viernes, 5 de junio de 2020

El buen progre

Matamala, de profesión periodista, es en realidad mucho más que eso; es uno de los justicieros que desde la televisión, casi siempre con el ceño fruncido, serio y solemne como si presidiera desde una especie de Corte Suprema, nos hace el favor de dictar sentencia pública para condenar las iniquidades del modelo “neoliberal”.


Es su rol desde hace unos años. No está solo; lo acompañan en esa faena multitud de colegas que han adoptado más o menos la misma postura, la que corresponde a los tiempos si ha de sacarse el certificado de buena conducta que emiten y firman los sumos sacerdotes del progreso. El último opus o más bien dictamen de Matamala es una columna donde nos alecciona acerca de la bajeza de un personaje imaginario que ha bautizado “el buen pobre”. En su visión repleta de desdén y presunta ironía ese “buen pobre” encarna lo que supone es el ideal de las élites, el decálogo de los explotadores y chupasangre respecto a los de abajo, a saber, el ideal de un roto pasivo, medio tonto, sumiso y capaz de esperar con paciencia infinita lo que nunca llega, de creerse con necedad inacabable todo lo que le dicen, de comerse las promesas, de tragarse los cuentos del tío y en todos los sentidos posibles ser el polo opuesto del proletario luchador y musculoso de la iconografía marxista.

El “buen pobre” imaginario de quien Matamala se burla comete el pecado de esperar con buen ánimo la caja con alimentos del gobierno; más aun, el buen pobre capaz que esté agradecido de recibirla si la recibe y comprensivo de no recibirla si tal es el caso; el buen pobre de Matamala es similar al peón de fundo de la novelística costumbrista rural del siglo XIX y XX; en breve, el buen pobre es un pobre huevón, una criatura despreciable que él asume existe como desideratum en el ideario de las derechas pero que, desgraciadamente, también hace acto de presencia en la realidad.

¿Cómo es que el país va a avanzar al estado de maravillosa justicia, igualdad, equidad, etc con el que sueña Matamala con gente así de lesa? Aunque no lo detalla, es de suponer que él y toda la membresía de su sector encuentra mucho más aceptable a un pobre “combativo” que le tire en la cara a los despachadores el contenido de la caja gubernamental y en seguida salga a la calle a protagonizar otra “protesta legítima”. El buen pobre de estos justicieros es hombre y mujer de fácil iracundia, insatisfecho, agresivo, bueno para las “movilizaciones” y, si llega el caso, para arrojar Molotov con los compañeros de la primera línea. El buen pobre revolucionario es un resentido de la mañana a la noche, a menudo un parásito pero “luchador”, a menudo un imbécil pero repetidor de las fórmulas en boga, casi siempre un pobre diablo pero ocultando dicha condición en el anonimato de la masa. Flor de país puede surgir de ese buen pobre imaginado por el “buen progre”.

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