martes, 23 de enero de 2018

De “redes sociales”, blogs y autos en marcha…


Junte usted más de 20 mil personas y ya tiene razón, puede hablar de "poder popular", decir que "la ciudadanía" está con usted.

"FACHO" es lo más suave que se me ha gritado en este 2011. El epíteto -un clásico en la jerga de la izquierda, el vocablo de amplio espectro, con 80 años de antigüedad- puede tener, en ocasiones, un tono cariñoso; Amigos conocidos, ex compañeros de universidad ahora sesenta, pero todavía imbuidos de las mismas ideas que enarbolaban a los 18 en el Pedagógico, todavía se muestran y ganosos para cerrar el puño y vociferar consignas, pueden decir con una sonrisa, si uno no se suma al devocionario común: “¡Pucha que erís facho!”, pero ahí suele quedar todo. Al menos esos sexagenarios tampoco han olvidado su antiguo sentido del humor y la afición por el tinto. Con gente así siempre es posible llegar a un acuerdo.

Otra cosa con los actuales indignados. Un "indignado" no puede ser solo y al mismo tiempo tener un mínimo de desapego que el sentido del humor implica; Se trata de términos y actitudes excluyentes. La indignación, sobre todo, el indignado profesional, la única gravedad de la seriedad. El destino de la galaxia depende del destino de la galaxia; El indignado viene a un remedio a una milenaria historia de traiciones, abusos, explotación, injusticia y, a la pasada, “mala educación”; son cosas demasiado importantes para permitirte algo de humor; sobre todo, son demasiado importantes para no agredir a “los enemigos objetivos del movimiento”. 

"ENEMIGO OBJETIVO ..."
En algún momento del año me convertí en miembro de dicha lista de "enemigos objetivos". En parte por obra propia, en parte ajena. Ajena: por semanas, hasta meses, circuló una columna de texto escrita en un sitio de internet por un profesor universitario y titulado “La revolución de los tarados”; La salida circular como firme por mí. Basta el título de la columna, la referencia a los estudiantes movilizados, para imaginar el contenido. Ya con eso gané un montón de enemigos. Propia: en uno de los programas de Tolerancia cero, Camila fue invitada, no he sido lo que he observado y admirado que los innumerables enamorados de Camila esperan que todos los mares.

En el acto de la Troya: no había terminado ni el programa ni las redes sociales llamaron a un cabo con insultos contra Villegas, el chascón, el facho, el viejo de mierda. Menciono solo los calificativos mas cariñosos. Hubo también páginas y portadas completas en La Clínica, como es habitual en el mismo sentimiento. No pocos plumíferos “progresistas” se sumaron a la faena. Inevitablemente, se ganan muchos enemigos en 20 o más años de escribir el autor NO se ha sumado al pobretón lenguaje y pensamiento -¿Puede llamársele así? - políticamente correcto. Y eso es lo que cada vez que se ofrece la oportunidad.

Pero si quieren conocer las descalificaciones más feroces, entonces deben ir a los blogs. Son la Tierra Prometida de la mala leche; No hay resentidos, picados y desquiciados que no participan. Por eso, el 90% o más de sus contenidos consiste en ataques personales. Algunos participantes han alcanzado la perfección en el arte de odiar. No es raro; una práctica repetitiva, facilitada, una vez más, por la impunidad; Disputando a buen recaudo tras sus computadores, los archivos no han sido enviados a la forma de combo en el hocico.

A blogs, twitters y otras "redes sociales" -donde, paradójicamente, más bien abundan las sociópatas- este año se sumó "la calle". La calle siempre ha sido el escenario favorito de las turbas linchadoras y las patotas castigadoras; Hasta el momento más insignificante se siente poderoso y está rodeado de cien o doscientos camaradas. Es el síndrome de la barra brava llevada a la política. Junte usted más de 20 mil personas y ya tiene razón, puede hablar de “poder popular”, decir que “la ciudadanía” está con usted.

Para mí, la calle del 2011 ha sido muchas veces un automóvil en marcha desde cuyo interior alguien se asoma y me grita: "Hijo de puta" o su equivalente. Lo hizo una señora que pasaba frente a mi casa, lo que hace que “combatientes” que algunas noches pasan dos veces tres veces por la cuadra para hacer lo mismo, lo han hecho las escuelas, los viejos tiempos con las nostalgias de la revolución del 69 y señoras protegidas por Su condición de género. Lo que se cruzan sólo un pastel no se puede leer tanto, pero al menos refunfuñar una descalificación o, finalmente, se puede soltar el insulto, un grito, desde la vereda del frente y media cuadra de distancia.

Sobrevivencia

¿Cómo se sobrevive a eso? Simple: no dando pelota. Es fácil y seguro que se puede filtrar de un modo que no haya sido abofeteado, sino que se haya visto impávido y se haya escuchado. Lo mismo cabe decir de los insultadores desde autos o en blogs. Sus poderes de raciocinio son limitados, ¿qué más se puede pedir? ¿Se enoja uno con los monos del zoológico cuando te tiras de las manos del hombre desde su jaula?

Y, por supuesto, está el retiro: no salir mucho a la calle permite evadir el 90% de los tarados y el 100% del ruido, el caos y el desagrado de una ciudad repleta de flaites.

lunes, 22 de enero de 2018

El Miedo es Cosa Viva…

“El miedo es cosa viva…” solía decir mi madre, hoy fallecida y de seguro a la diestra de Dios Padre. Como ejemplo de eso comentaba cómo una vez que participó en una marcha de la CUT  -la de esos años, los 50– en algún momento se oyeron unos disparos al aire y en un instante todos los hombres estaban ya echados de guata en el suelo. La única que se quedó en pie, desafiante, fue ella. Nos comentaba con una sonrisa de desdén que sus coleguitas, como gusanos de tebo, se retorcían y reptaban por el pavimento buscando refugio de balas imaginarias.

Pero eso es perdonable. El instinto de supervivencia físico es muy poderoso. La cobardía verdaderamente reprochable y despreciable es aquella que se manifiesta en ocasiones cuando la vida no está en juego. O quizás una cosa va con la otra; un excesivo celo por cuidar el pellejo, como fue el caso de esos “coleguitas”, un extremado afán por no correr riesgos, una super abundancia de miedo ante el peligro, en fin, todo eso tal vez termina por contaminar a la totalidad de la persona y la lleva a adoptar en todo género de ocasiones eso que en el lenguaje de antaño se llamaba -perdonen a un hombre viejo nacido en otra época– “mariconería”.

La mariconería se ha hecho universal en nuestro país. Se manifiesta de mil modos pero todos ellos teniendo en común el afán de no dar la cara, de hacerle el quite a las responsabilidades, de obrar por mano ajena, de no decir algo contundente y de no saberse ya qué significa la palabra “lealtad”. Y entonces nadie dice SI o NO de frentón, no se hace lo que se dijo se iba a hacer y nadie se moja el potito por nadie ni por nada. Y así ocurre que si se decide despedir a alguien a menudo no se le avisa, sino el despedido se entera por terceras personas, por rumores, por compañeros de trabajo que evitan mirarte a la cara, porque descolgaron tu foto del muro, porque eliminaron tus programas de la base de datos, porque se están reuniendo a puertas cerradas para sustituirte y cuando a la vista de todo eso llamas a gerencia para pedir explicaciones te dicen “el jefe está en reunión” o “te llamará en dos horas”, lo cual no ocurre, pero cuando al fin lo o la atrapas y te contactas por teléfono, aun así continúan evadiendo el tema y no te dicen nada claro sino “conversemos en la oficina” o “llámame mas rato” o incluso “estamos averiguando” o hasta un hipócrita “no sé nada”. Y desde luego presuntos amigos y colegas de años desaparecen del todo, miran para otro lado o hasta se suman al coro, a la horda linchadora, para que no vaya a ser que les suceda lo mismo en el próximo turno.

Más aun, peor, aun, hay ocasiones en que dicha cobardía despreciable pretende pasar por otra cosa, revestirse de dignidad. Y para esos efectos se convierten seres más papistas que el Papa. ¡Ah. Si, éramos amigos, pero ante un crimen como ese no nos queda más remedio que sumarnos a la fila de “Me Too” para dar mi testimonio!

En esa actitud de cobardía y miedo cerval a todo, a los rumores, a supuestas funas, a malos comentarios en las llamadas “redes sociales”, al que dirán, etc, etc caen hoy al menos el 90% de los chilenos. Caen personas, grupos, corporaciones, organizaciones, directorios, gobiernos y gerencias. ¿Quién no ha sufrido esa experiencia, esa cobardía, ese temor de decir las cosas de frente, de ponerse al lado de uno, de decir siquiera una palabra de apoyo? Y hoy es más que nunca es así porque predomina un discurso políticamente correcto con su propia tribu más o menos organizada de feligreses más que dispuestos a “tomar acción” si aparece algún hereje. De ahí que aun en política veamos gestos de obsecuencia, de desfallecimiento, patéticas posturas tratando de “abuenarse”, de pasar colados, de hacerse los “progresistas”, de que se les perdone que existen y respiran. Y se ponen también en la fila del “Me too” a hacer su numerito.

La raíz del miedo es un temor desaforado a perder algo. Si no la vida, la pega; si no la pega, el prestigio; si no el prestigio, el crédito; si no el crédito, la supuesta buena opinión que tienen de nosotros no por lo que hacemos de bueno sino por lo que no hacemos, por ser invisibles, inaudibles, inocuos, eso que el lenguaje popular llama “livianitos de sangre”.

Somos “livianitos de sangre” en eso y muy pesados de sangre en lo otro, cuando no somos blanco de la horda, sino parte de ella. Eso, el sumarse alegremente a toda horda, es parte constitutiva de la cobardía. Y para serles franco de la imbecilidad. El miedo es cosa viva, pero la estupidez también.

lunes, 8 de enero de 2018

Carta abierta a Villegas

Carta abierta a Villegas: de un buen ciudadano y estudiante de filosofía.

8 Jun, 2018 

Son una mierda (…) considero que ésta es la revolución de los tarados”, decía una columna que fue adjudicada al panelista de Tolerancia sobre la educación y que provocó la ira del estudiante de la Usach, David Rojas Lizama, quien le respondió a través de una carta pública.  Si bien el origen de la ira no es correcto (porque él no escribió la carta), El Periodista la reproduce para sus lectores para que saquen sus conclusiones.

Escribe David Rojas Lizama*

¿Querías ideas? Tendrás ideas, y claras. Pero discúlpame si no respondo como un ciudadano de una “sociedad civilizada” a tus despavoridos ladridos de conservador con vocabulario camionero.

Nadie le habla con respeto al que lo considera “una mierda”. Te lo digo directamente: como sociólogo, eres excelente notero, y como notero, eres un excelente sociólogo.
Escuché tu entrevista a Manuel Antonio Garretón. Observé atento a un Fernando Villegas distinto del altanero que vemos siempre, uno que más parecía “gato de espaldas” que sociólogo. Porque, cuando te enfrentaste a un sociólogo real, te measte de miedo, al punto de que tu último comentario fue profundamente patético y psicológico. Dijiste “lo que hay que preguntar (en un plebiscito) es si vamos a invitar en un próximo programa a Manuel Antonio Garretón: ahí sí que sería un complicado plebiscito”.

Pero lo peor de todo fue el flaco favor que le hiciste a la sociología, cuando explicaste, al inicio de la entrevista que realizaron a Garretón -y casi como quien coloca una condición para que la discusión “no se eleve mucho”-, que habías abandonado el ejercicio de TÚ profesión, mediocre Villegas, para luego ufanarte con un comentario pseudoacadémico: “la lógica me interesa mucho más”.

Algo similar colocaste en tu insultante comentario al movimiento estudiantil del 23 de agosto, donde hablabas de la lógica de esto, tu concepto de lo otro. Y lo hiciste también en tu entrevista a Camila Vallejo, cuando le explicaste pedagógicamente -pero con una pedagogía claramente conductista- que no hay necesidad lógica en la relación lucro-calidad, en tanto variables independientes. Por lo menos, humildemente, así lo entendí yo. Pero para no caer en líos, te cito textual:

“No me parece bien que el primerísimo punto de la declaración de ustedes sea decir esta frase que me pareció desde el punto de vista lógico una falacia: como la educación es un valor fundamental, no debiera ser un negocio. ¡De dónde sacaron ustedes, usando qué regla lógica, que si algo es un valor fundamental no puede ser un negocio!”. (Tolerancia Cero, entrevista a Camila Vallejo). 

Y luego seguiste en tu defensa ideológica del lucro ¡Aplausos a Villegas, sociólogo que se jacta de no ejercer, y que opina apoyándose en una especialidad que no estudió! ¡Bravo por el lógico Villegas! ¡Quememos, pues, los libros de Juan Rivano, estudiemos al tonto de Villegas!
Te lo digo: eso tú lo haces sólo para apabullar a tu entrevistado, porque no estás de acuerdo con sus planteamientos, con sus contenidos. Pero te voy a explicar, una sola vez, y de manera pedagógica, el por qué eres un ignorante: el ignorante con más tribuna, menos consciencia y más petulancia de Chile.
Te compraste la “Crítica de la Razón Pura” de Kant y la dejaste guardada en tu biblioteca. Ahora tiene telarañas. Sabes -porque eres un sabio y hasta escribes mucho- que existió en algún momento de la historia un tal Jorge Guillermo Federico Hegel. Incluso, leíste en algún paper menor los nombres de matemáticos y lógicos. Y si te preguntan si los conoces, dices “pero claro que sí, porque el chileno promedio es miserable intelectualmente, pero yo no”. Sin embargo, tragas saliva cuando le das la espalda al que pregunta, antes de subir a tu vehículo a las afueras de Chilevisión -que a esa hora transmite Yingo!-, porque nunca pasaste de los prólogos, mediocre Villegas, y seguramente repetiste todos tus cursos de filosofía. Cualquier persona que lea la parte esencial de la tradición filosófica, desde Kant en adelante (y no desde Villegas para atrás, porque eso es leerse a sí mismo), sabrá como la lógica tiene sólo alcances formales. No es la lógica la que trata de los contenidos, porque no le incumben. Tú, ignorante Villegas, te quedaste estancado, seguramente, en la lectura de los escolásticos, porque las reglas de la lógica cuando se emplean en la deducción de contenidos, generan  tus falacias.

¿Cuánto tiempo pasarías, ocupando TUS famosas reglas lógicas, discutiendo qué es primero, si el huevo o la gallina? Te lo explico en chileno: TÚ eres la falacia. De hecho TÚ eres -como TÚ dices- flaite, porque ocupas la falacia más flaite de todas: el argumento de autoridad. “Roma locuta, causa finita”. Para tu cabeza loca, si no hay necesidad lógica en dos variables, a las que la historia llenó de contenido en ese desarrollo que tú no ves, entonces el lucro, la desigualdad y el negocio de los derechos pueden ir de la mano. “¿Por qué no me dicen de dónde sacaron esas leyes lógicas?” preguntará el burro Villegas. Te respondo: tu pachotada insólita no ha lugar. Se pueden ocupar reglas para la mayor claridad de los discursos argumentativos. Pero en la realidad, no. Eso es un juego de palabras muy maldito que tú ocupas, Villegas. Eso es jugar con quien no tiene las herramientas académicas. Y eso, te lo digo, habla muy mal de tu concepto de democracia, paladín.

Debe ser una pena para ti que te lo diga yo, que tengo 20 años.

Cuando hablamos de la lógica de lo real, hablamos de otra cosa que no la voy a nombrar porque te quiero hacer estudiar, o por último, copiarle a tu compañero de especialidad, el sociólogo Garrretón, que sí se sabe la respuesta.
Para finalizar este ajusticiamiento intelectual, te quería decir que nuestras demandas pueden ser dispersas, nuestro movimiento puede tener falencias, pero que no somos tarados, no somos una mierda, y te podemos dar clases de sociología, de ética, de periodismo, de política, y de lógica. Además, prefiero éste movimiento social real, antes que tu academicismo autoritario. Puedes decir lo que quieras, intentar apabullar a tus invitados, tratarnos de ignorantes a nosotros, no importa: porque sin embargo se mueve. Y que lo sepan.
Considero que en tus ladridos ofensivos contra el movimiento social hay, como tú dices “demasiado resentimiento, demasiada ignorancia, demasiada maldad, demasiada estupidez” de tu parte.

Espero ansioso que llegue el día en que todos mis vecinos puedan estudiar como yo y sin cargar con la deuda que yo cargo, para que no sean burros como TÚ.

También espero tu respuesta.

Mis más cordiales saludos.

*Estudiante de Filosofía/ Universidad de Santiago de Chile.

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