jueves, 27 de diciembre de 2018

Los inocentes


Columna de Fernando Villegas


La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, crítica, reprochan y ofrece la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso.



La palabra “inocencia” tiene varias acepciones. Puede significar que hay libre de cierta culpa, pero aún no hay más información. También se usa para referirse a la ingenuidad, sin embargo, no hay una cuenta de las cosas, sino también en “buena”. ¿Cuál es la mejor traducción de la posición de los medios de comunicación -y ya desvaneciéndose- el Frente Amplio, a la Cantinflas, a que se haya votado por Guillier? ¿Cómo se ha escrito? La pregunta es válida sólo si se trata de un texto semántico, esta es una antinómica al cuadrado, puede ser una buena posición de la posición.

Posiblemente sirvan todas esas acepciones simultáneamente. Es un hecho que los seguidores del FA no tienen la culpa en la perpetración del “gran legado”. mil -posiblemente alrededor de 150 mil- combatientes y comandantes nuestras acciones de lucha se reducen a Dios gracias a cobrar a fin de mes, reventa los pocos colegios, se encuentra el sistema de salud más abajo del piso, paralizar la industria, ahuyentar la inversión y espanol en un frente de conflicto en otro con una agenda valórica que tal vez nos emocione hasta las lágrimas y el brindis en las versiones criollas de la activista decimonónica Flora Tristán, pero no hay ayuda en absoluto para mantenerlo en un buen pie la economía, no hay género empleo, No estimula la inversión ni promueve el crecimiento. 

En cuanto a la pureza entendemos como virtud espiritual, es difícil pronunciarse. Gente sospechosa tiende a sospechar de quienes hacen alarmas acerca de sus gracias. Nuestra madre nunca contrató una empleada doméstica sino una afirmación que la honestidad era su principal rasgo de carácter y quizás no haya votado por quienes alegan “procesos de reflexión”. En cuanto a la pureza entendemos como NO ha sido hecho tal como cual es el estropicio, tal vez sólo significa que el candidato a la canonización todavía no ha tenido oportunidad de probar su fortaleza moral encarando con serena firmeza y viril energía un cheque suculento, un cargo o Cualquier clase de provecho a disposición de los incumbentes. La pureza se basa en la falta de oportunidades para no ser puro difícilmente es monopolio del FA, al contrario, es bastante accesible y transversalmente democrática; Tienen un derecho a ella y la práctica. Todos los ciudadanos y los pasillos del poder y el privilegio.
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La gente del FA, casi toda la vida de los 30 años, menores y hasta ahora son bastante puros en ese vacío sentido. En sus infancias y adolescencias el rol de Calibán y / o el rol de Crispín lo representaron sus padres, las becas, el Estado, el crecimiento, la paz social y el reposo relativo durante el camerino de la Concertación, todo lo que el sacó del Primer plano de sus vidas. despejada esa X tenía espacio libre para denostar, enjuiciar, desdeñar y fantasear. Bien se ha dicho que son hijos de la Concertación porque esa es exactamente su naturaleza y siempre será. Nunca vieron sus padres.
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Como no son gobierno podemos entonces estar seguros de que aun no pecan, pero no podemos prometer que sus carreras vayan a seguir por el mismo estrecho sendero de la virtud si acaso un buen día llegan las vacas gordas, que en él no caben. Muchos de los idealistas profesionales del período de las marchas estudiantiles fueron cooptados tanto por y en la política de siempre como por y en el aparato público, donde principalmente invadieron el Ministerio de Educación. Si hicieron o no geniales aportes pedagógicos es difícil de juzgar y aun más arduo creer, pero es definitivo que ninguno de ellos dejó de cobrar sus generosos emolumentos, bonos y granjerías. Tampoco quienes llegaron al Templo de la Democracia han desdeñado sus apetitosas dietas parlamentarias. Ni siquiera desprecian los bonos extras del cargo, los pasajes gratis, los fondos para “asesorías”, etc. ¡Qué difícil ser puro cuando todo el mundo se empeña en tentarnos!

Candor

¿Y qué hay del candor, del no darse cuenta? En una quinceañera esa particularidad puede resultar hasta encantadora, en un aspirante a conducir o siquiera inspirar los asuntos de Estado se convierte en un peligro público. Por eso a los integrantes y seguidores de esa sensibilidad ya les han reprochado su falta de responsabilidad, su alienación de la realidad, su obstinación en mantenerse en un limbo inconducente y todo eso para sostener y preservar ideas que no resisten ni dos minutos de análisis. Y sin embargo y para ser justos tal vez sea una crítica anacrónica en el sentido de esperar lo que NO puede esperarse de gente tan joven e inexperta. Los culpables del pecado de la huevonería política, que es pandemia desatada a todo trapo, son más bien los mayores de 40 años desempolvando tesis que jamás resistieron el análisis y probadamente malas en el campo de la realidad; los dignos de reproche son también los sexagenarios que entraron a la segunda infancia y gustan refregar sus hombros con los Jackson, los Boric y los Mayol. En cuanto a los realmente jóvenes, a los estudiantes y escolares, sencillamente y por las mismas razones son tan inocentes en ser inocentes en el sentido de no darse cuenta de nada como también lo eran los miristas de los años 60, como lo fueron los pioneros de la era soviética, los nenes que blandían el Libro Rojo de Mao Tse Tung, los tontones de las juventudes hitlerianas más tarde convertidos en verdugos de la Shutzstaffel y los y las seguidoras de Charles Manson, a quienes tan bien pinta en su descomunal imbecilidad la teleserie yanqui Acuarius. La juventud tiene esa virtud maravillosa y envidiable, la capacidad para sustraerse en un periquete de la fea contingencia y creer en la olla con monedas de oro esperándolos al otro lado del arcoíris.

La intención es lo que vale…

¿Y qué hay del valor de las ideas del catecismo de ese y otros grupos de reciente factura? ¿Son pura locura, demagogia, refritos, pendejerías infantiles? Depende de cómo se evalúen. La parte relativa a la intención, como casi toda intención, es buena. Sirven, como suele decirse a guisa de consuelo, para “poner en la agenda” temas que habían pasado colados. No deja eso de ser un aporte porque el lado oscuro del frío pragmatismo -que es lo único que funciona- es cierta dureza de corazón e indiferencia hacia los sufrimientos de algunos habitantes de este terrible valle de lágrimas. Ese recordatorio es importante como pueda serlo el sermón de la montaña o, más modestamente, la prédica del párroco local.
Otra cosa es si las sentencias de dicho recordatorio pueden operar al mismo tiempo como receta de cocina. De seguro, no. Pongamos un ejemplo: una cosa es poner el acento en las malas pensiones que sufren muchos trabajadores chilenos porque, dicho sea de paso, siempre tuvieron malos sueldos, pero otra muy distinta es arreglar ese problema arrojando la guagua junto al agua sucia de la bañera obedeciendo el llamamiento “No+AFP”. Hasta Eyzaguirre, quien últimamente aparecía en sus intervenciones no tan listo como solía ser, ha reconocido eso. De seguro cayó ya en la lista negra. ¿Cómo se le ocurre usar cifras y matemáticas?
La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, critican, reprochan y ofrecen la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso. En una segunda derivada las demandas urticantes que se han puesto de manifiesto sin resultados, a veces, con suerte, encuentran una manera funcional de ponerse en acción. Misteriosos e inescrutables son los caminos del Señor.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Stupid Woman



Dada la confusión, ansiedad e incluso ya, por estos días, la angustia y pánico que sufren muchos sectores del Reino Unido ante las inevitables consecuencias del Brexit y aun más, ante la falta de un “contrato de salida” que encuentre consenso entre los políticos y garantice cierto grado de control de daños, no es incomprensible que los ánimos estén exaltados, las pasiones emerjan a flor de piel, el lenguaje se haga áspero y los reproches sobrepasen la barrera de la parsimonia, humor y educada contención que por lo general se estila en Gran Bretaña. Por ese motivo y debido a ese clima, el líder de los laboristas,  Jeremy Bernard Corbyn, muy molesto ante una agresiva intervención de la primera Ministro, señora May, quien le reprochó en tono golpeado sus vacilaciones, vino y susurró o bisbiseó la expresión “stupid woman”. Oída, adivinada o sospechada por alguien de entre las incontables personas que hoy en día, más de lo que siempre ha sido habitual, se gozan en trompetear lo que otros hacen o dicen aunque sea privado, aunque sean susurros, aunque sean casi invisibles gestos, se apresuró en hacerla pública y generar un escándalo. Para decirlo en castellano, “hociconeó” a destajo.

¿Y por qué se suscitó un escándalo? ¿Por tratar Corbyn de ese modo a una figura política como lo es el o la primer ministro? ¿Por quebrar la regla tácita que impera en ese ilustre cuerpo político acerca del lenguaje que conviene a los miembros del parlamento? ¿Por lesa majestad ante un cargo de autoridad?

No. El escándalo deriva que Corbyn dijera “mujer estúpida”, esto es, que le pusiera sexo a su calificativo.  Eso es inaceptable cuando cada semana vemos una nueva e interminable cola de señoras y señoritas ansiosas de contar su historia, su “MeToo”; se hace intolerable dada la presunción tácita de que hoy no puede juzgarse a las mujeres en sus actos o cualidades salvo si se hace dentro del dogmático territorio del discurso feminista correcto; ese discurso excluye toda posibilidad de que puedan haber mujeres estúpidas y por tanto decirlo es un insulto; surge de la regla impuesta en parte por el miedo, en parte por oportunismo y en algunos casos por la contradictoria idea, ya convertida en axioma, de que la igualdad de los sexos implica paradojalmente una desigualdad positiva en el trato hacia ellas como si fuera el único modo de reemplazar la tradicional postura “negacionista”. Por esa razón hoy está estrictamente prohibido decir nada malo o negativo sobre alguien que pertenezca a ese género, aun si es totalmente cierto. En otras palabras, aunque todos entendemos que hay hombres estúpidos, niños estúpidos, jóvenes estúpidos, perros estúpidos, decisiones estúpidas, actos estúpidos, argumentos estúpidos, etc, etc, NO PUEDEN HABER mujeres estúpidas o al menos no puede decirse que existen. Por eso estalló el escándalo y se le pide a Corbyn que dé explicaciones y solicite el perdón.

Ignoro si la PM May es estúpida o al menos, en esa ocasión, dijo algo estúpido, pero, si lo hizo, ¿de qué otro modo calificarlo sino haciendo mención directa o indirecta de la naturaleza de quién lo hizo? ¿No es lo que hacemos todos? Lo hacemos y decimos “que tipo más estúpido” o “que joven más estúpido” o al menos usamos la palabra estúpidO o estúpidA, esto es, con la vocal correspondiente porque no hay otro modo de hablar. El lenguaje está construido de tal manera que sus verbos, adverbios, sustantivos, calificativos, etc tienen género casi siempre. Aun así se acusó a Corbyn no de tratar mal a una autoridad y/o de calificar de estúpido a quien no lo es, sino se le acusó de “sexismo”, pecado mortal que asume que ninguna mujer del mundo puede ser estúpida y por tanto acusar a una de poseer dicha tan común cualidad entre TODOS los miembros del género humano, sin importar el sexo ni la edad, es propio de la actitud malevolente de un “sexista”.

Es curioso cómo la noción, del todo correcta, de que no pueden haber prejuicios y desigualdades en el trato a priori hacia las mujeres, vino y se convirtió en la noción errónea de que no es posible hacer juicios de ellas a posteriori  en función del valor o calidad de sus personas y/o conductas. En efecto, es malo e inaceptable que se rechace la solicitud de trabajo de una mujer por el hecho de serlo, pero también es absurdo que eso se convierta en la imposibilidad de calificarla mal si su trabajo es insuficiente. De un modo u otro, sin embargo, ese criterio se ha establecido y hoy en día hemos llegado a un punto en el que algunos profesores -así lo han referido– temen calificar mal a una estudiante porque no han sido pocos los casos en los que, luego de eso, son acusados -con el apoyo automático y masivo de los tontones de siempre– de actitudes sexistas o incluso más, se les puede acusar de acoso sexual y otras conductas de esa clase, con inmenso daño para el acusado.

En esta historia que involucra a Corbyn, la estupidez no es propia de la señora May ni tampoco del propio Corbyn, sino de esta mirada extrema acerca del derecho y status de las mujeres. En efecto, si somos iguales en todo lo que toca a intelecto, sentido común, capacidad de trabajo, etc,  entonces somos igualmente imputables como inteligentes y productivos o como idiotas y parásitos.

Dicho sea de paso, ese incidente agregó otra cuota de surrealista irrelevancia a las discusiones y preocupaciones de la clase política británica a menos de tres meses de cumplirse la sentencia del Brexit.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Palos porque bogas, palos porque no…


Difícil darle el gusto a toda la gente, en especial en tiempos de ebullición mental de las multitudes, pero, por otra parte, ni falta que hace y aun si hiciera falta es imposible lograrlo.

Se dice que en la guerra la primera víctima son los planes de los bandos en lucha; en el caso de épocas conflictivas la primera víctima es la razón, el sentido común y el afán por entender REALMENTE de qué trata cada asunto. Véase cómo se manifiesta esta imposibilidad, hoy, en Chile.

Si respecto al tema de las migraciones bastante masivas que ha tenido el país se afirma que es preciso ponerles orden, regularizar, separar la paja del grano, no dejar pasar delincuentes ni aceptar gente colándose ilegalmente, entonces se le acusa a uno de fascista, racista, xenófobo, inhumano y reaccionario; si por otra parte se dice que el documento sobre el tema creado por la ONU y que firmará nuestro país no intenta sino ponerle reglas razonables a un fenómeno que existe DE TODAS MANERAS, entonces se está regalándole el país a los extranjeros, siendo “ingenuo”, desfondando la seguridad social y traicionando la Patria.

Si se afirma, conforme a lo que la observación ofrece cada día, que el movimiento feminista ha alcanzado, como le sucede a todo movimiento, una fase delirante y contraproducente, entonces uno es misógino, machista, fascista, reaccionario, acosador y violador, pero si uno hace la obvia observación de que a fin de cuentas los movimientos extremos, como el feminismo en su actual talante, surgen y se desarrollan porque los arreglos necesarios para eliminar injusticias no se logran por la vía del mero discurso y raciocinio pero que, a la larga, cuando se calmen las cosas, algo de positivo saldrá de eso, entonces uno se está “vendiendo” al movimiento, le está prestando ropa y se sumó a la fila del “Me Too” de los asustados, mucho más larga que la de las señoras y señoritas.

Si se observa que Trump es una figura histórica que debe ser entendida en el contexto de las trasformaciones en todo orden de cosas que ha experimentado la sociedad norteamericana y que, además, algunas de sus iniciativas eran de todas maneras necesarias, entonces se es un reaccionario vendido a la “ultraderecha”, pero si luego, siguiendo con el ánimo de examinar todos los ángulos posible de un tema, se dice que Trump ha metido severamente las patas en muchas cosas, comenzando con los efectos de su irascible retórica, entonces se es un “progre”, un izquierdista, comunacho irredento, alguien que se ha comprado el discurso políticamente correcto y desde luego tonto de capirote.

Si se dice que las izquierdas no saben manejar las economías porque ponen en primer lugar su inmutable afán por las “trasformaciones profundas” y además no creen en el crecimiento propio del sistema capitalista, uno es lacayo del imperialismo y mascota de los “ricos-ricos”, pero si se dice que buena parte de los empresarios y sus Cortes de obsecuentes ejecutivos son, en promedio, una manga de arrogantes mediocridades, de oportunistas, miedosos y abusadores, entonces uno es siervo del PC, rojillo con piel de liberal, subversivo disfrazado.

En fin, el sentido común dejó de serlo y ni siquiera se le echa de menos. Lo que vale hoy es “tomar posición”, esto es, arrojarse dentro de una trinchera y bombardear a la del otro lado. La razón es hoy simplemente la “tierra de nadie” adonde se dispara a quienquiera se mueva por ella.

domingo, 2 de diciembre de 2018

“Think tank”


El político del rank and file no está en este mundo para interrogarse acerca de la sustancia de sus conceptos y de sus consignas de siempre, sino para considerarlas axiomas probados y como serviciales textos de instrucción retórica.
La ciudadanía casi de seguro no se ha enterado.
 ¿A quién le importan en estos días las peripecias de los partidos de la NM?
 Informémosle entonces: créase o no, el PS tiene un “think tank”. ¡Un think tank! No sólo eso. Se nos dice que examina los antecedentes de varios correligionarios actualmente en libertad de acción, quienes, luego de pasar por La Moneda y sufrir su aturdidor efecto neuronal, están deseosos de reactivar sus funciones cerebrales ocupando plazas en dicho organismo. Se ignora si la membresía acarrea bonos por pensamiento/hora que permitan siquiera una sombra del espléndido estándar de vida logrado durante el régimen bacheletista, pero tal vez estemos frente a una auténtica misión evangélica y no haya emolumentos; de todos modos lo importante, eso que el difunto sociólogo Robert Merton llamaría la “función latente” de estos monasterios del pensamiento -por su pobreza franciscana- es permitirles a los acogidos no desaparecer del circo de tres pistas y que nadie, algún día, pueda preguntarse en el estilo supremamente despectivo de los argentinos “y este coso, ¿quién es?”. Mucho mejor sería un pituto en algún gran templo internacional de privilegio, en primer lugar en la ONU, en segundo en la OEA o siquiera en la Cepal, cementerio de escribanos sin destinación política por el momento, pero a falta de dichas cosas incluso un think tank de barrio puede garantizar un leve grado de supervivencia.

Siendo entonces el auténtico propósito de dichas entidades la salvación política y económica de sus incumbentes hasta el próximo turno, quizás sea ocioso preguntarse si los viejos y nuevos miembros de todo organismo de esa clase, ya sean de izquierda o de derecha, están facultados para cumplir sus funciones. “Pensar” es actividad más compleja y ardua que discursear, fantasear y zancadillear. Es en las últimas, no en aquella, en las que estos profesionales tienen probada maestría. En América Latina siempre ha sido la especialidad de sus tribunos el cultivo de una cultura verbal y sentimental que es, por así decirlo, la manifestación corporativa de Cantinflas.

Todos por igual

Si acaso el pensamiento no es ni nunca ha sido virtud del progresismo, tampoco lo es de sus oponentes. Basta leerlos o escucharlos para comprobar que unos y otros chapalean en la misma charca de pequeños intereses, mezquindades minúsculas, rivalidades de vendetta siciliana y un alfabetismo limitado a la lectura de manuales de autoayuda o al “Arte de la Felicidad” del Dalai Lama. Pero, ¿qué más da? Los ciegos han de ser conducidos por otros ciegos, no por los videntes y ni siquiera por los tuertos. Así como no es tarea ni costumbre de los beatos estudiar teología y metafísica ni escudriñar los escritos de Orígenes o Santo Tomás, del mismo modo el político del rank and file no está en este mundo para interrogarse acerca de la sustancia de sus conceptos y de sus consignas de siempre, sino para considerarlas axiomas probados y como serviciales textos de instrucción retórica.

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Caer de rodillas y rezar o elevar un puño en alto y vociferar son actividades mucho más accesibles y rentables.

Hoy

Esta terrible liviandad del pensar político se manifiesta hoy por doquier, como se ha manifestado siempre. Ahí están, como pruebas, las declaraciones que en estos días recogemos de labios de personeros de alto coturno. En el sector progresista tenemos a Huenchumilla, muy preocupado por su partido, la Democracia Cristiana, a la cual, para rescatarla, la está llamando a un “gran acuerdo” o, en su defecto, oficializar de una buena vez que ya no hay miradas comunes y es preciso separarse de manera civilizada. La declaración, plausible a primera vista, es similar en su estructura lógica a la de un médico con vocación de humorista que ante un enfermo terminal dijera “lo que esta persona necesita es mejorarse, o, en su defecto, morirse”. La enfermedad de la Decé consiste precisamente en que no pueden acordar nada y por eso el llamamiento de Huenchumilla constituye un exquisito ejemplo de la falacia “petición de principio”. No sólo piensan distinto, sino además no tienen ningún referente conceptual respecto del cual estar o no de acuerdo, salvo el dilema de si seguir o no alineados con los comunistas, el cual no es un tema de pensamiento sino de poder, un cálculo de conveniencias y/o el efecto inercial de la tibia indecisión que acompaña siempre las posturas de esa colectividad.

Injusto sería no destacar una atenuante: la Decé nunca ha tenido un cuerpo doctrinario capaz de ser defendido o criticado conforme a razón. Lo que tiene es un pasmado baturrillo de posturas con tufo a sacristía, un salpicado de Maritain, trozos de encíclicas papales y pataletas del hijo rebelde ante sus papás conservadores. No hay, en ese devocionario hecho de mazapán, mucho de sólido o siquiera obstinado donde dar golpes de zapapico.

Retroexcavadora

Luego tenemos a Quintana. Este profesor de colegio, artífice de una frase que tanto daño le hizo a su sector, no se arrepiente de nada. En larga y reciente entrevista aparece como algo menos confrontacional de lo que sugería su desafortunada máquina, pero no hay en él ni un átomo de examen de fondo de sus convicciones, sino disquisiciones tácticas acerca de cómo relacionarse con el gobierno. Prefiere que esa relación sea “institucional”, esto es, colectiva, de bloque, de patota, sin darles permiso a los miembros de las bancadas para pensar por su cuenta. Es, una vez más, el tema del poder: si nos desgranamos al por menor, quedaremos en la inopia al por mayor. Es lo que de seguro está pensando Quintana y en eso tendrá razón muy a su pesar porque, efectivamente, se van a desgranar y quedar en la inopia aunque no por las astucias de Chadwick o Piñera, sino por la inanición mental de una sensibilidad incapaz de repensarse, renovarse, examinarse.

Canje

De ese desconcierto también ha dado pruebas la sonriente, campechana y ladina propensión a los errores de Guillier. Invitado a La Haya para vitorear la defensa de Chile, ha propuesto canjear tierra por mar ayudando de ese modo a la defensa de Bolivia. Cree, al parecer, que son sustancias idénticas capaces de ser medidas con las mismas huinchas métricas. A él se sumó Jorge Pizarro, quien sacó la voz hablando de negociar algún día una “salida al mar sin soberanía”. ¿No sabe que eso ya existe en la forma del ferrocarril Arica-La Paz y las facilidades portuarias? Pizarro, como Guillier y el resto de sus camaradas, hablan a tontas y a locas porque habitan en un desconcierto, el cual, dicho sea de paso, no nació de la derrota sino al revés, la derrota surgió del desconcierto. Des-concierto, esto es, falta de coherencia -e inteligencia- para examinar los temas, defecto a su vez derivado de una ausencia de ideas efectivas sobre las cuales apoyarse. En su raíz dicha debilidad intelectual es el incivil eructo de un marxismo a medias digerido, derivativo, injertado, amputado y repleto de las vacilaciones posmodernas propia de una doctrina que tiene mucho más de jeremíada de los profetas judíos del Antiguo Testamento que de ciencia. Es una visión mesiánica en la que una clase elegida viene a salvar la galaxia.

Siendo defectuosa, teóricamente indefendible y empíricamente inspiradora de los regímenes más ineptos y criminales de la historia, ¿qué podría salir de allí que venga a cuento y fundamente el llamado progresismo? Y sin esta doctrina, ¿en qué se apoyaría dicho progresismo?

La derecha

La derecha no experimenta ese agónico problema. Está en el poder, se siente confiada y nunca requirió mucha teoría que pueda caer en el descrédito porque su devoción, de modo aún más económico que el budismo proponiendo un “óctuple sendero”, consta de uno solo, el de la propiedad y libertad privada a todo evento. No se necesita mucho discurso para afirmarse bien cuando se sabe, aunque sea sin las ecuaciones de Newton, que las cosas caen por su propio peso. 
Esa es también su debilidad: no ofrece mucho glamour ni la salvación eterna. Es lo que doña Juanita quiere cada 10 años, cuando ya reventó su tarjeta de crédito. Ya se verá el 2028. ¿O el 2022?

sábado, 10 de noviembre de 2018

Intermezzo, instalaciones

Columna de Fernando Villegas: 


Los idos no creen realmente haberse ido. Se consideran en compás de espera. “Volveremos en cuatro años”, dijo un ministro, frase que, según quien sea el oyente, se entiende como una promesa o una amenaza.
El breve revoloteo de la banda tricolor desde el maternal y acogedor pecho progresista hacia el enjuto y plano de la “derecha cavernaria, reaccionaria y retardataria” encarnada por Piñera no significó mucho para la Primera Legataria de la Nación y su Gran Elenco. Como habitantes de un mundo paralelo donde existen pocas razones públicas pero muchas fantasías políticas, no fue, para ellos, ni el epílogo de una derrota ni la inauguración de un exilio ni la consecuencia de una culpa. La única versión que aceptan como causa de su tropiezo es la mala onda de los fachos pobres, la pésima comunicación y el machismo-leninismo que habría acosado “despiadadamente” a la Presidenta. Es una mirada profundamente autocomplaciente donde se mezclan en tumulto la inocencia, la ingenuidad, la porfía, la ignorancia y el oportunismo. Es lo que les permite creer que su legado es inmenso y su salida de La Moneda sólo un transitorio hipo. Por eso era innecesario ir muy lejos en el ejercicio de purificación y penitencia llamado “autocrítica”, del cual se olvidaron en una semana.

“Volveremos…”

Hay más: los idos no creen realmente haberse ido. Se consideran en compás de espera. “Volveremos en cuatro años” dijo un ministro, frase que según quien sea el oyente se entiende como una promesa o una amenaza. Para ellos la derrota en las urnas fue una anomalía. A su programa no lo consideran muerto sino vivo, no fugaz sino imperecedero, absoluto, inmejorable e intangible; por eso siguieron gobernando “hasta el último día” en La Moneda y pretenden seguir haciéndolo fuera de ella por medio de una penadura política administrada desde el Más Allá, esto es, desde pitutos en organizaciones internacionales u ONG progres.

La primera manifestación del uso de esta tabla ouija del progresismo fueron los proyectos legislativos enviados en la hora 25, suerte de torpedos dirigidos a un blanco que navega mucho más lejos de dicho “último día”. El plan es seguir vigentes con iniciativas legales, pataletas valóricas y defensas del legado que deberán discutirse en el nuevo gobierno como si fuera el antiguo. En vez de usar ese tiempo con sus propios proyectos, se pretende que el Presidente Piñera caiga en la misma situación que experimentó en su primer mandato, cuando debió ocuparse más de reconstruir el país que de construir su agenda originaria. Con esa injerencia de ultratumba la ex Presidenta y su círculo rehabilitan y resucitan la estrategia que, se dice, inspiró a Jaime Guzmán con su Constitución. Guzmán habría calculado que con ella aun el adversario se vería constreñido a ejercer su poder dentro de cierto marco jurídico; en este caso se pretende que “la derecha” se vea compelida a gobernar dentro de cierto marco político. En resumen, para la NM y la señora Bachelet el gobierno de Piñera será -o esperan que sea- sólo un “intermezzo”. Para eso cuentan con el Congreso, con al menos 100 mil combatientes instalados dentro de la administración pública para defender el “legado”, con los “movimientos sociales”, en especial los estudiantes, siempre tan útiles, con los gremios digitados por el PC, con los efectos del descalabro institucional y financiero y sobre todo cuentan con el estado anímico y los “valores” que dejaron instalados.

Instalaciones

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Los “temas instalados” de los que los idos a medias se jactan como obra de gran mérito son las trabas más dificultosas con las que tendrá que lidiar el nuevo gobierno. Se trata de posturas incrustadas en la mente popular como verdades de a puño, axiomáticas e incontestables. La sensación predominante es que si se instalaron es porque son buenas, aunque dicha transferencia automática de valor desde la cantidad a la calidad es una falacia. ¡Cuántos errores y monstruosidades no han estado instalados en la conciencia colectiva y cuántos crímenes no se han cometido a base de ellos! Por miles de años lo estuvo la idea de que la Tierra era plana y hoy, 2018, millones de fieles tienen instalada la idea de que su fe les exige obligar a las mujeres a cubrirse de pies a cabeza. Hay miles de “instalaciones” por el estilo. Casi podría decirse que la entera cultura políticamente correcta de cualquier momento de la historia es un tinglado de ridículas instalaciones dando lugar, por esa razón, a una narrativa de crímenes, miserias y locuras. Por eso digo: ¡Líbranos Señor de las instalaciones! Toda idea o sentimiento “instalado” es obsoleto precisamente porque estando instalado resiste porfiadamente el raciocinio, la lógica y la evidencia empírica, mientras lo recién instalado suele ser erróneo porque se instaló acomodándose a los discretos poderes mentales de doña Juanita. Instalada o no instalada, de ayer o de hoy, toda idea debiera resistir el análisis de la razón. Su edad no viene a cuento.

La lista

¿Con qué instalaciones se topará el actual gobierno? Con la de que el “lucro” es pecado mortal en varios ámbitos y al menos sospechoso en los demás, con la creencia de que el tema de la identidad de género es de gran trascendencia para el país, con la popular idea de que la gratuidad es un derecho exigible en cada vez más áreas, con la de que los empresarios son casi todos una turba de ladrones y/o explotadores y con la increíble memez de que ser un país “acogedor” significa dejar entrar a cualquiera, en masa, sin “discriminación”. Agréguese la grandiosa idea geopolítica de que los extremistas mapuches son combatientes de una causa justa.

Ante esa máquina de instalaciones el gobierno tal vez adoptará la estrategia de dejar avanzar las iniciativas que, por ser “valóricas”, no afectan el funcionamiento y fundamento del país, el cual radica en el orden institucional, territorial y económico. Si mañana alguien podrá firmar Eugenia en vez de Eugenio eso no afectará el IPC, el PGB ni el funcionamiento de las policías, la salud, RR.EE., etc. Para ser francos, esa clase de temas interesa sólo al 0,01% de los chilenos y a la infatigable barra de los escolares progresistas, a nadie más. Es con dicha anuencia a regañadientes pero disfrazada tras una amorosa sonrisa de modernismo -para eso está Evópoli- que se intentará aminorar o embotar la resistencia opuesta a los ajustes en los campos vitales.

¿Cuáles “instalaciones” tienen un atisbo de buen sentido y merecen su condición de tal, al menos por ahora? Imposible saberlo sin un examen lógico y empírico que ni promotores ni detractores han acometido en serio o por el tiempo suficiente. En el tema de la identidad de género, por ejemplo, muchos artículos científicos -pueden encontrarse en Google- sugieren su carácter de mero artefacto ideológico. ¿Es eso decisivo? Tampoco. Puede haber otros que digan lo contrario. Además también debe evaluarse el peso relativo de lo que piense la ciencia respecto de lo que sienta la ciudadanía. Pero este tema, como los demás, nunca pasó por una revisión de esa clase. Rato ya que todos se convirtieron en movimientos, en eslóganes, en pasión y a menudo en pura y simple imbecilidad. Se convirtieron en “instalación”.

La historia

No vale la pena reprocharle eso a nadie. Así es como siempre se ha movido la historia. La humanidad entra y sale de eras ideológicas masivas y dominantes no por la fuerza de la razón sino por el empuje de las pasiones y de intereses envueltos en feroz gritadera y piadosa palabrería. El proceso entraña absurdas demoliciones, grotescos errores, enormes costos humanos y algunos aislados aciertos. Sobre estos últimos se construye hasta la próxima entusiasta demolición y penosa reconstrucción. Encarar esta necesidad es el papel al que se resignan los grandes políticos. Consultado una vez sobre su agenda, el gran canciller de hierro Otto von Bismarck afirmó que no tenía ninguna; su estrategia era maniobrar lo mejor posible dentro y sobre la ola que de todos modos sobrevenía para así disminuir los costos y aumentar los beneficios. Algo parecido pensaba Hegel cuando afirmó que no había nada más tonto que pretender darle lecciones a la historia. Está por verse cuántos grados de bismarckismo y/o hegelianismo hay en la mente de Piñera.R

Las Furias


Nuestras Furias anhelan reventar a Piñera, desfigurarlo con la maledicencia, paralizarlo con la calle, detenerlo con movilizaciones, sabotearlo desde el Estado y hundirlo en el Congreso, pero se hará con tiento, para que nadie vaya a pensar que se está en contra de acuerdos potencialmente favorables para el país.
Cronos cortó los testículos a su padre Urano y la sangre del dios cayó sobre la madre tierra y así nacieron las Furias, terribles criaturas cuya función es castigar a los perpetradores de crímenes no expiados en el mundo de los mortales, restableciendo así el orden perdido. Se llaman Tisifone, Alecto y Megera y tienen cabeza de perro, alas de vampiro y en vez de cabellos peinan serpientes. Revolotean dando gritos a la caza de los infractores.
Esas son las Furias de la mitología griega; las de la mitología chilena, en cambio, acaban de nacer de la amputación de los testículos políticos de quienes recientemente gozaban de autoridad y privilegios, cargos, bonos, directorios, asesorías, presidencias, jefaturas y viajes surtidos; en breve, retozaban en el exquisito deleite de la vanidad, arrogancia y prepotencia que inevitablemente trae consigo el ejercicio del poder cuando lo ejercen almas de mediano calado para abajo, siempre la inmensa mayoría.
El “orden perdido” que hoy intentan restablecer es el de su régimen y su programa. Sobre esa base consideran criminales a todos quienes pretendan desarticular su desastroso esquema y en dicha calidad los persiguen -también dando gritos- en las redes, en las calles, universidades, asambleas y en todo lugar donde se les encuentre para sancionarlos escupiéndolos, pateándolos o con cualesquiera medios que los “combatientes” encuentren a mano y ojalá con todos a la vez.

La patota de energúmenos -estudiantes notoriamente ansiosos, como se vio, por la “calidad” de sus patadas- que atacó al ex candidato presidencial Kast no ha sido sino una de las tantas manifestaciones de las Furias criollas; otra es la de los jurisconsultos (as) y filósofos (as) del PC y algunos (as) del FA que justifican y hasta condonan el ataque sobre la base de una “incitación a la violencia” que habría perpetrado Kast; las Furias también se manifiestan en el anunciado rechazo de todo lo que proponga el gobierno por sensato que sea, como ocurre con la Ley Antiterrorista, la cual, amén de haber sido rara vez invocada por los idos, presenta tales falencias que en la práctica, tal como está, no cumple ningún propósito. De ahí el afán del actual gobierno por darle algún músculo para que sirva de algo. Nada más razonable, pero en el acto aparecieron las Furias catalogando dicho intento como “una estigmatización del pueblo mapuche”. Las Furias se aprestan a oponerse a todo, a sabotearlo todo. Nunca descansan, nunca se apaciguan.

El origen

¿De qué oscuros fondos surge esta ira perpetua, el afán por demoler y la postura de puños en alto y ojos desorbitados siempre presentes en el espíritu “progresista” criollo, ya sea que gobierne o esté en la oposición? Viene, dicen ellos, de su horror por las injusticias, pero podría tratarse sólo de una especiosa elaboración verbal; normalmente la única “injusticia“ que moviliza a los humanos es la sensación intolerable de que no se ha hecho justicia a sus maravillosas personas, a sus muchos méritos y a sus fantásticas ideas. De ahí posiblemente viene el furor chirriante con que el benemérito Gutiérrez, denunciador y filtrador vitalicio, motejó a los votantes de Piñera de “fachos pobres”
Es, simplemente, mezquina rabia personal camuflada como afán por establecer el Cielo aquí en la Tierra. Sus raíces son múltiples: el resentimiento derivado de las derrotas colectivas de la tribu, ideología, secta o club al que se pertenece, el causado por fracasos personales y la antipática sensación de no ir a ninguna parte o llegar sólo penúltimo a la meta. De esa reiterativa cópula entre derrota general y menoscabo personal nace la frustración, criatura contrahecha de la cual a su vez proviene el feo nieto, esa inextinguible y devoradora furia difícil de reprimir y nada fácil de disimular.

Hay en este mundo quienes se tragan dicha ira mientras otros, más emprendedores, la interpretan como santa indignación y hasta alardean de ella como si fuera una virtud. Son quienes han oportunamente encaramado su resentimiento en el ómnibus de la doctrina y el discurso, hallando así un medio de anestesiar su tormento creyendo que lo evacuan conforme a la ley, legítimamente, incluso admirablemente. De ese modo malas experiencias políticas, profesionales o estudiantiles se convierten en agresión a terceros, pero sólo por “amor a la justicia”, tal como en tiempos pasados se justificaba como ”cumpliendo la voluntad de Dios”. A veces las furias son de segunda o tercera mano. Sucede cuando en la niñez se recibe un gran “legado” familiar consistente en el catálogo de quebrantos de todo orden sufridos por el tío, el padre, madre o abuelo y cuyos gloriosos vía crucis son relatados generación tras generación. Se suma a eso la certeza o siquiera la sospecha, a duras penas reprimidas, de ser uno insignificante o mediocre en todo lo que se hace, lo cual agrega al ya denso caldo un deseo perpetuo por “emparejar la cancha”, cosa propia de quienes suelen perder en todas las canchas. Para saldar tantas y tan graves cuentas estas criaturas adoloridas están dispuestas a usar los medios que sean necesarios, ya sea la cantinflada retórica, la promesa desorbitada, la sacada de patines, la demolición de las instituciones, la manipulación y exacerbación de la rabia propia y ajena y finalmente, como ansiado plato de fondo, el recurso a la violencia física.

La “incitación” de Kast

Como la violencia política carece de buena prensa, se la justifica con la expresión de que “hubo un incentivo”. Con eso la víctima es convertida en el pecador que merece su castigo, mientras el agresor pasa a la condición de admirable combatiente por los derechos humanos. En el caso de Kast su pecado fue acudir a un recinto universitario al cual había sido invitado. Como no alcanzó a decir nada, el incentivo deben haber sido palabras dichas en alguna otra ocasión y que no les gustan a esos bravos luchadores sociales. En el fondo el incentivo consiste en que Kast siga respirando al aire libre en vez de permanecer encerrado en su casa, oculto, invisible, único modo de no irritar a nadie. Es un incentivo a la violencia el sólo hecho de que Kast exista.

¡Qué delicado cutis el de quienes resultan tan rápida y fácilmente incentivados! Pero a no asombrarse: es una delicadeza de piel y brutal elementalidad de espíritu que constituye las más abundante variedad de la zoología humana, en especial en tiempos cuando una confesión ideológica o religiosa ha ganado predominio y atrae a innumerables perdedores con su promesa de permitirles cobrar venganza bajo el alero de hacer justicia. En esas ocasiones los fieles surgen y se reproducen tal como el mosquito transmisor de la malaria cunde en las regiones pantanosas. Entonces es cuando se abre la temporada de “pisoteen a los heréticos, porque nos incentivan”.

Insidias

De las Furias hay muchas otras variantes. Están los enojados que mantienen rostros impávidos y compuestos, como Carlos Montes; hay otros que esbozan un aire ladino y una sonrisita perpetua, como Guillier; existen los con sangre de horchata esperando con paciencia que se enfríe el plato de la venganza, como Teillier y su tribu; hay algunos (as) que incluso esconden su resentimiento tras un semblante amoroso. Estos (as) últimos (as) gustan asestar el golpe de sorpresa, en emboscada.
La Furias son versátiles, astutas; saben golpear cuando se puede y saben esperar cuando se debe. No es cosa de mostrar tanto la mano por ahora. Los fachos pobres son siempre recuperables, pero no hay que asustarlos de nuevo. Nuestras Furias anhelan reventar a Piñera, desfigurarlo con la maledicencia, paralizarlo con la calle, detenerlo con movilizaciones, sabotearlo desde el Estado y hundirlo en el Congreso, pero se hará con tiento para que nadie vaya a pensar que se está en contra de acuerdos potencialmente favorables para el país. Están entonces al acecho y son cautelosos porque esta vez el equivalente a la golpiza de Kast hay que asegurarse de propinarla a matar. Con tiento esperan, aunque no en paz. Las Furias sólo estarán en paz cuando les devuelvan los testículos amputados.

Comisiones

02 DE ABRIL DE 2018/SANTIAGO EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, SEBASTIAN PIÑERA REALIZA UN PUNTO DE PRENSA AL TERMINO DE LA REUNIÓN DE COMISIÓN DE INFANCIA IMPULSADA POR EL GOBIERNO, EN EL PALACIO DE LA MONEDA. FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO


 SAB 14 ABR 2018 |  03:07 PM

Hay quienes acusan al gobierno de montar una insidiosa maniobra para dividirlos, aunque son los propios políticos quienes se dividieron entre los que decidieron ir y los que no.
Vivimos tiempos de surrealismo político; gobiernos idos hacen demandas programáticas como si aún gobernaran mientras partidarios del gobierno en vigencia se obstinan en discutir “temas valóricos” como si ya no importara agitar las aguas porque dejaron de gobernar. Pero, con todo, difícil imaginar el que acudir o no a mesas de trabajo convocadas por el gobierno pudiera desatar reacciones como las vistas. Demuestran que los políticos no están para resolver los problemas “de la gente”, sino para resolver SUS problemas. Y estos se reducen a lo que un dirigente nos explicó en 1969 con una frase digna de El Príncipe, de Macchiavelo: “Los temas del momento no importan; lo que importa ahora es resolver “la cuestión del poder”. Los problemas se resolverían, dijo, “más adelante”.

¿Cuándo llega “más adelante”? Nunca. Tras una elección ganada o perdida de inmediato aparece en el horizonte otra por ganar o perder. El problema del poder no se resuelve ni aun cuando impera un déspota absoluto. Como mínimo ha de resolver el tema de la sucesión, el del apoyo de la oligarquía, el tema del enemigo externo, el de la lealtad o disidencia de las Fuerzas Armadas, etc. Es “la cuestión del poder”.

Debates…

En Chile innumerables proyectos han dormido en un cajón porque eran del adversario y entonces se dirimía una “cuestión del poder”. Nunca se considera qué efectos positivos puedan tener para el país, sino qué efectos negativos podrían tener para adquirir o perder poder. En política casi todo se evalúa a base de intereses egoístas, oportunismo, ambición, resentimiento y deshonestidad moral e intelectual.

Naturalmente los protagonistas de esas bajezas intentan camuflarlo enarbolando grandes principios. Respecto de las mesas nos dicen que el lugar para debatir no es La Moneda sino el Congreso, pero, ¿de qué debate están hablando? Un solitario puñado de congresales intercambiando tuiters mientras alguien le hace un discurso a la pared no es un buen ejemplo de debate. Tampoco lo es la discusión en comisiones porque se celebren en recintos más pequeños. La ausencia de debate trae incluso el efecto vergonzoso de que muchos parlamentarios no tengan idea qué votaron. El vacío también se hace notorio en la por general defectuosa redacción de los proyectos, a veces corregidos con anexos no menos inanes. Ese es el gran “debate” que se pretexta para resistirse a acudir a La Moneda.

También se ha dicho que esas mesas de trabajo son un ataque a la democracia, afirmación de un surrealismo que hubiera asombrado a Salvador Dalí. ¿Cómo un intercambio de opiniones podría ser antidemocrático? Tal carencia de lógica y tanto desparpajo no acredita las virtudes de polemistas de los señores congresales.

Finalmente hay quienes acusan al gobierno de montar una insidiosa maniobra para dividirlos, aunque son los propios políticos quienes se dividieron entre los que decidieron ir y los que no. No se les ocurrió que asistiendo en masa habrían aparecido en una situación de coexistencia y vigencia política con el gobierno, falta de tino señalando que la renuencia a ir la inspiran cálculos fallidos e incomprensión total del momento psicológico que vive Chile. Se suma a eso el reflejo condicionado de acomodarse en el bus de siempre en viaje hacia el paraderos de siempre con los camaradas, dirigentes y “tribunales supremos” de siempre. Fue en esa postura de viajero con mucho millaje que vimos a Insulza. Apodado “el Pánzer” pese a no haber nunca protagonizado un ataque frontal contra nada, Insulza suele privilegiar su comodidad personal y política, amar la cautela y detestar el conflicto. Muy razonable a su edad. Estamos contigo, José Miguel. Quien se ha pasado la vida dentro de cierta cultura no va a venir hoy, al borde de la pensión y el retiro, a arrojarla por la borda.

Excepciones

Ha habido excepciones como Carolina Goic, Gabriel Boric, Sharp, Burgos, Matías Walker y unos pocos más. Sus razones para acudir son distintas, pero su coraje es el mismo. Son la excepción que confirma la regla. Pero, ¿cuál regla? No la de la disciplina exigiendo una elevada norma de conducta aun inexistente, sino la que refleja lo que siempre ha existido, la regla estadística de lo esperable por ser mediocre, de lo previsible por ser lo chanta, en breve, la “cuestión del poder”. La regla de la cobardía política, laxitud mental y rencor parido. Véase la descripción de Crane Brinton en su Anatomy of Revolution. Disponible en Amazon.

Para Soledad…(Alvear)


Como resultado de una entrevista en LT (La Tercera) donde Soledad Alvear dijo que era necesario una nueva mirada -humanista cristiana, cómo no- capaz de hacerse cargo del “exacerbado individualismo ” de la época. Como es un enigma. 
En efecto, ¿cuál es el exacerbado individualismo de nuestra época ? Nunca se había visto como ahora. La identificación del ciudadano con el catálogo de comportamientos generales que Ortega y Gasset se describe en su Rebelión de las Masas. Las apariencias engañan; no porque tantos ciudadanos vivan, manipulando sus iPhones e inmersos en otras formas de aislamiento social estamos encarando a exacerbados individualistas; al contrario, son tan solo miembros de una muchedumbre como quienes desfilaban por el Führer en 1934.
Es, la de hoy, una masa atomizada en su manifestación física, pero no menos masa. Esas posturas solitarias, autistas, son engañosas; no manifiestan la creación y preservación de una autonomía personal, sino también las condiciones urbanas y tecnológicas que nos separan del Otro. En su interioridad, este presunto individualista es parte de una tribu congregada a base de más mínimo común denominador. Si un nuevo humanismo ha de hacerse cargo de algo es precisamente de eso.
Habría también que ocupar de otro rasgo de estas muchedumbres disfrazadas de individualismo; es el sentimiento elemental ya menudo letal que el poeta WB Yeats describe como "apasionada intensidad" . Se refiere a quienes se asocian fanáticamente a devocionarios y "narrativas" porque son ellos, estos apasionados se convierten en una historia de la vida humana. Ojo, Soledad, con los santurrones, deseos de ir en piño a la Tierra de Nunca Jamás. Pretenden demolerlo and reconstruirlo all and in a love of the love to the to the end of the descreídos.
 Avanzar en fila siguiendo la utopía del momento y el fracaso que se basa en el mantenimiento de las utopías, luego, en el deseo de encontrar a los culpables del fiasco, al igual que las palabras que el prójimo usa y el tono con que dijo. Ejemplo: una niña del credo feminista nos advirtió que era desdoroso hablar de “poetisas” ; Hay que decir " la poeta". Lo nuestra era un acto machista. Así es: hasta en sus suspiros se busca a los heréticos, vivos o muertos.

Los individualistas

En los individualistas que predomina, Soledad, no es la exacerbación sino el escepticismo. Benditos sean por eso porque quienes carecen de convicciones carecen también de motivos para imponerle nada a nadie. Siempre es posible tratar y acordar con quien no hay ilusiones megalómanas en relación con su raza o cultura, duda de toda idea universal que convoque a gran marcha y no mira obsesivamente ni el pasado ni el futuro. En su relación con el prójimo gente solo busca un marco de convivencia civilizado. Busca a otro ciudadano, no a un “correligionario ”. 
Aspira a crear un espacio común donde la libertad individual -la única que realmente existe- dentro de límites consensuados. El carente de convicciones tiene, a lo más, una sola vez, que no tiene una base para que usted tenga conocimiento de la verdad y ningún derecho a obligar a nadie a seguirla ni a creyera poseer; solo quiere cooperar en lo que importa a la seguridad y la prosperidad de todos y respetar y ser respetado.

Los majaderos

Entonces preocúpese, Soledad, no del “individualista exacerbado” sino del intoxicado por la “ intensa pasión” . Desde ya oramos para que en su futuro no haya ninguno de estos últimos. Hay más que suficientes.

Desconocido de quien desprecia los sencillos arreglos de la vida cotidiana, las instituciones, las modificaciones, el léxico y el camino a los pobres de turno. Recuérdelo: los majaderos que imaginan haber nacido para salvar la galaxia ni siquiera son capaces de salvar su partido. 
Cargando utopías tropiezan a cada paso con la realidad ya que no se acumulan experiencia y sabiduría, sino solo frustración. De ahí viene la violencia que por ahora solo se ha tomado la forma de las estadísticas en la patota, pero sus perpetradores también se han convertido en la aniquilación de los infieles. El terrorista islámico es solo un caso extremo del mal. Respuestas de resentimiento, los intensos apasionados de la vida humana.

La Guerra de las Falacias


Hace unos días ocurrieron dos hechos curiosos. Uno es significativo del grado de cambio de los últimos tiempos aunque solo sea anecdótico, mientras el otro es significativo de en qué han cambiado los tiempos aunque solo sea una farsa. El primero se produjo porque el ministro del Trabajo tuvo la mala idea de viajar en Metro. Tal vez imaginaba que el servicio era todavía como el de hace 10 años o más, impecable y civilizado. Grave error. El Metro se convirtió en otro espacio público donde la urbanidad fue desplazada por un clima de agresión y flaiterío arrogándose el carácter de expresiones de “arte popular” y/o “empoderamiento ciudadano”.
 Por eso no bien entró al vagón una señora o señorita se le fue encima para enrostrarlo con las obras completas del “cahier de doleànces” del progresismo, lectura a gritos que contó con la debida barra brava y abarcó desde el capítulo de la inequidad hasta el del lucro. ¿Cómo se le ocurría al ministro subirse al Metro sin haber resuelto eso todavía?

El segundo fue la declaración de la ciudadana Bachelet de que era necesario luchar “contra el lado oscuro de la fuerza”. Así es como rebautizó a “la derecha”. Es posible que esta variación semántica a la Spielberg sea lo más valioso de su legado

¿Qué hay de común entre esta arenga galáctica y la chirriante interpelación en el Metro? ¿Qué terreno comparten ambas con la prédica de tantos plumarios, incluyendo el a cargo de conceder las debidas autorizaciones para poder uno considerarse “auténtico liberal”? ¿Qué los une a la pululante horda de Justicieros de la Tele? ¿Qué los hermana a las griterías callejeras?

Los une, reúne y hermana el espíritu de los tiempos.

Espíritu de los tiempos

Cada lapso histórico tiene el suyo. En alemán suena apocalíptico, “weltanschauung”, aunque normalmente la mediocridad imperante no hace justicia a tan bombástico término. A veces es aburguesado y los hay revolucionarios al gusto de un columnista que acaba de cacarear sobre “la épica del pueblo francés” pese a reconocer “unas cuantas” -eso cree- cabezas cortadas de más. A propósito de Francia, cuando dicho espíritu está en mala onda se habla allí de “malaise”.

El nuestro es muy peculiar. Desprovisto de acción, está repleto de dicción. Se promete, se firma, se rebautiza, se miente y se predica, pero casi no se actúa. Es el espíritu de un universo fallido en el cual el Verbo no cesa de cantinflear, pero jamás pronuncia el “Fiat” y no crea Nada. La palabra, en Chile, no precede y anuncia sino sustituye y posterga la acción. Por eso vivimos en la Tierra Prometida de las Falacias, esto es, de la ficción, la falsedad y el fraude. A eso suele acompañarlo la dosis de palabrería pretenciosa y eminentemente estéril que provee el academicismo progre.

No es casual. La falacia es el corazón mismo tanto de la cultura latinoamericana como del progresismo-izquierdismo-populismo, su ya muy viejo y pasmado fruto. Este último pretende cambiar la realidad con buenos deseos e invocaciones, para luego, al fracasar, convertir los buenos deseos en resentimiento y las invocaciones en mezquina malicia. De vez en cuando aparece una nueva generación a sacar de su tumba el impulso “por los cambios”, pero de inmediato el transitorio y tambaleante Lázaro se desploma en el lecho terminal de costumbre.

La princesa Leia

Ha habido cambios, es cierto. Uno incluso es dramático: la tradicional visión prospectiva de la izquierda se convirtió en nostálgica retrospectiva, en algo parecido a la obsoleta filmografía que suelen ofrecer en los ciclos de cine-arte. Oír hoy a sus paladines es como escuchar los parlamentos de Humphrey Bogart en Casablanca. Paradójicamente era en el pasado cuando los Aniceto Rodríguez nos alegraban el día con el futuro, sitio maravilloso donde caben todas las esperanzas. En el Paraíso Comunista al menos los patos volarían asados al alcance de la mano, pero hoy sus descendientes prefieren amargarnos la pepa con relatos de martirologios y lagrimosas exposiciones en el Museo de la Memoria. En otros períodos de hervor revolucionario hemos visto ya climas igualmente insensatos, pero sus militancias miraban hacia el porvenir y sus puntos de referencia parecían sustantivos, como el 69 en París y su rebelión estudiantil, la aun fresca Revolución Cubana y la “heroica lucha del pueblo vietnamita contra el imperialismo norteamericano”. Hoy, ¿cuáles son los referentes que nos brindan?
No los hay. De ahí las falacias, los números tergiversados “a la Eyzaguirre”, la nueva princesa Leia desenvainando reluciente espada para combatir la fuerza oscura y quizás próximamente las prédicas del Cristo del Elqui. Como el vendedor callejero de otrora que disimulaba la total inutilidad de paila para freír rosquillas con el anuncio de que mostraría una culebra, hoy el progresismo y su princesa acaban de poner a Hollywood al servicio de la causa. Hágase la luz…

Democracia a la orden


Guillermo Teillier y el PC no dudaron en apoyar el triunfo de la paz en la controvertida elección de Maduro, aunque no está clara cuál es la paz de la que hablan los adherentes a la revolución bolivariana.
La ejemplar victoria electoral de Maduro -un ejemplo de democracia “a la orden”- no suscitó aplausos ni siquiera en el seno de la izquierda, menos en el gobierno y “la derecha”, donde las quejas de siempre aumentaron como nunca. Aun así hay próceres que se rehúsan a hablar de dictadura y prefieren el vocablo “crisis”, el cual suena a cosa impersonal caída del cielo; eso les parece menos dañino para sus ideales que reconocer en Venezuela una víctima más de todo lo que inspira la colosal idiocia de un catecismo insubsanable. De todos modos, como no le pueden dejar pasar todo a Maduro, se enfrentan a una antinomia que no ha podido resolver ni siquiera con su imaginativa lógica cabeza para abajo y patas para arriba. Para callado reconocen que Maduro no transita la “vía correcta”, pero lo consideran apuntando a la meta debida, el socialismo bolivariano, sea eso lo que sea signifique en el rico diccionario del progresismo. Después de todo es en fantasear y cantinflear donde radica la fuerza de la izquierda; de ahí que fuera capaz de avalar todo lo hecho y mal hecho durante el camerino Bachelet invocando “movimientos sociales” que solo existen en el discurso. Lo de Maduro les plantea un problema mucho más arduo y de hecho insoluble.

En el fondo a los concesionarios vitalicios del progreso las pilatunadas de Maduro les importan poco. Lo que vale es “la cuestión del poder” y el preguntarse en qué consiste la democracia chavista, “el faro de Latinoamérica”, resulta válido solo si el interrogador se mueve en el terreno de la “democracia y/o la ciencia social burguesa”. En los territorios de la democracia socialista, democracia popular, democracia bolivariana y democracia cubana esas preguntas carecen de sentido. Suponen, nos informan los enterados, una “sociedad de clases” hipnotizada con el camelo de las elecciones, de candidatos de distintas posturas y de una voluntad popular entendida como la suma de los ciudadanos con derecho a voto. Si aun así el triunfo de Maduro les suscita incomodidad es porque si bien las izquierdas desprecian las concepciones democráticas clásicas, de todos modos las necesitan para darle una apariencia de legitimidad a la suya, a “su” democracia, a la socialista bolivariana o socialista a secas; las requieren para disfrazar con un envoltorio popular la opresión ideológica, ineficacia, ruina y violencia de sus regímenes. Necesitan arroparse con el crédito que brindan esas despreciables concepciones capitalistas. Stalin, “genio creador del marxismo” según balbuceaban sus aterrados camaradas, no vaciló en resucitar el anticuado concepto de “defender la madre patria” cuando la Wehrmacht amenazaba, en 1941, con aniquilar su régimen. Maduro no aprendió la lección.

Teillier

A diferencia de sus compañeros de ruta, Guillermo Teillier no se pierde en enredos. Sin vacilar dijo que “en Venezuela ganó la paz por sobre la confrontación que impulsa el imperio y decidió el pueblo soberano con su voto y su conciencia”. No está claro qué paz es esa que habría vencido y qué soberanía tiene el pueblo que aún vive en Venezuela, el cual se abstuvo masivamente, sin contar los cuatro millones que han emigrado y difícilmente hubieran votado por Maduro. Al régimen lo apoya solo una fracción de la masa que votó, la cual es una fracción de la masa total de votantes, que a su vez es hoy una fracción de la población venezolana original, pero, ¿qué importa? Ganó la paz.

No es que Teillier sea un bromista. Para que el país sepa a qué atenerse hoy y mañana, es su sincera concepción del mundo la que se revela en esas palabras. En su visión -y la de su partido- la soberanía no reside simplemente en la voluntad cuantitativa reflejada cierto día por la mayoría del pueblo, a veces comportándose como “fascistas pobres”, sino radica en la perenne voluntad cualitativa de quienes coinciden con las leyes del materialismo histórico y el pensamiento de las “vanguardias”. ¿Acaso la NM no se avalaba con el cuento de una “mayoría popular” que nunca existió en los números?

Dogma

En Teillier, en sus camaradas, partidos aliados, compañeros de ruta y muchos -no todos- jóvenes del FA y otros segmentos de ese abigarrado ente que es la oposición opera con mayor o menor claridad e intensidad la misma mirada. Se basa NO en lo que la gente quiere, sino en lo que debería querer de acuerdo a una doctrina revelada, la cual, dicho sea de paso, esconde tras el significado aparente de sus agendas públicas un secreto o arcano que se revela solo a los iniciados. Es este: “el pueblo” no es una suma de personas de carne y hueso, sino una “idea” cuasiplatónica acerca de qué tendría que ser ese pueblo, qué debería necesitar ese pueblo y en qué encarnación beatífica se revelará en el futuro ese pueblo. En una de esas podría encarnar como el “hombre comunista” que vendrá a salvarnos luego de la anunciación de Juan Bautista. En esa visión teleológica, digna del Juicio Final, se basa también la tesis de los “movimientos sociales”. Nadie los ha visto porque no están en la calle sino en el dogma, donde yacen junto al legado y los santos apóstoles. Fiat Voluntas Tua.

El Gran Inquisidor


Estos personajes declamatorios pretenden meternos por el gaznate cada una de sus pobres regurgitaciones.
El señor Elizalde, hoy a cargo de una colectividad que conoció tiempos mejores y hasta gloriosos con los Clodomiro Almeyda, Aniceto Rodríguez, Allende y Pedro Vuskovic, todos inteligentes (pero no olvidéis que los caminos del Señor son inescrutables) está experimentando una placentera transformación: a ojos del progresismo su imagen ha ido mutando desde la del villano que habría urdido el asesinato político de Lagos a la actual, algo más decente, del “hombre duro” del momento al servicio de la Gran Causa del regreso al poder y a los pitutos. Es el resultado de su esmero por representar el papel de Fiscal de la Probidad Pública, Censor a tiempo completo, Inquisidor y labrador de frases que, en su autoestima, debe considerar prodigios de ingenio. Es, dentro de la jauría socialista, el que por ahora ladra más fuerte.

Una de sus frases más recientes fue aseverar que el Estado “no es una agencia de viajes”. Se refería al tour escolástico del ministro de Hacienda a Estados Unidos, caso al cual la oposición se ha asido con la desesperación de quien se ahoga y aferra a un clavo ardiente. No habiendo ideas, no habiendo “autocríticas”, no habiendo programas y lo peor de todo, no habiendo cargos ni nada que les permita dar una prueba de vida, recurren al anecdotario político, a lo que dijo fulano o zutano, a la nominación de un hermano del Presidente, al viaje del ministro o al costo de un televisor. Hay que sacarle provecho a lo que haya y tocar el timbre en Contraloría, golpear la puerta en el TC, presentar demandas judiciales, hacer declaraciones y poner caras de Santos Varones.


A propósito de Santos Varones, los pueblos de habla inglesa usan la expresión “self-righteousness” para denominar la actitud de quienes se consideran iconos y custodios de todo lo que es justo y correcto. En los diccionarios Inglés-Español la definición no es muy amable: santurronería farisaica. A propósito de dicha actitud y en una columna en el New York Times el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Virginia, Gerard Alexander, tuvo a bien poner en conocimiento de los santurrones que “no son tan listos como se lo piensan”.


No es que Alexander transite por la vereda del conservadurismo, sino al contrario, echó al vuelo las campanas de alarma porque teme que Trump podría ganar la reelección si los “liberals”, que hoy hacen nata en las universidades, el Congreso, la prensa, la TV y en Hollywood continúan provocando resentimiento en todos a quienes imputan como racistas, fascistas, sexistas, homofóbicos, reaccionarios, etc. Según Alexander, durante la campaña presidencial ese desdén abarcó a millones de norteamericanos, entre ellos a muchos que habían votado hasta dos veces por Obama, pero que esta vez, sintiéndose menospreciados, reaccionaron votando por Trump. El “liberal”, arguye Alexander, se cree intelectualmente superior al ciudadano común e imagina saber siempre qué es lo justo y adecuado, actitud intolerable que provoca reacciones contrarias a su agenda. En eso consiste su falta de listeza.

Autocomplacientes y cachetones

De todo eso en Chile sabemos bastante, quizás más que suficiente. No sólo abundamos en iluminados (as) que creen tener en sus manos la agenda del progreso de Chile, sino además en los últimos cinco a 10 años hemos visto la emergencia masiva de gente no solo dada a dicha santurronería farisaica, sino además complacientes en su ignorancia porque ignoran que lo son. Su inanidad no los contiene; ¿acaso queda algún ítem valórico, político, histórico, racial, sexual, ideológico o religioso en que no estén presentes? A los académicos de moda evacuando letárgicos papers o fatigosas columnas de opinión ahora se han sumado quienes jamas se interesaron en esos temas, ni siquiera sabían que existían y de los cuales no han leído ni menos estudiado nada.
 No importa; todos por igual, la gran mayoría en estado de glorioso analfabetismo, se suben al vociferante bus del paseo de curso y entonces somos estupefactos testigos de cómo simples colegiales, oscuros políticos y políticas de la vertiente progre, súbitos “liberals”, hombres y mujeres ancla de la televisión, actores y actrices de teleseries y un Gran e innumerable Elenco de partiquinos disertan sin fin pero también sin inteligencia. El boleto del bus está al alcance de cualquiera: basta poner los ojos en blanco y sentirse la sal de la Tierra. ¿No consiste en eso la self-righteousness?
A diferencia del “autocomplaciente” de hace 15 años, figura algo fastidiosa pero al menos no intrusiva, estos personajes declamatorios no solo rechazan todo lo que existe y tienen Los Diez Mandamientos para todo lo que aun no existe, sino además pretenden meternos por el gaznate cada una de sus pobres regurgitaciones. Son agresivos, ruidosos, histriónicos y pagados de sí mismos y con eso instantáneamente revelan que sus posturas derivan menos de la reflexión que de la emoción. Son, en suma, lo que otrora se llamaba, sin tanta delicadeza, cachetones hinchapelotas.

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