicos -pueden encontrarse en Google- sugieren su carácter de mero artefacto ideológico. ¿Es eso decisivo? Tampoco. Puede haber otros que digan lo contrario. Además también debe evaluarse el peso relativo de lo que piense la ciencia respecto de lo que sienta la ciudadanía. Pero este tema, como los demás, nunca pasó por una revisión de esa clase. Rato ya que todos se convirtieron en movimientos, en eslóganes, en pasión y a menudo en pura y simple imbecilidad. Se convirtieron en “instalación”.

La historia

No vale la pena reprocharle eso a nadie. Así es como siempre se ha movido la historia. La humanidad entra y sale de eras ideológicas masivas y dominantes no por la fuerza de la razón sino por el empuje de las pasiones y de intereses envueltos en feroz gritadera y piadosa palabrería. El proceso entraña absurdas demoliciones, grotescos errores, enormes costos humanos y algunos aislados aciertos. Sobre estos últimos se construye hasta la próxima entusiasta demolición y penosa reconstrucción. Encarar esta necesidad es el papel al que se resignan los grandes políticos. Consultado una vez sobre su agenda, el gran canciller de hierro Otto von Bismarck afirmó que no tenía ninguna; su estrategia era maniobrar lo mejor posible dentro y sobre la ola que de todos modos sobrevenía para así disminuir los costos y aumentar los beneficios. Algo parecido pensaba Hegel cuando afirmó que no había nada más tonto que pretender darle lecciones a la historia. Está por verse cuántos grados de bismarckismo y/o hegelianismo hay en la mente de Piñera.R

Las Furias


Nuestras Furias anhelan reventar a Piñera, desfigurarlo con la maledicencia, paralizarlo con la calle, detenerlo con movilizaciones, sabotearlo desde el Estado y hundirlo en el Congreso, pero se hará con tiento, para que nadie vaya a pensar que se está en contra de acuerdos potencialmente favorables para el país.
Cronos cortó los testículos a su padre Urano y la sangre del dios cayó sobre la madre tierra y así nacieron las Furias, terribles criaturas cuya función es castigar a los perpetradores de crímenes no expiados en el mundo de los mortales, restableciendo así el orden perdido. Se llaman Tisifone, Alecto y Megera y tienen cabeza de perro, alas de vampiro y en vez de cabellos peinan serpientes. Revolotean dando gritos a la caza de los infractores.
Esas son las Furias de la mitología griega; las de la mitología chilena, en cambio, acaban de nacer de la amputación de los testículos políticos de quienes recientemente gozaban de autoridad y privilegios, cargos, bonos, directorios, asesorías, presidencias, jefaturas y viajes surtidos; en breve, retozaban en el exquisito deleite de la vanidad, arrogancia y prepotencia que inevitablemente trae consigo el ejercicio del poder cuando lo ejercen almas de mediano calado para abajo, siempre la inmensa mayoría.
El “orden perdido” que hoy intentan restablecer es el de su régimen y su programa. Sobre esa base consideran criminales a todos quienes pretendan desarticular su desastroso esquema y en dicha calidad los persiguen -también dando gritos- en las redes, en las calles, universidades, asambleas y en todo lugar donde se les encuentre para sancionarlos escupiéndolos, pateándolos o con cualesquiera medios que los “combatientes” encuentren a mano y ojalá con todos a la vez.

La patota de energúmenos -estudiantes notoriamente ansiosos, como se vio, por la “calidad” de sus patadas- que atacó al ex candidato presidencial Kast no ha sido sino una de las tantas manifestaciones de las Furias criollas; otra es la de los jurisconsultos (as) y filósofos (as) del PC y algunos (as) del FA que justifican y hasta condonan el ataque sobre la base de una “incitación a la violencia” que habría perpetrado Kast; las Furias también se manifiestan en el anunciado rechazo de todo lo que proponga el gobierno por sensato que sea, como ocurre con la Ley Antiterrorista, la cual, amén de haber sido rara vez invocada por los idos, presenta tales falencias que en la práctica, tal como está, no cumple ningún propósito. De ahí el afán del actual gobierno por darle algún músculo para que sirva de algo. Nada más razonable, pero en el acto aparecieron las Furias catalogando dicho intento como “una estigmatización del pueblo mapuche”. Las Furias se aprestan a oponerse a todo, a sabotearlo todo. Nunca descansan, nunca se apaciguan.

El origen

¿De qué oscuros fondos surge esta ira perpetua, el afán por demoler y la postura de puños en alto y ojos desorbitados siempre presentes en el espíritu “progresista” criollo, ya sea que gobierne o esté en la oposición? Viene, dicen ellos, de su horror por las injusticias, pero podría tratarse sólo de una especiosa elaboración verbal; normalmente la única “injusticia“ que moviliza a los humanos es la sensación intolerable de que no se ha hecho justicia a sus maravillosas personas, a sus muchos méritos y a sus fantásticas ideas. De ahí posiblemente viene el furor chirriante con que el benemérito Gutiérrez, denunciador y filtrador vitalicio, motejó a los votantes de Piñera de “fachos pobres”
Es, simplemente, mezquina rabia personal camuflada como afán por establecer el Cielo aquí en la Tierra. Sus raíces son múltiples: el resentimiento derivado de las derrotas colectivas de la tribu, ideología, secta o club al que se pertenece, el causado por fracasos personales y la antipática sensación de no ir a ninguna parte o llegar sólo penúltimo a la meta. De esa reiterativa cópula entre derrota general y menoscabo personal nace la frustración, criatura contrahecha de la cual a su vez proviene el feo nieto, esa inextinguible y devoradora furia difícil de reprimir y nada fácil de disimular.

Hay en este mundo quienes se tragan dicha ira mientras otros, más emprendedores, la interpretan como santa indignación y hasta alardean de ella como si fuera una virtud. Son quienes han oportunamente encaramado su resentimiento en el ómnibus de la doctrina y el discurso, hallando así un medio de anestesiar su tormento creyendo que lo evacuan conforme a la ley, legítimamente, incluso admirablemente. De ese modo malas experiencias políticas, profesionales o estudiantiles se convierten en agresión a terceros, pero sólo por “amor a la justicia”, tal como en tiempos pasados se justificaba como ”cumpliendo la voluntad de Dios”. A veces las furias son de segunda o tercera mano. Sucede cuando en la niñez se recibe un gran “legado” familiar consistente en el catálogo de quebrantos de todo orden sufridos por el tío, el padre, madre o abuelo y cuyos gloriosos vía crucis son relatados generación tras generación. Se suma a eso la certeza o siquiera la sospecha, a duras penas reprimidas, de ser uno insignificante o mediocre en todo lo que se hace, lo cual agrega al ya denso caldo un deseo perpetuo por “emparejar la cancha”, cosa propia de quienes suelen perder en todas las canchas. Para saldar tantas y tan graves cuentas estas criaturas adoloridas están dispuestas a usar los medios que sean necesarios, ya sea la cantinflada retórica, la promesa desorbitada, la sacada de patines, la demolición de las instituciones, la manipulación y exacerbación de la rabia propia y ajena y finalmente, como ansiado plato de fondo, el recurso a la violencia física.

La “incitación” de Kast

Como la violencia política carece de buena prensa, se la justifica con la expresión de que “hubo un incentivo”. Con eso la víctima es convertida en el pecador que merece su castigo, mientras el agresor pasa a la condición de admirable combatiente por los derechos humanos. En el caso de Kast su pecado fue acudir a un recinto universitario al cual había sido invitado. Como no alcanzó a decir nada, el incentivo deben haber sido palabras dichas en alguna otra ocasión y que no les gustan a esos bravos luchadores sociales. En el fondo el incentivo consiste en que Kast siga respirando al aire libre en vez de permanecer encerrado en su casa, oculto, invisible, único modo de no irritar a nadie. Es un incentivo a la violencia el sólo hecho de que Kast exista.

¡Qué delicado cutis el de quienes resultan tan rápida y fácilmente incentivados! Pero a no asombrarse: es una delicadeza de piel y brutal elementalidad de espíritu que constituye las más abundante variedad de la zoología humana, en especial en tiempos cuando una confesión ideológica o religiosa ha ganado predominio y atrae a innumerables perdedores con su promesa de permitirles cobrar venganza bajo el alero de hacer justicia. En esas ocasiones los fieles surgen y se reproducen tal como el mosquito transmisor de la malaria cunde en las regiones pantanosas. Entonces es cuando se abre la temporada de “pisoteen a los heréticos, porque nos incentivan”.

Insidias

De las Furias hay muchas otras variantes. Están los enojados que mantienen rostros impávidos y compuestos, como Carlos Montes; hay otros que esbozan un aire ladino y una sonrisita perpetua, como Guillier; existen los con sangre de horchata esperando con paciencia que se enfríe el plato de la venganza, como Teillier y su tribu; hay algunos (as) que incluso esconden su resentimiento tras un semblante amoroso. Estos (as) últimos (as) gustan asestar el golpe de sorpresa, en emboscada.
La Furias son versátiles, astutas; saben golpear cuando se puede y saben esperar cuando se debe. No es cosa de mostrar tanto la mano por ahora. Los fachos pobres son siempre recuperables, pero no hay que asustarlos de nuevo. Nuestras Furias anhelan reventar a Piñera, desfigurarlo con la maledicencia, paralizarlo con la calle, detenerlo con movilizaciones, sabotearlo desde el Estado y hundirlo en el Congreso, pero se hará con tiento para que nadie vaya a pensar que se está en contra de acuerdos potencialmente favorables para el país. Están entonces al acecho y son cautelosos porque esta vez el equivalente a la golpiza de Kast hay que asegurarse de propinarla a matar. Con tiento esperan, aunque no en paz. Las Furias sólo estarán en paz cuando les devuelvan los testículos amputados.

Comisiones

02 DE ABRIL DE 2018/SANTIAGO EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, SEBASTIAN PIÑERA REALIZA UN PUNTO DE PRENSA AL TERMINO DE LA REUNIÓN DE COMISIÓN DE INFANCIA IMPULSADA POR EL GOBIERNO, EN EL PALACIO DE LA MONEDA. FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO


 SAB 14 ABR 2018 |  03:07 PM

Hay quienes acusan al gobierno de montar una insidiosa maniobra para dividirlos, aunque son los propios políticos quienes se dividieron entre los que decidieron ir y los que no.
Vivimos tiempos de surrealismo político; gobiernos idos hacen demandas programáticas como si aún gobernaran mientras partidarios del gobierno en vigencia se obstinan en discutir “temas valóricos” como si ya no importara agitar las aguas porque dejaron de gobernar. Pero, con todo, difícil imaginar el que acudir o no a mesas de trabajo convocadas por el gobierno pudiera desatar reacciones como las vistas. Demuestran que los políticos no están para resolver los problemas “de la gente”, sino para resolver SUS problemas. Y estos se reducen a lo que un dirigente nos explicó en 1969 con una frase digna de El Príncipe, de Macchiavelo: “Los temas del momento no importan; lo que importa ahora es resolver “la cuestión del poder”. Los problemas se resolverían, dijo, “más adelante”.

¿Cuándo llega “más adelante”? Nunca. Tras una elección ganada o perdida de inmediato aparece en el horizonte otra por ganar o perder. El problema del poder no se resuelve ni aun cuando impera un déspota absoluto. Como mínimo ha de resolver el tema de la sucesión, el del apoyo de la oligarquía, el tema del enemigo externo, el de la lealtad o disidencia de las Fuerzas Armadas, etc. Es “la cuestión del poder”.

Debates…

En Chile innumerables proyectos han dormido en un cajón porque eran del adversario y entonces se dirimía una “cuestión del poder”. Nunca se considera qué efectos positivos puedan tener para el país, sino qué efectos negativos podrían tener para adquirir o perder poder. En política casi todo se evalúa a base de intereses egoístas, oportunismo, ambición, resentimiento y deshonestidad moral e intelectual.

Naturalmente los protagonistas de esas bajezas intentan camuflarlo enarbolando grandes principios. Respecto de las mesas nos dicen que el lugar para debatir no es La Moneda sino el Congreso, pero, ¿de qué debate están hablando? Un solitario puñado de congresales intercambiando tuiters mientras alguien le hace un discurso a la pared no es un buen ejemplo de debate. Tampoco lo es la discusión en comisiones porque se celebren en recintos más pequeños. La ausencia de debate trae incluso el efecto vergonzoso de que muchos parlamentarios no tengan idea qué votaron. El vacío también se hace notorio en la por general defectuosa redacción de los proyectos, a veces corregidos con anexos no menos inanes. Ese es el gran “debate” que se pretexta para resistirse a acudir a La Moneda.

También se ha dicho que esas mesas de trabajo son un ataque a la democracia, afirmación de un surrealismo que hubiera asombrado a Salvador Dalí. ¿Cómo un intercambio de opiniones podría ser antidemocrático? Tal carencia de lógica y tanto desparpajo no acredita las virtudes de polemistas de los señores congresales.

Finalmente hay quienes acusan al gobierno de montar una insidiosa maniobra para dividirlos, aunque son los propios políticos quienes se dividieron entre los que decidieron ir y los que no. No se les ocurrió que asistiendo en masa habrían aparecido en una situación de coexistencia y vigencia política con el gobierno, falta de tino señalando que la renuencia a ir la inspiran cálculos fallidos e incomprensión total del momento psicológico que vive Chile. Se suma a eso el reflejo condicionado de acomodarse en el bus de siempre en viaje hacia el paraderos de siempre con los camaradas, dirigentes y “tribunales supremos” de siempre. Fue en esa postura de viajero con mucho millaje que vimos a Insulza. Apodado “el Pánzer” pese a no haber nunca protagonizado un ataque frontal contra nada, Insulza suele privilegiar su comodidad personal y política, amar la cautela y detestar el conflicto. Muy razonable a su edad. Estamos contigo, José Miguel. Quien se ha pasado la vida dentro de cierta cultura no va a venir hoy, al borde de la pensión y el retiro, a arrojarla por la borda.

Excepciones

Ha habido excepciones como Carolina Goic, Gabriel Boric, Sharp, Burgos, Matías Walker y unos pocos más. Sus razones para acudir son distintas, pero su coraje es el mismo. Son la excepción que confirma la regla. Pero, ¿cuál regla? No la de la disciplina exigiendo una elevada norma de conducta aun inexistente, sino la que refleja lo que siempre ha existido, la regla estadística de lo esperable por ser mediocre, de lo previsible por ser lo chanta, en breve, la “cuestión del poder”. La regla de la cobardía política, laxitud mental y rencor parido. Véase la descripción de Crane Brinton en su Anatomy of Revolution. Disponible en Amazon.

Para Soledad…(Alvear)


Como resultado de una entrevista en LT (La Tercera) donde Soledad Alvear dijo que era necesario una nueva mirada -humanista cristiana, cómo no- capaz de hacerse cargo del “exacerbado individualismo ” de la época. Como es un enigma. 
En efecto, ¿cuál es el exacerbado individualismo de nuestra época ? Nunca se había visto como ahora. La identificación del ciudadano con el catálogo de comportamientos generales que Ortega y Gasset se describe en su Rebelión de las Masas. Las apariencias engañan; no porque tantos ciudadanos vivan, manipulando sus iPhones e inmersos en otras formas de aislamiento social estamos encarando a exacerbados individualistas; al contrario, son tan solo miembros de una muchedumbre como quienes desfilaban por el Führer en 1934.
Es, la de hoy, una masa atomizada en su manifestación física, pero no menos masa. Esas posturas solitarias, autistas, son engañosas; no manifiestan la creación y preservación de una autonomía personal, sino también las condiciones urbanas y tecnológicas que nos separan del Otro. En su interioridad, este presunto individualista es parte de una tribu congregada a base de más mínimo común denominador. Si un nuevo humanismo ha de hacerse cargo de algo es precisamente de eso.
Habría también que ocupar de otro rasgo de estas muchedumbres disfrazadas de individualismo; es el sentimiento elemental ya menudo letal que el poeta WB Yeats describe como "apasionada intensidad" . Se refiere a quienes se asocian fanáticamente a devocionarios y "narrativas" porque son ellos, estos apasionados se convierten en una historia de la vida humana. Ojo, Soledad, con los santurrones, deseos de ir en piño a la Tierra de Nunca Jamás. Pretenden demolerlo and reconstruirlo all and in a love of the love to the to the end of the descreídos.
 Avanzar en fila siguiendo la utopía del momento y el fracaso que se basa en el mantenimiento de las utopías, luego, en el deseo de encontrar a los culpables del fiasco, al igual que las palabras que el prójimo usa y el tono con que dijo. Ejemplo: una niña del credo feminista nos advirtió que era desdoroso hablar de “poetisas” ; Hay que decir " la poeta". Lo nuestra era un acto machista. Así es: hasta en sus suspiros se busca a los heréticos, vivos o muertos.

Los individualistas

En los individualistas que predomina, Soledad, no es la exacerbación sino el escepticismo. Benditos sean por eso porque quienes carecen de convicciones carecen también de motivos para imponerle nada a nadie. Siempre es posible tratar y acordar con quien no hay ilusiones megalómanas en relación con su raza o cultura, duda de toda idea universal que convoque a gran marcha y no mira obsesivamente ni el pasado ni el futuro. En su relación con el prójimo gente solo busca un marco de convivencia civilizado. Busca a otro ciudadano, no a un “correligionario ”. 
Aspira a crear un espacio común donde la libertad individual -la única que realmente existe- dentro de límites consensuados. El carente de convicciones tiene, a lo más, una sola vez, que no tiene una base para que usted tenga conocimiento de la verdad y ningún derecho a obligar a nadie a seguirla ni a creyera poseer; solo quiere cooperar en lo que importa a la seguridad y la prosperidad de todos y respetar y ser respetado.

Los majaderos

Entonces preocúpese, Soledad, no del “individualista exacerbado” sino del intoxicado por la “ intensa pasión” . Desde ya oramos para que en su futuro no haya ninguno de estos últimos. Hay más que suficientes.

Desconocido de quien desprecia los sencillos arreglos de la vida cotidiana, las instituciones, las modificaciones, el léxico y el camino a los pobres de turno. Recuérdelo: los majaderos que imaginan haber nacido para salvar la galaxia ni siquiera son capaces de salvar su partido. 
Cargando utopías tropiezan a cada paso con la realidad ya que no se acumulan experiencia y sabiduría, sino solo frustración. De ahí viene la violencia que por ahora solo se ha tomado la forma de las estadísticas en la patota, pero sus perpetradores también se han convertido en la aniquilación de los infieles. El terrorista islámico es solo un caso extremo del mal. Respuestas de resentimiento, los intensos apasionados de la vida humana.

La Guerra de las Falacias


Hace unos días ocurrieron dos hechos curiosos. Uno es significativo del grado de cambio de los últimos tiempos aunque solo sea anecdótico, mientras el otro es significativo de en qué han cambiado los tiempos aunque solo sea una farsa. El primero se produjo porque el ministro del Trabajo tuvo la mala idea de viajar en Metro. Tal vez imaginaba que el servicio era todavía como el de hace 10 años o más, impecable y civilizado. Grave error. El Metro se convirtió en otro espacio público donde la urbanidad fue desplazada por un clima de agresión y flaiterío arrogándose el carácter de expresiones de “arte popular” y/o “empoderamiento ciudadano”.
 Por eso no bien entró al vagón una señora o señorita se le fue encima para enrostrarlo con las obras completas del “cahier de doleànces” del progresismo, lectura a gritos que contó con la debida barra brava y abarcó desde el capítulo de la inequidad hasta el del lucro. ¿Cómo se le ocurría al ministro subirse al Metro sin haber resuelto eso todavía?

El segundo fue la declaración de la ciudadana Bachelet de que era necesario luchar “contra el lado oscuro de la fuerza”. Así es como rebautizó a “la derecha”. Es posible que esta variación semántica a la Spielberg sea lo más valioso de su legado

¿Qué hay de común entre esta arenga galáctica y la chirriante interpelación en el Metro? ¿Qué terreno comparten ambas con la prédica de tantos plumarios, incluyendo el a cargo de conceder las debidas autorizaciones para poder uno considerarse “auténtico liberal”? ¿Qué los une a la pululante horda de Justicieros de la Tele? ¿Qué los hermana a las griterías callejeras?

Los une, reúne y hermana el espíritu de los tiempos.

Espíritu de los tiempos

Cada lapso histórico tiene el suyo. En alemán suena apocalíptico, “weltanschauung”, aunque normalmente la mediocridad imperante no hace justicia a tan bombástico término. A veces es aburguesado y los hay revolucionarios al gusto de un columnista que acaba de cacarear sobre “la épica del pueblo francés” pese a reconocer “unas cuantas” -eso cree- cabezas cortadas de más. A propósito de Francia, cuando dicho espíritu está en mala onda se habla allí de “malaise”.

El nuestro es muy peculiar. Desprovisto de acción, está repleto de dicción. Se promete, se firma, se rebautiza, se miente y se predica, pero casi no se actúa. Es el espíritu de un universo fallido en el cual el Verbo no cesa de cantinflear, pero jamás pronuncia el “Fiat” y no crea Nada. La palabra, en Chile, no precede y anuncia sino sustituye y posterga la acción. Por eso vivimos en la Tierra Prometida de las Falacias, esto es, de la ficción, la falsedad y el fraude. A eso suele acompañarlo la dosis de palabrería pretenciosa y eminentemente estéril que provee el academicismo progre.

No es casual. La falacia es el corazón mismo tanto de la cultura latinoamericana como del progresismo-izquierdismo-populismo, su ya muy viejo y pasmado fruto. Este último pretende cambiar la realidad con buenos deseos e invocaciones, para luego, al fracasar, convertir los buenos deseos en resentimiento y las invocaciones en mezquina malicia. De vez en cuando aparece una nueva generación a sacar de su tumba el impulso “por los cambios”, pero de inmediato el transitorio y tambaleante Lázaro se desploma en el lecho terminal de costumbre.

La princesa Leia

Ha habido cambios, es cierto. Uno incluso es dramático: la tradicional visión prospectiva de la izquierda se convirtió en nostálgica retrospectiva, en algo parecido a la obsoleta filmografía que suelen ofrecer en los ciclos de cine-arte. Oír hoy a sus paladines es como escuchar los parlamentos de Humphrey Bogart en Casablanca. Paradójicamente era en el pasado cuando los Aniceto Rodríguez nos alegraban el día con el futuro, sitio maravilloso donde caben todas las esperanzas. En el Paraíso Comunista al menos los patos volarían asados al alcance de la mano, pero hoy sus descendientes prefieren amargarnos la pepa con relatos de martirologios y lagrimosas exposiciones en el Museo de la Memoria. En otros períodos de hervor revolucionario hemos visto ya climas igualmente insensatos, pero sus militancias miraban hacia el porvenir y sus puntos de referencia parecían sustantivos, como el 69 en París y su rebelión estudiantil, la aun fresca Revolución Cubana y la “heroica lucha del pueblo vietnamita contra el imperialismo norteamericano”. Hoy, ¿cuáles son los referentes que nos brindan?
No los hay. De ahí las falacias, los números tergiversados “a la Eyzaguirre”, la nueva princesa Leia desenvainando reluciente espada para combatir la fuerza oscura y quizás próximamente las prédicas del Cristo del Elqui. Como el vendedor callejero de otrora que disimulaba la total inutilidad de paila para freír rosquillas con el anuncio de que mostraría una culebra, hoy el progresismo y su princesa acaban de poner a Hollywood al servicio de la causa. Hágase la luz…

Democracia a la orden


Guillermo Teillier y el PC no dudaron en apoyar el triunfo de la paz en la controvertida elección de Maduro, aunque no está clara cuál es la paz de la que hablan los adherentes a la revolución bolivariana.
La ejemplar victoria electoral de Maduro -un ejemplo de democracia “a la orden”- no suscitó aplausos ni siquiera en el seno de la izquierda, menos en el gobierno y “la derecha”, donde las quejas de siempre aumentaron como nunca. Aun así hay próceres que se rehúsan a hablar de dictadura y prefieren el vocablo “crisis”, el cual suena a cosa impersonal caída del cielo; eso les parece menos dañino para sus ideales que reconocer en Venezuela una víctima más de todo lo que inspira la colosal idiocia de un catecismo insubsanable. De todos modos, como no le pueden dejar pasar todo a Maduro, se enfrentan a una antinomia que no ha podido resolver ni siquiera con su imaginativa lógica cabeza para abajo y patas para arriba. Para callado reconocen que Maduro no transita la “vía correcta”, pero lo consideran apuntando a la meta debida, el socialismo bolivariano, sea eso lo que sea signifique en el rico diccionario del progresismo. Después de todo es en fantasear y cantinflear donde radica la fuerza de la izquierda; de ahí que fuera capaz de avalar todo lo hecho y mal hecho durante el camerino Bachelet invocando “movimientos sociales” que solo existen en el discurso. Lo de Maduro les plantea un problema mucho más arduo y de hecho insoluble.

En el fondo a los concesionarios vitalicios del progreso las pilatunadas de Maduro les importan poco. Lo que vale es “la cuestión del poder” y el preguntarse en qué consiste la democracia chavista, “el faro de Latinoamérica”, resulta válido solo si el interrogador se mueve en el terreno de la “democracia y/o la ciencia social burguesa”. En los territorios de la democracia socialista, democracia popular, democracia bolivariana y democracia cubana esas preguntas carecen de sentido. Suponen, nos informan los enterados, una “sociedad de clases” hipnotizada con el camelo de las elecciones, de candidatos de distintas posturas y de una voluntad popular entendida como la suma de los ciudadanos con derecho a voto. Si aun así el triunfo de Maduro les suscita incomodidad es porque si bien las izquierdas desprecian las concepciones democráticas clásicas, de todos modos las necesitan para darle una apariencia de legitimidad a la suya, a “su” democracia, a la socialista bolivariana o socialista a secas; las requieren para disfrazar con un envoltorio popular la opresión ideológica, ineficacia, ruina y violencia de sus regímenes. Necesitan arroparse con el crédito que brindan esas despreciables concepciones capitalistas. Stalin, “genio creador del marxismo” según balbuceaban sus aterrados camaradas, no vaciló en resucitar el anticuado concepto de “defender la madre patria” cuando la Wehrmacht amenazaba, en 1941, con aniquilar su régimen. Maduro no aprendió la lección.

Teillier

A diferencia de sus compañeros de ruta, Guillermo Teillier no se pierde en enredos. Sin vacilar dijo que “en Venezuela ganó la paz por sobre la confrontación que impulsa el imperio y decidió el pueblo soberano con su voto y su conciencia”. No está claro qué paz es esa que habría vencido y qué soberanía tiene el pueblo que aún vive en Venezuela, el cual se abstuvo masivamente, sin contar los cuatro millones que han emigrado y difícilmente hubieran votado por Maduro. Al régimen lo apoya solo una fracción de la masa que votó, la cual es una fracción de la masa total de votantes, que a su vez es hoy una fracción de la población venezolana original, pero, ¿qué importa? Ganó la paz.

No es que Teillier sea un bromista. Para que el país sepa a qué atenerse hoy y mañana, es su sincera concepción del mundo la que se revela en esas palabras. En su visión -y la de su partido- la soberanía no reside simplemente en la voluntad cuantitativa reflejada cierto día por la mayoría del pueblo, a veces comportándose como “fascistas pobres”, sino radica en la perenne voluntad cualitativa de quienes coinciden con las leyes del materialismo histórico y el pensamiento de las “vanguardias”. ¿Acaso la NM no se avalaba con el cuento de una “mayoría popular” que nunca existió en los números?

Dogma

En Teillier, en sus camaradas, partidos aliados, compañeros de ruta y muchos -no todos- jóvenes del FA y otros segmentos de ese abigarrado ente que es la oposición opera con mayor o menor claridad e intensidad la misma mirada. Se basa NO en lo que la gente quiere, sino en lo que debería querer de acuerdo a una doctrina revelada, la cual, dicho sea de paso, esconde tras el significado aparente de sus agendas públicas un secreto o arcano que se revela solo a los iniciados. Es este: “el pueblo” no es una suma de personas de carne y hueso, sino una “idea” cuasiplatónica acerca de qué tendría que ser ese pueblo, qué debería necesitar ese pueblo y en qué encarnación beatífica se revelará en el futuro ese pueblo. En una de esas podría encarnar como el “hombre comunista” que vendrá a salvarnos luego de la anunciación de Juan Bautista. En esa visión teleológica, digna del Juicio Final, se basa también la tesis de los “movimientos sociales”. Nadie los ha visto porque no están en la calle sino en el dogma, donde yacen junto al legado y los santos apóstoles. Fiat Voluntas Tua.

El Gran Inquisidor


Estos personajes declamatorios pretenden meternos por el gaznate cada una de sus pobres regurgitaciones.
El señor Elizalde, hoy a cargo de una colectividad que conoció tiempos mejores y hasta gloriosos con los Clodomiro Almeyda, Aniceto Rodríguez, Allende y Pedro Vuskovic, todos inteligentes (pero no olvidéis que los caminos del Señor son inescrutables) está experimentando una placentera transformación: a ojos del progresismo su imagen ha ido mutando desde la del villano que habría urdido el asesinato político de Lagos a la actual, algo más decente, del “hombre duro” del momento al servicio de la Gran Causa del regreso al poder y a los pitutos. Es el resultado de su esmero por representar el papel de Fiscal de la Probidad Pública, Censor a tiempo completo, Inquisidor y labrador de frases que, en su autoestima, debe considerar prodigios de ingenio. Es, dentro de la jauría socialista, el que por ahora ladra más fuerte.

Una de sus frases más recientes fue aseverar que el Estado “no es una agencia de viajes”. Se refería al tour escolástico del ministro de Hacienda a Estados Unidos, caso al cual la oposición se ha asido con la desesperación de quien se ahoga y aferra a un clavo ardiente. No habiendo ideas, no habiendo “autocríticas”, no habiendo programas y lo peor de todo, no habiendo cargos ni nada que les permita dar una prueba de vida, recurren al anecdotario político, a lo que dijo fulano o zutano, a la nominación de un hermano del Presidente, al viaje del ministro o al costo de un televisor. Hay que sacarle provecho a lo que haya y tocar el timbre en Contraloría, golpear la puerta en el TC, presentar demandas judiciales, hacer declaraciones y poner caras de Santos Varones.


A propósito de Santos Varones, los pueblos de habla inglesa usan la expresión “self-righteousness” para denominar la actitud de quienes se consideran iconos y custodios de todo lo que es justo y correcto. En los diccionarios Inglés-Español la definición no es muy amable: santurronería farisaica. A propósito de dicha actitud y en una columna en el New York Times el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Virginia, Gerard Alexander, tuvo a bien poner en conocimiento de los santurrones que “no son tan listos como se lo piensan”.


No es que Alexander transite por la vereda del conservadurismo, sino al contrario, echó al vuelo las campanas de alarma porque teme que Trump podría ganar la reelección si los “liberals”, que hoy hacen nata en las universidades, el Congreso, la prensa, la TV y en Hollywood continúan provocando resentimiento en todos a quienes imputan como racistas, fascistas, sexistas, homofóbicos, reaccionarios, etc. Según Alexander, durante la campaña presidencial ese desdén abarcó a millones de norteamericanos, entre ellos a muchos que habían votado hasta dos veces por Obama, pero que esta vez, sintiéndose menospreciados, reaccionaron votando por Trump. El “liberal”, arguye Alexander, se cree intelectualmente superior al ciudadano común e imagina saber siempre qué es lo justo y adecuado, actitud intolerable que provoca reacciones contrarias a su agenda. En eso consiste su falta de listeza.

Autocomplacientes y cachetones

De todo eso en Chile sabemos bastante, quizás más que suficiente. No sólo abundamos en iluminados (as) que creen tener en sus manos la agenda del progreso de Chile, sino además en los últimos cinco a 10 años hemos visto la emergencia masiva de gente no solo dada a dicha santurronería farisaica, sino además complacientes en su ignorancia porque ignoran que lo son. Su inanidad no los contiene; ¿acaso queda algún ítem valórico, político, histórico, racial, sexual, ideológico o religioso en que no estén presentes? A los académicos de moda evacuando letárgicos papers o fatigosas columnas de opinión ahora se han sumado quienes jamas se interesaron en esos temas, ni siquiera sabían que existían y de los cuales no han leído ni menos estudiado nada.
 No importa; todos por igual, la gran mayoría en estado de glorioso analfabetismo, se suben al vociferante bus del paseo de curso y entonces somos estupefactos testigos de cómo simples colegiales, oscuros políticos y políticas de la vertiente progre, súbitos “liberals”, hombres y mujeres ancla de la televisión, actores y actrices de teleseries y un Gran e innumerable Elenco de partiquinos disertan sin fin pero también sin inteligencia. El boleto del bus está al alcance de cualquiera: basta poner los ojos en blanco y sentirse la sal de la Tierra. ¿No consiste en eso la self-righteousness?
A diferencia del “autocomplaciente” de hace 15 años, figura algo fastidiosa pero al menos no intrusiva, estos personajes declamatorios no solo rechazan todo lo que existe y tienen Los Diez Mandamientos para todo lo que aun no existe, sino además pretenden meternos por el gaznate cada una de sus pobres regurgitaciones. Son agresivos, ruidosos, histriónicos y pagados de sí mismos y con eso instantáneamente revelan que sus posturas derivan menos de la reflexión que de la emoción. Son, en suma, lo que otrora se llamaba, sin tanta delicadeza, cachetones hinchapelotas.

Qué buenas noticias…


El flamante timonel de la Democracia Cristiana, Fuad Chahín, electo hace unos días, nos ha obsequiado con grandes noticias. Hizo declaraciones que no solo, como dice la jerga orwelliana de la izquierda, “van en la dirección correcta”, sino además nos llevan a pensar con genuina esperanza y serena firmeza de que apenas se reconstituya, reunifique, refresque y hasta resucite, entonces su partido estará en condiciones y hará lo posible para que en nuestro país impere “la justicia, la paz y sea acogedor”. Estas últimas son literalmente sus palabras.

¿Quién podría aspirar a algo mejor? Tal vez los supervivientes de la ShutzStaffel no suscribirían ganosamente esa bella declaración de principios, pero todos los demás sí. Solo hay un problema; las expresiones usadas en dicha declaración, en especial lo del “país acogedor”, son un inescrutable enigma. ¿Es acogedor un país que recibe a cualquiera o es acogedor el que hace la vida grata a sus actuales habitantes? No se nos dijo, pero algunos quizás considerarán injusto pedirle precisiones a una entidad que últimamente ha pasado por tantos vía crucis. Un poco de caridad, señor mío. A eso contestamos que la tienda de Chahín no es, como el FA, una agrupación recién formada y repleta de sensibilidades a veces bastante distintas y hasta opuestas pese -salvo algunos carcamales de ambos sexos– a la comunidad de edad, anhelos y pinitos aspiracionales; al contrario, la decé tiene la mar de años y hasta presuntamente también tenía una doctrina, el “humanismo cristiano”. Dicho sea de paso, esta última es otra de esas expresiones que para los no iniciados en los misterios gozosos y dolorosos de la colectividad configura una sentencia difícil de definir operacionalmente, aunque de seguro los enterados podrían citar algunos párrafos escogidos de las encíclicas del “Papa Bueno” y hasta de Pío X y así darnos un atisbo de su sabor. 

O habrían podido hacerlo en otros tiempos, en esos benditos y gloriosos años 60 cuando el reich de la Flecha Roja iba a durar un milenio. Hoy no ocurre tal cosa. Como ha sucedido ya otras veces, porque forma parte de la mecánica social y cultural de ese partido, una fracción ha decidido reemplazar al Papa por Marx y/o sus actuales mistagogos, otra se ha quedado en la Tierra de Nadie de la indefinición total y una tercera parte ha emigrado parcialmente a tierra derecha, pero con cierta mala conciencia nacida del hecho de no atreverse a declarar lo que realmente creen o más bien saben que funciona porque, como sucede con los neuróticos, una lejana experiencia formativa y deformadora los ha dejado anclados en una postura que no pueden superar, a saber, la de aparecer y parecer diferentes al sector de la “Fuerza oscura” según lo definió el pintoresco lenguaje de madame. Eso los detiene en seco. ¡No vaya a ser que los acusen de fachos! Es, el pensamiento de los idos, como el amor descrito por Oscar Wilde, ese que “no se atreve a decir su nombre”. En esa antinomia moral y hormonal han vivido toda la vida y lo hacen especialmente hoy para daño de su partido y aun más daño para el país.

No atreverse

No atreverse es el lema del momento. La cobardía impera hoy en un grado aun mayor de lo que ha sido siempre normal. Tal es el dominio psicológico de los grupos de interés -“movimientos sociales” según el diccionario del progresismo– extorsionando moralmente a todo el mundo que ya no queda ni un milímetro disponible para la disidencia y un poco de saludable indecencia. Los memes que circulan en internet, suerte de samizdat disfrazados de chistes, dan prueba indirecta de eso. En política se manifiesta en la tendencia cada vez mayor a rendirles pleitesía a los lugares comunes prevalecientes o, en su defecto, cerrar herméticamente la boca. ¿Cómo podría hoy un democratacristiano decir que la teoría del Estado benefactor, del Estado gestor, del Estado solidario, del Estado educador y del Estado sanador no es otra cosa que una impostura, el disfraz semántico del Estado arruinador, aplastador y paralizador? ¿No es acaso el Estado, en las concepciones prevalecientes, el benévolo instrumento de la VOLUNTAD de la COMUNIDAD?

En la decé, como en el resto de la clase política, no abunda el valor y menos aun la honestidad intelectual. En parte por cobardía y en parte por tener techos de vidrio los próceres decé más audaces solo se atreven a declarar que evaluarán los proyectos del actual gobierno pensando en el bien del país. Y aun esa módica declaración de independencia la diluyen de inmediato con otra diciendo “no me sumaré al gobierno”. Es lo más lejos que pueden llegar.

Lástima

Es una lástima por Chile. Los partidos políticos, como el propio Fuad Chahín lo dijo -quizás sin evaluar lo que decía– “tienen que trabajar por el interés de los partidos”. He ahí en todas sus letras y estampada a fuego la razón de ser de la política. A sus practicantes les interesa la “cuestión del poder”, no la cuestión del país. Ese afán se titula hoy “defender el legado”. Alguna vez se llamó “reconstruir la democracia”. Otras veces ha sido “preservar las conquistas históricas de los trabajadores”. Quién sabe qué será mañana.R

Gobierno en la sombra


No habiendo meta ni camino, ¿cómo podría haber un mapa y un guía? Tanta pobreza franciscana no les deja otro recurso que agruparse junto a una figura que tampoco se encuentra en condiciones de ostentar grandes méritos.
Estamos presenciando una oposición constituida no tanto por partidos y personeros dispuestos, en el Congreso, a vender cara su derrota, sino más bien por un esbozo de agente corporativo actuando como institución. Se trata de mucho más -o menos- que una simple alianza o de una “rearticulación del sector”. Es un grupo de la difunta NM que pretende nada menos que darle ultraterrena existencia al exgobierno de Bachelet, rareza que ya trató el domingo pasado Ascanio Cavallo. Como cuerpo político dicha novedosa entidad es, como la criatura de Frankestein, una suma de retazos muertos parodiando a un ser vivo. Por momentos esos trozos unidos con hilván se rebelan contra su creadora, pero de esta siguen dependiendo para representar su peculiar pantomima consistente en ser al mismo tiempo dolientes de un cadáver y socios de una imaginaria empresa en marcha. Tal es el simulacro criollo de una institución británica, el “gobierno en la sombra”. El “progresismo” se esfuerza hoy por parecer vigente con interpelaciones, imitaciones, alaridos y penaduras.

En dicha condición menos de sombra que de ectoplasma han logrado convertirse en un evento teratológico nunca antes visto. Se articula alrededor no de un programa sino de una persona, Michelle Bachelet, quien, al contrario de sus exorcistas, tiene al menos la virtud de ser memorable tanto por lo poco de bueno como por lo mucho de malo de su gestión. Es ella quien acoge a figuras políticas mayores y menores, a su vocera actuando como tal desde el otro mundo y a toda laya de comunicadores y pelagatos instalados en la nómina.

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“Novedad del año”

Esta “novedad del año” o en verdad del siglo responde a procesos de mucho más envergadura que la decisión de la señora Bachelet de congregar a exministros en reuniones de gabinete similares a una sesión de espiritismo; responde a la anemia intelectual de un sector incapaz de ofrecer nada sustantivo más allá de organizarse para una rabiosa oposición a priori, a su carencia de líderes de recambio y a la ausencia de llamamientos que no sean la mera repetición del gastado repertorio de eslóganes de siempre. Una cosa va con la otra pues la aparición de “líderes” y el proferir convocatorias es conceptual y empíricamente imposible sin un cogollo ideológico o siquiera programático que requiera ambas cosas. No habiendo meta ni camino, ¿cómo podría haber un mapa y un guía? Tanta pobreza franciscana no les deja otro recurso que agruparse junto a una figura que tampoco se encuentra en condiciones de ostentar grandes méritos, salvo su innegable capacidad para empatizar “con la gente”.

En el pasado Salvador Allende fue también pivote del sector, pero, ¡qué enorme diferencia! En esos años el PS y el PC aún tenían existencia propia y un ideario creíble al menos para ellos mismos, contando, por tanto, con la confianza y entereza que eso produce en el feligrés realmente convencido. No se trataba solo de Allende sino y sobre todo del socialismo, del hombre nuevo y de la revolución. De eso no quedan sino algunos letárgicos capítulos en los libros de historia. Desvanecido el espejismo del “humanismo cristiano” de la Decé y desplomado el socialismo y las fantasías antropológicas de la izquierda, ¿qué resta sino el desnudo afán por el poder, el clientelismo forjado con repartijas y favores a lo largo de años y el cinismo que resulta de haber perdido la vergüenza luego de la segunda o tercera recepción de fondos oscuros venidos desde fuera y dentro del país? ¿Qué queda sino la Señora?

Alternativa

Por eso para los derrotados el constituirse como “gobierno en la sombra” alrededor de la expresidenta es por ahora la única opción. Eso y sus votos en el Congreso les permiten la ilusión de que el actual gobierno es solo un hipo político a ser superado cuando convenzan de sus méritos y por enésima vez a los fascistas pobres, siempre ansiosos de consumir otro cuento del tío. Tío e ingenuo sobrino siempre se han complementado. En el ínterin la tarea es hacer imposible el gobierno, o solo posible si gobierna como ellos habrían gobernado de ganar Guillier.

¿No hace lo mismo toda oposición? Sí, pero solo cuando hay frente a sus ojos un proyecto o iniciativa al cual oponerse y otro propio con el cual oponerse. La NM, su CEO Bachelet y los especialistas a honorarios que trabajan para ellos han logrado, en cambio, la hazaña de evacuar cartillas sobre cómo oponerse sin saber a qué y desde dónde. Ocurrió con el mensaje presidencial, cuando un indiscreto WhatsApp reveló cómo los miembros del equipo progresista acordaron torpedearlo sin saber de qué iba a tratar. En otras palabras, es un gobierno en la sombra cuya tarea NO ES proponer proyectos plausibles de reemplazo, como se hace en el Reino Unido, sino preservar -por ahora- con formalina a Madame, único “asset” -por ahora- del sector, aunque sin perder de vista la Gran Meta Histórica de recuperar sus antiguos cargos y privilegios. ¡Qué triste epílogo el de la izquierda! Ejemplifican en su vacío clamar eso que dijo Macbeth:

“La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia y que no tiene ningún sentido”

Columna de Fernando Villegas: “Un paso adelante, dos atrás…”




 DOM 17 JUN 2018 |  12:59 AM

Solo cuando ya es muy tarde los situados a resguardo de los estropicios reconocen, con esa serena calma de los ilesos, la existencia de “daños colaterales”, de “lamentables excesos” o de “malas prácticas”.
Si a muchos les están pareciendo excesivas las posturas a las que han llegado varios “movimientos ciudadanos”, recuerden los así molestos lo paradójico y áspero que siempre es el progreso o retroceso social y político. “Un paso adelante, dos atrás”, dijo Lenin a propósito de eso, aunque a veces son muchos más los en reversa y el hacia adelante o es inexistente o muy discutible. Otrosí, el costo de la pantomima, avance o retroceda, se cancela siempre con intereses usurarios. Su origen se encuentra en la cópula entre el talante iluso y simultáneamente arrogante de los promotores del cambio y la resistencia no menos obtusa de los defensores del statu quo. Es efecto, entonces, de la siempre fructífera colaboración para el desastre que celebran los temperamentos entusiastas y cerrados, generalmente una muy mala combinación. Solo cuando ya es muy tarde los situados a resguardo de los estropicios reconocen, con esa serena calma de los ilesos, la existencia de “daños colaterales”, de “lamentables excesos” o de “malas prácticas”. En ocasiones -raras- las almas cariacontecidas ante el triste espectáculo reciben terapia con una capa de hipoglós autocrítico o recuperan la salud con la oportuna publicación de una variante de La historia me absolverá. Mientras tanto y cuando más, las víctimas reciben las efusiones cinematográficas de la posteridad, como ha ocurrido con 70 años de atraso con los oficiales e intelectuales polacos masacrados en 1941, en Katyn, por orden de Josef Stalin. Aun para esto último no faltan los exégetas. Desde el Olimpo de los paraninfos, cátedras, altos cargos, destinaciones internacionales, dietas, pitutos y redes de apoyo y protección es siempre posible mirarlo todo “sub specie aeternitates”.

Si les parece excesivo hasta dónde ha llegado el movimiento feminista, pónganse en perspectiva examinando el caso del cristianismo. Desde la estratosfera de la teología y la hagiografía, su nacimiento aparece como un milagroso y trascendental avance espiritual de la humanidad respecto del paganismo, pero en la práctica mundana su instalación fue en extremo ruinosa. La más brutal destrucción de las riquezas culturales del mundo clásico greco-romano ocurrió no por olvido, desidia o la lenta e implacable acción del tiempo, que todo lo aniquila, sino sucedió entre los siglos IV y el VII d.C. como resultado del fanatismo de quienes se vieron convertidos de perseguidos en entusiastas perseguidores, de pacíficos devotos de una nueva fe en rabiosos iconoclastas de la antigua, de tímidos creyentes en arrogantes titulares de un dogma y de humildes ciudadanos en incendiarios de bibliotecas, estatuas, templos y en agresores de quienquiera ostentase saber y refinamiento. Dicho interminable lapso repleto de fuego y furia fue iniciado cuando se hizo del culto a Cristo la religión oficial del imperio romano. De culto devino entonces en cristianISMO, esto es, en movimiento, en convocatoria de masas no solo toleradas sino azuzadas, en un gregario aluvión de oportunismo y rabia que sacó a los creyentes de su relativa clandestinidad para hacerlos titulares de un discurso religiosamente correcto, oficial y hegemónico. ¡Ay, en esas ocasiones, de la inteligencia! De la noche a la mañana los de abajo se sintieron por encima de los odiados patricios que con su sonriente y desdeñoso escepticismo y sabiduría mundana, flor y nata de siglos, los miraban como curiosidades delirantes; sintieron, con esa inaudita y feroz felicidad del reivindicado, que su supina ignorancia era superior a todo saber y belleza. Ese arranque de miseria humana ha sido descrito por un elocuente y revelador libro, The Darkening Age: The Christian Destruction of the Classical World, de Catherine Nixey. 


Challenge and Response

A veces las cosas van incluso para peor y la sangre corre a borbotones. A eso se refiere otro libro, esta vez de Michael Burleigh, Blood and Rage. Trata del caso más extremo de los “ISMOS”, el terrorismo, cuyo practicante es víctima de un crecimiento descomunal y galopante de la misma fiebre que posee al feligrés común y corriente; como estos, hace suyas media docena de volátiles consignas, pero en su estéril afán por instaurarlas pone al servicio de “la causa” mucha más dedicación e intensidad y sobre todo enrola sus odios y resentimientos particulares. Con ellos arma su mente antes de armar su mano.

En verdad en Chile la hemos sacado barata. Agradézcase a la Virgen del Carmen, santa patrona de la nación, porque en otras partes y tiempos la historia ha rebosado de la locura, la miseria y de los crímenes que cometen y propagan los energúmenos. Es lo usual cuando un orden social se ha agotado y sus tensiones llegan a una crisis. La reacción puede ser sangrienta. El “challenge and response” que según Toynbee (Estudio de la Historia) es el mecanismo por el cual aparecen y se desenvuelven las civilizaciones pocas veces toma un aspecto elegante. El propio Toynbee lo explica: los líderes de una sociedad tarde o temprano se convierten en casta dominante y no ya creadora, y por eso resisten todo cambio y se oponen a toda idea nueva por razonable que sea; eso alimenta la frustración, luego la rabia, enseguida la furia y finalmente da convulso origen al “movimiento” con toda su carga de simplismo, extremismo, delirio y sed de venganza.

Pizarrón en blanco

¿Hay algún ejemplo de cambio social razonable iniciado con un tranquilo y académico debate? Ninguno. No es que el problema se desconozca, la injusticia no sea vista, el desgaste no se perciba; ocurre que los incumbentes del mundo tal cual es no desean perder los beneficios que el sistema imperante, aun con sus fallas, les otorga cotidianamente. Vivimos, todos, al día. Otro factor es la inconmensurable pereza, dejadez y visión de corto alcance del hombre medio, cuyo instrumental pensante no está hecho para mirar a lo lejos sino solo lo que tiene frente a la nariz. No es fácil desprenderse de 500 mil años de evolución dedicados en un 99% a mirar el suelo en busca de frutos caídos. No yendo doctoralmente a la pizarra sino caminando a los tropezones es como avanzan penosa y lentamente las sociedades. Considérese eso cuando se evalúen los movimientos vigentes en Chile.

¡Ah, la derecha…! (o la ecuación de Drake)



La derecha” está detrás de todo. Por tanto NO es responsable quien ofreció esos términos contractuales al director de TVN, sino “la derecha” es culpable por hacer uso de un “chisme”.
A raíz de la revelación de las condiciones económicas hasta hace poco desconocidas que benefician al director de TVN -de lo cual, dicho sea de paso, ese ejecutivo no tiene culpa; nadie infringe la ley por ser muy bien pagado ni tampoco ninguna criatura que respire rechaza una regalía si se le ofrece- personeros del “progresismo”, entre ellos el locuaz Vidal, el señor Leal y otros partiquinos del sector, en el acto adujeron que esa información, proveniente no del espacio exterior sino de la contraloría del canal, era una maniobra “de la derecha”.

¡Ah, la derecha, cuántos desafueros se ocultan, disimulan, justifican o tergiversan arrojando sobre ellos el protector manto de su detestado nombre! En el imaginario progresista “la derecha” no es frase que simplemente describa un conglomerado de colectividades políticas y/o sectores sociales de alto coturno, sino alude a una entelequia maligna y hostil que como el Satán de la teogonía cristiana no descansa jamás en su afán por lastimar a la raza humana. Es el Principio del Mal, la Fuerza Oscura como dijo la señora Bachelet en uno de sus momentos de rapto telepático. “La derecha” está detrás de todo. Por tanto NO es responsable quien ofreció esos términos contractuales al director de TVN, sino “la derecha” es culpable por hacer uso de un “chisme”.
 Tras cartón algunos genios advirtieron que “no había nada ilegal”, de lo cual se infiere que no se trata de un chisme, entidad verbal que hace referencia a lo que no existe, sino de un CONTRATO, palabra que hace referencia a un papel tangible y legible donde se estipulan las condiciones de un servicio. La nada de un chisme no puede ser legal ni ilegal. 

¿Qué es entonces? ¿Maniobra de la derecha? ¿Campaña del terror? ¿La posverdad? ¿Fake news del imperialismo? Parece que sencillamente es un contrato hecho en dos etapas, la primera conocida por las autoridades y la segunda no, esta última agraciada con algunos anexos extras.

Pero decir que algo es “sencillamente” tal o cual cosa ya no tiene cabida. Hay que tomarse en serio lo de la posverdad. Hoy interesa no lo que ES, sino lo que PARECE o lo que alguien DICE que es o lo que las “redes sociales” decretan VERDADERO o lo que los mártires del progresismo estiman como tal mientras huyen de la persecución eterna que “la derecha” les inflige, lo cual hace con voluntad maligna para que algo bueno PAREZCA ser malo y así herir a estas almas tan generosas a costa del erario nacional.

¡A ponerse al día, entonces! La observación de los hechos y las hipótesis al respecto, el Discurso del Método de Descartes, la lógica de Aristóteles, los protocolos de laboratorio, el sentido común, etc., nada de eso tiene ya relevancia. Único referente válido es el discurso políticamente correcto del progresismo. Por eso si el gobierno estima que debe impedirse el ingreso de inmigrantes con prontuario o si legisla para sancionar a quienes vandalicen colegios o si busca poner al día la Ley Antiterrorista para detener a los que queman y matan en La Araucanía, todo eso, por obvia que sea su razón de ser, en dicho lenguaje políticamente correcto se convierte en “represión”, “estigmatización”, “fascismo”, “retorno a la dictadura”, “militarización del Estado represor”, etc.

La Ecuación de Drake

Tal vez vivimos en una época tan revolucionaria que ya no bastan las “transformaciones profundas”, sino además se considera adecuado reemplazar lo lógico y lo observable por lo palabrero, pedante, fementido e interesado. Esta mirada singular que pone el mundo patas para arriba a veces aparece hasta en las ciencias físico-matemáticas, como acaba de suceder con la Ecuación de Frank Drake. Drake, un astrofísico interesado en la búsqueda de vida extraterrestre, presentó en 1961 un argumento probabilístico en la forma de una ecuación lineal (N = R* • fp • ne • fl • fi• fc • L ) para estimar el número de posibles civilizaciones en la Vía Láctea, pero como el tema siempre ha incomodado a muchos científicos por miedo al “qué dirán” de sus colegas, hace unos días algunos de ellos se tomaron la molestia de alterarla para que diera el resultado opuesto. Si la original probaba -hasta donde una especulación pueda probar algo- que al menos había 10 civilizaciones tecnológicas en nuestra galaxia, luego de la modificación se nos dice que no hay ninguna, salvo la nuestra y en TODO el universo.
Como ejercicio matemático fue muy poco científico y bastante irrelevante porque hoy, a diferencia de lo que sucedía en 1961, sobran los fenómenos físicos -fotos, videos, huellas de radar, etc.- que permiten estudiar esa probabilidad y discriminar su plausibilidad o carencia de ella en el contundente plano de los hechos sin necesidad de recurrir al de las especulaciones. ¿Qué nos dicen estos vanos y anacrónicos juegos numéricos o verbales, ya sea se celebren en la ciencia o en cualquier ámbito? Nos dicen que hay un dogma o interés que se desea defender a toda costa. El uso de matemáticas o jerga filosófica no altera eso.
La especulación no se hace más sólida por ser más abstrusa. Cuando hay evidencia a mano, bien vale el viejo adagio “hechos y no palabras”. Los abogados hablan de “a confesión de parte, relevo de pruebas”; en estos casos podría decirse “a existencia de pruebas, relevo de hipótesis”. De hecho el solo intento de arrastrar un tema a una fase previa meramente especulativa es señal de que se pretende esconder algo y/o confundir a alguien. Ese truco es viejo como el tiempo y frágil todo el tiempo. Para eso basta que alguien se decida a vocear que el rey está desnudo. Hay una anécdota proveniente de la antigüedad clásica de un tipo que se jactaba de poder saltar más alto que la estatua del Coloso de Rodas, pero sin percatarse, en su necedad, que estaba ahí mismo, en Rodas. Por eso simplemente le recordaron ese hecho: “Aquí está Rodas, salta aquí”.

Habría que decirle a Vidal y otros saltimbanquis que lo recuerden y salten donde deben. Ahí están las cifras y hechos sobre cada uno de los escándalos que han ido saliendo a borbotones, como pus, a propósito de cada uno de los aspectos del legado bacheletista. Salten con eso en vez de charlatanear acerca de la nueva Ecuación de Drake, “la derecha”

 SAB 21 JUL 2018

En busca de la idea perdida


 SAB 28 JUL 2018 |  01:56 PM

Hay que ponerse en los zapatos de Chahin; algo tiene que hacer para que parezca que algo existe. Encara un problema tan insoluble como el de los demás dirigentes del “progresismo” tanto en Chile como en todas partes, a saber, el hecho de que no tienen ninguna idea que merezca ese nombre ni tampoco ninguna cabeza pensante de donde sacarla.

Fuad Chahin, timonel de esa embarcación azotada por tantas tormentas que es la Democracia Cristiana, ha expresado su deseo de “recuperar” el partido. Tal vez “reflotar” debiera ser el verbo. Para esos efectos planea convocar una megaasamblea, suerte de tedeum político -¿o Teletón?- cocelebrado por congresales, dirigentes locales, regionales, militantes, figuras históricas, etc. Es una incógnita qué pueda sacar en limpio de eso. Más desconocido aun es de qué manera cree posible hacerlo. Finalmente es el más profundo de los misterios si solo hace lo necesario para dar la ilusión de que algo hace o no lo sabe y en verdad se cree investido con los poderes terapéuticos del Mesías.
 Para nosotros, simples ciudadanos, se trata de un ejercicio insubsanablemente nulo antes, durante y después. Por desgracia, despojados como estamos de las iluminaciones que confiere una Visión Beatífica, simplemente la experiencia nos dice que toda asamblea multitudinaria no es sino el sitio donde se hacen amargos reproches, tejen intrigas, vociferan acusaciones, se inician nuevas pendencias, se disputa el poder y se dan opiniones, pero en ningún caso un espacio en el cual se creen ideas. Ideas y no proclamas son las que se necesitan para tener un foco alrededor del cual alinearse. Sin embargo esperar que esa exquisita y delicada criatura nazca del vientre materno de una patota es como aguardar una representación de Hamlet en el entretiempo de un partido del Colo Colo.

Chahin no encontrará allí una brújula para los próximos 20 años o siquiera los próximos 20 días. Amén de los consabidos llamamientos a “la unidad”, los cuales entrañan precisamente que no existe, encontrará opiniones a porfía, pero una opinión es solo una gratuita creencia con pretensiones de raciocinio. Ya hace más de 2.300 años, en uno de los diálogos socráticos, se examinó y probó su vanidad. Una opinión, menos aun si son muchas y reemplazan el vacío por el guirigay, es del todo insuficiente para pretender que un partido deshecho se recomponga y luego que la nación, agradecida, lo escuche y siga. Pero hay que ponerse en los zapatos de Chahin; algo tiene que hacer para que parezca que algo existe.
 Encara un problema tan insoluble como el de los demás dirigentes del “progresismo” tanto en Chile como en todas partes, a saber, el hecho de que no tienen ninguna idea que merezca ese nombre ni tampoco ninguna cabeza pensante de donde sacarla. Desde hace mucho carecen de un sistema teórico o siquiera ideológico -con el inevitable tufo a creencia de estos últimos- que dé cuenta de la naturaleza del mundo tal como es AHORA y no en la era del industrialismo victoriano y con él proponer una receta para AHORA, no a la medida de la época previa al pistoletazo de Sarajevo.


¿Qué les queda, entonces? En el caso de la decé, la cual tuvo entre los años 30 a 60 sustancia e identidad con los escritos de Jacques Maritain y un espolvoreo de espíritu con un par de encíclicas papales, a sus militantes solo les queda confesar el hecho de estar al tanto de la existencia de esas fuentes, pero no familiarizados con ellas porque de seguro jamás las leyeron y menos estudiaron. Es de dudarse que Chahin conozca ni un párrafo de una sola de las casi 80 obras del filósofo, ni siquiera de Cristianismo y Democracia, la más cercana al tema político. No es un reproche; nadie lee ya a Maritain. Ni Maritain se leería.

Preguntamos de nuevo: ¿Qué les queda entonces? Les queda, como a sus compañeros de ruta de la difunta NM en camino hacia un Más Allá ininteligible e invisible, un apolillado catálogo de frases hechas y los automatismos verbales y emocionales con que iniciaron sus trayectorias políticas en la pubertad, amén de amistades de toda la vida, un par de martirologios y no mucho más. Con eso deben arreglárselas para encarar tareas que superan abrumadoramente las capacidades explicativas y/o de reclutamiento ciudadano de dichas reliquias. Con envolverlas en el papel de regalo del “humanismo cristiano” la decé no puede pretender que está en condiciones de librar al país de los horrores que sus militantes dicen ver por todas partes, a saber, el capitalismo “salvaje”, el egoísmo, el individualismo, el consumismo, el chovinismo, el fascismo, el machismo, el ateísmo, el materialismo, etc., etc., etc.

Pregúnteles qué opciones y alternativas nos ofrecen y responderán “el humanismo cristiano”, pero pregúnteles entonces qué significa humanismo cristiano y dirán “luchar contra el capitalismo salvaje, el egoísmo, el individualismo, el consumismo, el chovinismo, el fascismo, el machismo, el ateísmo, el materialismo…”. Catch 22…

Último refugio…

Bien puede ser que a la falta de ideas y a la confusión se agregue una dosis de oportunismo. ¿Quién fue el cínico que dijo que el patriotismo era el último refugio de los canallas? Una versión menos dura y algo más amable y en sintonía con este caso sería decir que los senescentes, incapaces ya de vivir en el presente, se refugian en el pasado para rememorar y embellecer lo que ya vivieron o incluso reinventarlo. Es posible, en efecto, que no pocos decé crean que alguna vez, en una suerte de país-de-nunca-jamás, se instaló dicho humanismo cristiano.

Lamentablemente para el partido los con valor suficiente para mirar de frente la realidad se fueron a fundar otra cosa, aunque no tuvieron el valor necesario para reconocer por qué, en verdad, se iban y fundaban. A estos hay que sumar -o restar– los que no tienen valor ni para irse ni fuerza para engañarse. Y hay quienes, en desesperada búsqueda de una salida, aducen que en las actuales circunstancias la decé abandonó su original ideario y la tarea es recuperarlo. ¿Acaso algo se “recupera” viajando al pasado? Lo que ese partido y los demás requieren no es una recuperación, sino una recreación.
 ¿Pero quiénes en la Democracia Cristiana tendrán lo que hace falta para la primera y dura etapa de ese viaje, esto es, abjurar del ajado catálogo de memeces que se les fueron pegando en las suelas de los zapatos durante estos últimos años? Muy difícil descalzarse y hacer aseo. Tal vez esta crítica agonía en la indecisión y la confusión lleve inevitablemente al pietismo político, a la contemplación, al OOOMMM que dicen los gurúes es la voz de la divinidad, al perfecto vacío.

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