sábado, 31 de marzo de 2018

Biografía de Fernando Villegas Darrouy


(Santiago, 19 de febrero de 1949) es un escritor chileno y comentarista de actualidad en televisión y radio.

Biografía

Realizó sus estudios de enseñanza media en el Colegio San Agustín y después cursó la carrera de sociología en la Universidad de Chile, aunque no acabó por titularse.

Durante la década de 1980 ejerció como fotógrafo para el diario Las Últimas Noticias, labor que lo acercó al área de las comunicaciones. A partir de marzo de 1992 comenzó a trabajar en la televisión abierta en RTU (hoy Chilevisión) como panelista del programa político Domicilio conocido (1992-1996, que en el último año se llamó Cambio de domicilio); posteriormente condujo los programas Las vueltas de la vida (1997-1998 y 2002-2003), de entrevistas, y Chile a medias (2001), de denuncia.
Entre 1998 y diciembre de 20102​ comentó la actualidad local en Terapia Chilensis de radio Duna, donde además condujo Edición Limitada: Duna Jazz. Desde 2011 tuvo el espacio Señoras y Señores en radio Oasis junto a la periodista Nancy Castillo,3​ y desde abril de 2013 conduce Las cosas por su nombre en Radio Agricultura.
Entre 1999 y 2015 trabajó como panelista en el programa semanal de análisis político Tolerancia Cero (Chilevisión) y regresó en esa calidad cuando el programa se reanudó en 2017.
Prolífico autor (más de 20 libros publicados), tiene una columna en La Tercera y un podcast en radio Agricultura titulado Todos las noches son viernes, en el que lo acompaña Álvaro Salas en el segundo bloque.

Entrevista

miércoles, 21 de marzo de 2018

Máximo Común Denominador – (Parte 2)

Lo que hace de la protesta global de hoy un fenómeno distinto al de otras épocas es que el poder de las masas contemporáneas es infinitamente mayor. Es una cuestión de números y de medios: es mucho más alta la proporción de gente activa y relevante en el meollo mismo del sistema, lo cual hace una gran diferencia con sociedades rurales del pasado en las que el 90% de la población vivía en el campo, aislada una de otra, sumergida en la más profunda ignorancia, con demandas muy locales y una capacidad de daño muy limitada. En el presente vemos demandas más complejas y con participantes dotados de medios de comunicación instantáneos, un aprendizaje acumulado de las tácticas de insurgencia o desobediencia civil y en casos extremos una mucho mayor disponibilidad para acceder a medios destructivos como armas, explosivos y herramientas informáticas. El sistema mismo es, además, muy frágil por ser enormemente complejo. En una sociedad agraria la revuelta y destrucción de vidas y propiedad ocurrida en una zona determinada no afectaba el funcionamiento del conjunto; en una sociedad industrial, de servicios e informática, cada pieza del mecanismo es capaz de lesionar la totalidad de la máquina.

Estas explosiones sociales, de ser exitosas, destruyen instituciones, intereses y costumbres obsoletas, pero destruyen también mucho de valor porque la energía que los propulsa no es un frío juicio buscando modos racionales de corregir errores, abusos, ineficiencias o absurdos, sino abrumadoramente un resentimiento y afán de venganza acumulados por largo tiempo. A ellos se oponen, desde la élite asociada a las instituciones existentes, sentimientos no mucho más racionales. En la interacción entre ambos caudales de emoción el conflicto escala rápidamente y eso puede provocar violencia en gran escala. Es por eso que mucho de valor es innecesariamente destruido y muchos absurdos son aclamados con entusiasmo. En ocasiones hay también abundante derramamiento de sangre.

En la fase previa a ese “calentamiento global” hay siempre, como pre-condición, un triunfo de la Gran Protesta en el plano de los valores, ideas y actitudes. Es el momento en el cual el viejo orden se tambalea en su legitimidad ideológica y eso hace posible – pero no necesario– el desarrollo de etapas posteriores que se dirimirán en el plano institucional. Es en esta fase preliminar que se encuentran hoy muchos países de Occidente, en algunas partes alcanzando ya la fase de la conmoción política. Esta etapa preparatoria se manifiesta en el debilitamiento a veces catastrófico de los valores del sistema tradicional, lo cual entraña el éxodo mental de muchos titulares del poder a posturas cercanas al nuevo credo, lo que hacen ya sea por auténtico convencimiento o por miedo u oportunismo, con la consiguiente la resistencia en el plano de las ideas se debilita aun más y eso genera un temor y obsecuencia generalizadas, lo que vuelve a deteriorar la resistencia del sistema de valores tradicionales. Debido a ese proceso y aunque el tronco principal del poder, el económico, aun no haya sido alterado, la institucionalidad política puede haber sufrido embates importantes que lo amenazan. Sin embargo lo esencial es, en esa etapa, o la instalación de un nuevo sistema de valores cuyo poder crece a diario y se hace particularmente notorio en su convocatoria entre los jóvenes.

El clima que impera en esta etapa inicial de triunfo ideológico de la protesta se caracteriza por gran una exaltación y crispamiento del ambiente político. Esto resulta por una parte de la gran confianza y arrogancia de quienes se sienten seguidores y/o agentes de las nuevas ideas y el gran temor y debilidad de quienes se sienten al margen. En medio del temor de los incumbentes del “ancien régime” se expande a gran velocidad un afán generalizado por cambiarlo todo, incluyendo el lenguaje cotidiano -en la Francia revolucionaria el “Monsieur” y el “madame” fueron proscritos por el término ciudadano o ciudadana, así como en la Rusia bolchevique era de rigor hablar de “camarada”– , un afán incesante por descubrir descreídos para lincharlos en la plaza pública, una presión sostenida en los medios de comunicación por imponer la Buena Nueva, la evaluación de todo fenómeno del universo a partir de los axiomas del discurso políticamente correcto imperante y además, como acompañante de todo eso, un creciente enardecimiento de las masas – casi siempre semi alfabetas– usando este clima de enardecimiento para legitimar toda clase de venganzas personales. Es un clima en el que se aúnan, entonces, la asfixia intelectual con la coerción grosera a favor de presuntas verdades que, a menudo, apenas alcanzan la dignidad de meros clichés. A todo eso se suma una persecución implacable de los infieles por medio de cualquier recurso por absurdo y brutal que sean.

Por esas razones estas etapas preliminares de triunfo ideológico de las protestas o, como ahora se llaman, de los “movimientos sociales”, son particularmente irracionales, casi intolerables en su obsesiva vigilancia de la conducta de cada quien, singularmente ajenas a las más mínimas decencias del comportamiento civilizado, ideológicamente asfixiantes y muy vulgares en su estilo y formas porque el ambiente se hace muy propicio para desencadenar las rabias, los odios, los resentimientos, las envidias y las bajezas de una multitud que hasta entonces vivía en la sumisión, el silencio o el rezongo privado.

¿Es este el costo lamentable pero necesario del progreso? Es un argumento que se ha reiterado infinidad de veces. Asume que todo lo que salga de nuevo del fenomenal Tsunami es positivo, un avance que justifica el costo, pero no hay ninguna razón NECESARIA para asumir esa contabilidad. Tampoco hay lógica en el raciocinio implícito según el cual, puesto que ha habido tan malos tiempos, entonces han de venir otros buenos y hasta mejores.

En cualquier caso, ¿con qué vara de medida comparar los costos y beneficios de estos procesos? Tal vez se trata de un problema insoluble. Quienes harán en el futuro esa medida y llegarán posiblemente a resultados positivos están ya formados por la nueva situación y sus valores; quienes hubieran hecho una evaluación negativa están a menudo fuera de circulación.

martes, 20 de marzo de 2018

Máximo Común Denominador – (Parte 1)

¿Qué tienen en común los inusuales fenómenos políticos que se viven hoy en Estados Unidos -como las manifestaciones normalmente violentas del grupo Antifa, la declaración en pro del socialismo (como sea lo entiendan) de algunos líderes demócratas y la porfiada campaña anti Trump de casi la totalidad de sus medios de prensa- con los gobiernos fracasados y criminales de Venezuela y Nicaragua? ¿Cómo se relaciona todo eso con la Nueva Mayoría chilena y su intento de promover “trasformaciones profundas” que sólo dejaron un profundo fracaso, un inmenso déficit y ahondaron la crisis estudiantil? ¿Y en qué se relaciona todo eso con el régimen de Kirchner y señora que terminó con Argentina casi en la ruina? Y, finalmente, ¿cómo se vinculan esos hechos con un discurso políticamente correcto que en los países europeos está llevando a ese continente a la destrucción de su identidad?  Podríamos mencionar muchos otros fenómenos similares por su tono, sus propósitos, su lenguaje, sus convocatorias y sus movilizaciones.

Ese elemento común existe: cada uno de los eventos mencionados materializa o expresa una movilización ciudadana, pero esta vez inmensamente más poderosa que la observada en cualquier otro momento del pasado. Su extensión abarca gran parte del globo y su propósito es nada menos que hacer JUSTICIA entendida como una redistribución masiva de beneficios, derechos y poder. Intenta, en el fondo, una reconstrucción total del orden social. De ahí que las diversas narrativas de los movimientos que se observan en distintas partes tiendan a compartir las mismas ideas acerca de los efectos de la globalización capitalista. Todas nos dicen que es un artefacto ya sobrepasados los límites de su utilidad y agudizando la desigualdad, marginando a las poblaciones bajo su férula y destruyendo aceleradamente el medio ambiente. Más aun, a dicho sistema se le atribuye responsabilidad por los actuales fenómenos migratorios, los que derivarían, continúa la narrativa, de conflictos cuyo origen se encontraría en procesos de colonización iniciados hace medio milenio, durante la época de la expansión de Europa en el resto del mundo.

Con esta movilización universal y rechazando del todo el sistema imperante encaramos un hecho único por su magnitud, aunque no nuevo en su naturaleza, avatar mayúsculo de un fenómeno recurrente e intermitente de la historia humana, a saber, la a menudo repentina explosión de demandas y/o furiosas revueltas de clases, castas, etnias o nacionalidades hacia las élites gobernantes. Estas revueltas involucran tarde o temprano una abrumadora mayoría y por esa sola razón provocan una  conmoción considerable.  Lo hacen como muchedumbres callejeras o grupos organizados invadiendo los espacios materiales, institucionales, culturales y mentales de la sociedad para generar una gran presión disruptiva, a veces con violencia física. En algunas oportunidades este arranque de indignación dura muy poco y es sofocado en el acto con medidas represivas a veces muy brutales, pero en otras el fenómeno es mucho más intenso y duradero y termina suscitando un quiebre del sistema social. En el primer caso hablamos de revueltas, en el segundo de revolución.

¿Qué empuja a estas masas a salir de su pasividad y resignación acostumbradas y evacuar súbitamente iras, reproches o resentimientos acumulados por décadas? En realidad no hay tal o cual causa  que “empuje” si por tal se entiende la aparición de la protesta desde un estado de calmada satisfacción. El disgusto está siempre presente porque es expresión cotidiana de las condiciones en que dichas masas viven. Si en “tiempos normales” la insatisfacción no se revela es porque se manifiesta sólo en expresiones individuales y marginales debido a la barrera opuesta por la fuerza moral y material del aparato de control social, el cual las mantiene en esa condición privada, invisible e inocua. La pasividad y privacidad de la protesta se convierte en activa y pública cuando esa capacidad de contención se debilita o incluso se desmorona. Esto puede suceder por la acción de varios factores actuando juntos o por separado: un estado extremo de miseria material en la forma de hambrunas o escaseases intolerables que haga perder la paciencia aun a los más cautelosos, un deterioro de la legitimidad del sistema en el espíritu de ciertos segmentos debido a la pérdida de toda esperanza de ascenso social, la aparición y desarrollo de una narrativa ideológica que desvalorice el actual estado de cosas, una gradual acumulación de cambios en costumbres y usos o el surgimiento de una coyuntura política inusitada que abra un espacio muy grande a la protesta; puede también ser lisa y llanamente destruido por una guerra desastrosa.


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Democracia a la orden

Columna de Fernando Villegas: Desplazamientos tectónicos

22/07/2017

Autor: Fernando Villegas
¿Quién previó la disciplina con que en las primarias “la derecha” fue a votar por sus candidatos? ¿Y quién pudo prever que desde el Frente Amplio repudian la sola idea de contratar sus servicios electorales a beneficio de la NM?

Vista sólo desde y tras los hombros de un camarógrafo y/o en una pantalla, el campo de visión de la política se repleta de eventos demasiado cercanos que se prestan para la confusión y la equivocación. Desde esa perspectiva estrecha y de corto plazo -buena sólo para redactar atractivos titulares- nada sucede sino el ir y venir de los tribunos, el clamor de sonoras asambleas, las vociferaciones y declaraciones, las lógicas electorales y lo que dicen de dientes para afuera los devocionarios ideológicos. Todo eso incapacita para siquiera sospechar lo importante que pueda estar ocurriendo. La “cátedra” suele ser golpeada precisamente porque pone su fe en fenómenos tangibles a los que se les puede colgar un bonito decorado estadístico. El método de contar porotos sólo es útil cuando menos se lo necesita. ¿Cuánto importa y requiere un pronóstico del tipo “mañana estará despejado y caluroso” cuando estamos en verano? Las predicciones relevantes no son para los períodos de estabilidad, sino para los lapsos de desequilibrio con muchas opciones posibles. No interesan las calmas chichas, sino los frentes fríos que pueden precipitar, ocluirse o fortificarse.

No es distinto cuando se trata de la dinámica de los procesos políticos. Un ejemplo: de haberse tomado en serio los muchos encuentros celebrados por la NM antes de decidirse por un candidato, de haberse intentado formar un cuadro coherente siguiendo esa confusa hebra, si se le hubiera dado crédito a ese trajín interminable, al ir y venir de agentes, operadores y corre-ve-y-diles, la ciudadanía no hubiera podido prever, como en gran parte lo hizo, que Lagos de un modo u otro sería defenestrado por el simple hecho, más relevante que ninguna parafernalia, de no existir y jamás haber existido una coalición política eligiendo como candidato a quien la gente no prefiere, así como, siguiendo la misma lógica, siempre van a decidirse por quienes les den alguna garantía de éxito; por eso, salvo los expertos, gente que pierde de vista lo esencial tras su propia acumulada masa de conocimientos especializados y detallados, hasta el más despistado pudo adivinar que en medio de una maraña de gesticulaciones la NM ya había decidido el crimen que cometió.

Cambios invisibles

Quienes más aciertan -o menos yerran– rara vez toman en serio el juego de máscaras de unos y otros, el discurso imperante y el poder aparente de leyes e instituciones; observan, más bien, qué contenidos psicológicos se esconden bajo la superficie, en qué se están trasformando y hasta qué punto sostienen –dando legitimidad– las estructuras y procesos existentes. Los cambios del estado de ánimo colectivo operan como los desplazamientos de las placas tectónicas, con lentitud geológica y casi todo el tiempo invisibles e inaudibles, pero cuando al fin se hacen aparentes lo hacen de manera inesperada y a veces brutal. ¿Quién previo el feroz término del régimen de Ceaucescu en Rumania? ¿Quién pudo imaginar que en una concentración como cualquier otra de las cientos celebradas en esa clase de regímenes, orquestadas minuciosamente desde los eslóganes hasta las risas y las lágrimas y además convocada por el propio dinasta, una voz solitaria iba a gritar un desesperado insulto y con esa chispa se iba a inflamar toda la muchedumbre, ocultamente hastiada del régimen? Y en el acto comenzó una guerra civil de una semana de duración que terminó con Ceaucescu, junto a su esposa, acribillado a balazos en un patio cualquiera de un edificio de Bucarest.

El trasvasije psicológico tiene casi caracteres de inundación en los sectores medios que votaron siempre por la Concertación. El ánimo allí es de decepción, desilusión, irritación y determinación de apoyar a quienes nunca apoyaron y jamás pensaron que lo harían.

En Chile, aunque en avatares menos melodramáticos, ha sucedido lo mismo una y otra vez. ¿Quién previó la disciplina apasionada con que en las primarias “la derecha” fue a votar masivamente por sus candidatos? Al contrario, los augures y sabios de la tribu previeron en letras de molde exactamente lo opuesto. He ahí un caso de desplazamiento tectónico desde la pasividad que imperaba en ese sector cuando se celebraron las anteriores presidenciales a la disciplina casi juramentada de esta ocasión. ¿Y quien pudo prever, algunos años atrás, el cambio anímico de los sectores más jóvenes desde el “no estoy ni ahí” a la militancia revolucionaria o siquiera más radical del presente, al punto que, desde el Frente Amplio, repudian la sola idea de contratar sus servicios electorales a beneficio de la NM?


Desde la izquierda…

Pero hay mucho más. Quienquiera tenga parientes, amigos, conocidos, colegas y compañeros de trabajo que siempre votaron por la izquierda y hasta militan en alguna colectividad de ese signo habrá podido palpar, por confesiones directas o indirectas, el número creciente de quienes se aprestan, aunque sin proclamarlo porque es secreto pecaminoso que ha de mantenerse en la oscuridad y en profundo silencio, a votar por el candidato de “la derecha”. No es sólo doña Juanita porque se quedó sin pega o no le llegó el paquete de tallarines o está hastiada de la delincuencia, de la impunidad, de la palabrería, de las sonrisas acogedoras y de todo el Gran Elenco de la calamitosa obra progre que se nos ofrece; hablamos también de GENTE DE PRIMER PLANO, incluso de militantes del más alto nivel, de funcionarios gubernamentales del top cien, de personas de quienes el ciudadano común jamás imaginaría tal giro político en 180 grados. ¿Cuántos son? Imposible medirlo. Como en el caso de ese día aciago de Ceaucescu, es gente que por inercia o por miedo aun va a las marchas citadas por los compañeros. Si se les interroga, el instinto de supervivencia los hace decir lo que se espera de ellos en función del discurso políticamente correcto. Por ese y otros motivos este último es particularmente engañoso. Así lo aquilataron a su costa los dirigentes del Frente Amplio. Obnubilados por la novedad, la cobertura mediática de que gozaron –al periodismo, por definición, le gustan las novedades– y el aparente apoyo total de la ciudadanía joven, se encuentran ahora con que posiblemente muchos de esos muchachos que parecían estar levantando el puño porque es la onda que da rating y evita pifias en realidad “no están ni ahí” con los sueños épicos de Sánchez y menos con los del ferroviario de alta velocidad, el bueno de Mayol.

El trasvasije psicológico tiene casi caracteres de inundación en los sectores medios que votaron siempre por la Concertación. El ánimo allí es de decepción, desilusión, irritación y determinación de apoyar a quienes nunca apoyaron y jamás pensaron que lo harían. Como nos dijo una señora socialista “de toda la vida”: “No me imagino cómo sería Chile con otro gobierno como este ni quiero que mi hijo viva lo que viví el año…”.

En la Democracia Cristiana -incluyendo muchos dirigentes– es donde se apilan más prófugos y apóstatas dispuestos a la gran aventura de sus vidas, votar por la derecha. Les cuesta, no les gusta, los estremece, pero en ellos se ha instalado el ánimo de que se requieren grandes remedios para poner fin a una visión del mundo revelada una y otra vez como tóxica, reaccionaria y retrógrada aunque se disfrace de progresismo.

Pesos relativos
¿Cuál es la dimensión de este desplazamiento tectónico? ¿Qué peso tiene? Imposible saberlo. Y sin embargo se sienten ya los primeros seísmos precursores. Verdad es que, en movimiento inverso, otro desplazamiento está ocurriendo, la creciente radicalización de los creyentes a todo evento. Y hay aun otra corriente: la notoria y cada vez más frecuente tentación del régimen por el uso de resquicios administrativos, por el secuestro de organismos públicos saturándolos con gente -a la Maduro- de la sensibilidad gobernante, en breve, por transgredir no sólo los límites de la decencia ética y la probidad administrativa sino además el territorio de la legalidad.

Todo esto se ha visto antes; es, en breve, el fenómeno de las minorías organizadas que se radicalizan y simultáneamente empequeñecen y por otro el de la mayoría amedrentada finalmente cobrando vigor, rebelándose y apoyando alguna clase de Thermidor. La pregunta es con qué velocidad y fuerza operan estas contrarias corrientes y cuál será la ganadora.

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