Difícil darle el gusto a toda la gente, en especial en tiempos de ebullición mental de las multitudes, pero, por otra parte, ni falta que hace y aun si hiciera falta es imposible lograrlo.
Se dice que en la guerra la primera víctima son los planes de los bandos en lucha; en el caso de épocas conflictivas la primera víctima es la razón, el sentido común y el afán por entender REALMENTE de qué trata cada asunto. Véase cómo se manifiesta esta imposibilidad, hoy, en Chile.
Si respecto al tema de las migraciones bastante masivas que ha tenido el país se afirma que es preciso ponerles orden, regularizar, separar la paja del grano, no dejar pasar delincuentes ni aceptar gente colándose ilegalmente, entonces se le acusa a uno de fascista, racista, xenófobo, inhumano y reaccionario; si por otra parte se dice que el documento sobre el tema creado por la ONU y que firmará nuestro país no intenta sino ponerle reglas razonables a un fenómeno que existe DE TODAS MANERAS, entonces se está regalándole el país a los extranjeros, siendo “ingenuo”, desfondando la seguridad social y traicionando la Patria.
Si se afirma, conforme a lo que la observación ofrece cada día, que el movimiento feminista ha alcanzado, como le sucede a todo movimiento, una fase delirante y contraproducente, entonces uno es misógino, machista, fascista, reaccionario, acosador y violador, pero si uno hace la obvia observación de que a fin de cuentas los movimientos extremos, como el feminismo en su actual talante, surgen y se desarrollan porque los arreglos necesarios para eliminar injusticias no se logran por la vía del mero discurso y raciocinio pero que, a la larga, cuando se calmen las cosas, algo de positivo saldrá de eso, entonces uno se está “vendiendo” al movimiento, le está prestando ropa y se sumó a la fila del “Me Too” de los asustados, mucho más larga que la de las señoras y señoritas.
Si se observa que Trump es una figura histórica que debe ser entendida en el contexto de las trasformaciones en todo orden de cosas que ha experimentado la sociedad norteamericana y que, además, algunas de sus iniciativas eran de todas maneras necesarias, entonces se es un reaccionario vendido a la “ultraderecha”, pero si luego, siguiendo con el ánimo de examinar todos los ángulos posible de un tema, se dice que Trump ha metido severamente las patas en muchas cosas, comenzando con los efectos de su irascible retórica, entonces se es un “progre”, un izquierdista, comunacho irredento, alguien que se ha comprado el discurso políticamente correcto y desde luego tonto de capirote.
Si se dice que las izquierdas no saben manejar las economías porque ponen en primer lugar su inmutable afán por las “trasformaciones profundas” y además no creen en el crecimiento propio del sistema capitalista, uno es lacayo del imperialismo y mascota de los “ricos-ricos”, pero si se dice que buena parte de los empresarios y sus Cortes de obsecuentes ejecutivos son, en promedio, una manga de arrogantes mediocridades, de oportunistas, miedosos y abusadores, entonces uno es siervo del PC, rojillo con piel de liberal, subversivo disfrazado.
En fin, el sentido común dejó de serlo y ni siquiera se le echa de menos. Lo que vale hoy es “tomar posición”, esto es, arrojarse dentro de una trinchera y bombardear a la del otro lado. La razón es hoy simplemente la “tierra de nadie” adonde se dispara a quienquiera se mueva por ella.
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