sábado, 26 de enero de 2019

Viejas Porfiadas


No se equivoque; el título hace referencia a otras personas. En primer lugar se refiere a Nancy Pelosi, líder de los demócratas de los Estados Unidos, mujer de muy avanzada edad pero físicamente bastante bien conservada.

De seguro ha sido favorecida por los desvelos de una sucesión de artistas en el ramo de la cirugía plástica. No es imposible, aducen los especialistas en este tipo de intervenciones, que a estas alturas, tras tantos estiramientos, la Pelosi deba depilarse las cejas en la nuca. En cuanto a sus condiciones mentales, sin embargo, su estado de conservación es diferente. No hay en ese aspecto de su persona mucha lozanía. Ha demostrado ser lo que a menudo llegan a ser bastantes personas de su edad, especialmente si arriban a posiciones de poder. Es cuando se convierten en monstruos de tozudo egoísmo y con un afán tardío pero por eso mismo inmensamente tenaz por cobrarse de una buena vez, antes de que sea demasiado tarde, las facturas acumuladas a lo largo de toda una vida. La Pelosi se ha encontrado, ¡al fin!, en esa condición. Tiene hoy la oportunidad de hacerle ver a la galaxia la extensión de sus poderes, aunque simultáneamente, ocupando el centro del escenario, está también mostrando desnudamente su contextura mental y emocional.

La edad es, hasta cierto punto y dependiendo de las facultades del individuo, una época en la que predomina el saber, los frutos de la experiencia y el raciocinio de muchos años; por eso muchas culturas respetan y oyen a sus mayores y no sólo por condescendencia o afecto. Los viejos pueden parecerle, a las generaciones recién llegadas al mundo, gente “out”, fuera de sintonía, incluso “gagá”, pero si bien dichos ancianos y ancianas puede que en verdad no sepan de las modas y afectaciones del momento -ni les interesa conocerlas, por lo demás– en subsidio saben perfectamente acerca de lo importante, lo permanente y lo decisivo, todo lo cual es precisamente lo que los más jóvenes, cautivados por la novedad, suelen no ver.
Sin embargo, pasado cierto límite y en especial si se trata de gente que nunca lució destacables virtudes intelectuales, la ancianidad se convierte en una catástrofe y una peste. Es el caso del viejo (a) leso (a), porfiado (a), quienes no entienden razones, se obstinan en una postura rígida y terminan sólo sabiendo bien y claramente qué odian, a quién odian y a quiénes desean fastidiar. Hay, en esa variedad de valetudinarios, un feroz afán por cobrar venganza de pasados agravios y aplastar a sus adversarios reales o imaginarios aunque el precio lo paguen miles o hasta millones de personas. Este viejo o vieja porfiado o porfiada ya no razona, no examina, no evalúa; se atiene a lo que creyó en el pasado, a principios, proclamas, clichés, convocatorias o frases hechas que con el paso del tiempo, en vez de desmoronarse ante sus ojos por la repetida experiencia de su vaciedad, al contrario, se consolidan, momifican y fosilizan.  
En el caso de la Pelosi, su show de completa negación ante las proposiciones del presidente Trump por crear una barrera fronteriza creíble y funcional, últimamente propuesta en la forma de un paquete absolutamente razonable y en todo caso sujeto a negociación si fuera necesario, es menos una muestra de adhesión a ciertos principios que un caso estridente de odiosa porfía y ganas de obtener una victoria política a cualquier costo. Patética son además las razones que esgrime, como lo es su argumento de que un muro “es inmoral”. De esa postura absolutamente irracional no se ha movido. Malos son los tiempos cuando personas de esa laya llegan a esa edad y además llegan al poder. 

El segundo caso de porfía deletérea es el de Theresa May, la primera ministro británica. Pese a la situación de extrema gravedad que afronta UK, con una posible salida estrepitosa y ruinosa de la Unión Europea, se obstina en no alterar ni un ápice sus posturas relativas al Brexit a pesar de la abrumadora derrota sufrida por su propuesta y pese, además, al escaso margen con el cual conservó su posición luego de un voto de desconfianza que ganó por estrechísimo margen. Porfía una y otra vez, contra toda razón, en su postura de que es preciso obedecer contra viento y marea una “voluntad popular” ya con dos años de antigüedad y además manifestada en esa ocasión en medio de un estado de total ignorancia respecto a la auténtica naturaleza de lo que se votaba. 
¿Por qué?, se preguntan los observadores, ¿la voluntad popular sólo ha de tener UNA oportunidad de explayarse en cada tema? ¿No es evidente que el clima relativo a la salida o permanencia en Europa ha cambiado?
 Y si no lo ha hecho, ¿cuál es el daño de preguntar por segunda vez para ratificar que efectivamente el pueblo británico ha decidido cometer suicidio?   Dudamos que  esos simples raciocinios hayan pasado por la mente de May y de quienes la apoyan. 

martes, 15 de enero de 2019

El club


Había un personaje de la historieta “El Pato Donald” llamado Glad con Suerte. De vez en cuando aparecía en algunos de los episodios de Donald y sus sobrinos. Este pato suertudo caía siempre de pie, ganaba los sorteos, era exitoso en todo y muy detestado por Donald. Su suerte infalible era en verdad odiosa.

Hay no sólo patos, sino también gente así. Son personas que caen paradas y salen bien en cada ocasión que se les presente para perpetuo asombro de quienes los conocen y saben de sus limitadas facultades, de sus modestas  capacidades, su carencia de grandes virtudes y en general de su integral medianía. Es por eso que sus éxitos, su fama, sus ganancias, etc, se presentan a los espectadores como un prodigio inexplicable o quizás resultado de un karma en extremo positivo acumulado en otras vidas. En algunas almas cunde no tanto el pasmo como la desagradable sensación de que hay una fenomenal y perpetua injusticia ante tanta suerte “inmerecida” y entonces, a reglón seguido, se menciona a quienes, pletóricos de virtudes y talentos, lo han pasado siempre mal y a veces hasta han terminado pésimo. La lista suele llenarse con genios reconocidos por la posteridad y sólo por la posteridad porque mientras en vida no se les dio bola. 

Grave Error

Sin embargo es un grave error creer que dicha suerte desorbitada que ostentan algunos sea una injusticia; al contrario y como ya se verá, nada es más justo porque los agraciados con tan buena fortuna normalmente hacen sobrados méritos para experimentarla. El principal de ellos es que en su despliegue y apariencia física, en sus conductas, en sus opiniones y en general en el talante global de su cuerpo y su mente coinciden en un cien por ciento con los gustos, comportamientos, prejuicios, pasiones y reflejos condicionados del vulgo. En estos personajes la ciudadana se reconoce a sí misma como si se mirara al espejo, pero además a un espejo que ofrece una versión maquillada, reluciente y embellecida expresando de ese modo la apariencia dominguera de la chatura de turno. Nada es más popular y exitoso que dicha coincidencia de cuerpos y almas. Es la sólida base que eleva al estrellato a las figuras de la farándula, a poetas mediocres, a escritores dedicados a glorificar las costumbres y gustos de tal o cual grupo, a políticos, a actrices y actores, artistas de variedades u hombres y mujeres de la televisión. Por eso son amados, reconocidos, ensalzados, adorados e instalados en pedestales de pacotilla.

Pero hay más…

En ciertas circunstancias esa barra brava favorable a tal o cual persona que los refleja de cuerpo entero toma una forma organizada, corporativa; no es ya simplemente un simple agregado de personas con gustos similares a los del ídolo, sino una colectividad. Debido a eso el apoyo, endiosamiento, celebración, favor y afecto concedido al suertudo o suertuda es mucho mayor, más poderoso y más sustentable en el tiempo porque dicha persona representa no sólo los gustos de individuos aislados, sino encarnan  las ideas, valores y sentimientos de un grupo completo, los cuales siempre tienen intereses a más largo plazo. En un caso así el que “coincide” puede convertirse en icono, en líder, en emblema, en el “rostro”, en la representación escénica del grupo, en su presencia en sociedad. Por eso se le idolatra y eventualmente se le premia.  
Pero hay aun más. No se trata sólo del sentimiento positivo que asalta a quienes vemos a alguien conducirse como lo prefiere o predica el grupo al que pertenecemos, sino además pueden haber y de hecho suelen haber intereses de por medio. Cada hombre o mujer que piensa, habla y siente como nosotros no sólo valida nuestro pensamiento y sentimiento, lo hace crecer y así lo legitima y hace más viable, creíble y plausible, sino además el ensalzar a quien nos refleja puede significar, mañana, una sustantiva retribución. Hoy por ti, mañana por mí. Es humano esperar en el futuro una vuelta de mano de quien apreciamos y valoramos; si hoy manifiesto estruendosamente mi estima hacia fulano , esperamos que mañana el estimado manifieste la suya….

El Club…

Si acaso dicha corporación es una entidad internacional del nivel, organización, intereses y prebendas gigantescas propias de la burocracia internacional amparada tras y dentro de la ONU, la OEA, las ONG más glamorosas, los organismos de la Unión Europea, etc, etc, entonces no se sorprenda de los nombramientos que haga a grandes cargos de personas de reducidos o modestísimos recursos mentales. Eso importa poco. La solidaridad, afecto y apego a determinadas figuras y su correspondiente equivalencia – o pago– en nombramientos, prebendas, premios, distinciones, honores y aplausos surtidos adquiere un carácter cuasi sacramental no porque el así agraciados sea el mesías, sino sencillamente porque “es de los nuestros”, porque recita el devocionario corporativo del momento y de esa manera refleja los valores y razón de ser del organismo, lo cual es de importancia superlativa para la manutención de la organización y sus beneficios a largo plazo. ¿Qué iglesia no celebra a sus santos y mártires? Es, toda entidad burocrática internacional, una suerte de club de amigos jugando perpetuamente a las sillitas musicales, cambiando un puesto por otro, homenajeándose entre sí, engrandeciéndose, palmotéandose y nominándose. Una vez dentro, nunca afuera…

viernes, 4 de enero de 2019

Resistencia y Lucha


Lula, el corrupto e incompetente obeso que gobernó Brasil junto al “Partido de los Trabajadores” y  hoy día en la cárcel pagando por sus latrocinios, ha tenido el descaro, al momento de asumir Bolsonaro, de hacer un llamamiento -¿a quien?– para dar inicio a una temporada de “lucha y resistencia” como si en vez de estar echado de espaldas en el angosto camastro de una penitenciaria estuviese montado sobre un gallardo caballo, espada en mano, llamando a sus huestes al combate.

En el primer momento quien lo oyó pudo asombrarse ante tamaña desvergüenza, pero de seguro no demoró mucho en darse cuenta que no hay, en gente como Lula, en militantes de la sensibilidad de los fracasados y mano larga, en la confraternidad del progreso del bolsillo propio a costa del erario de la nación, otra postura que esa cuando han perdido el poder porque cualquiera sea el lugar donde se hallen, ya sea en la cárcel o en una ONG, en un Congreso o en un puesto de la ONU, ¿qué otro destino, posición, cargo u otro modo mejor y más fácil de ganarse la vida sino en el disfrute del poder, aferrándose a la teta fiscal, a los privilegios, a las prebendas, a los pitutos? Y por tanto, ¿a quien llaman y convocan a la lucha? A sus colegas de fracaso y cesantía, en especial los que NO consiguieron destinaciones de consuelo por mientras tanto. ¿Y contra quién es la lucha? Contra quien los venció y les arrebató todo porque no se trata de una batalla épica contra las fuerza del Mal, el fascismo, la reacción, la globalización, la reacción, etc, sino contra los advenedizos e insolentes que les han sacado el sofá debajo del poto, arrebatado sus escritorios, cerrado los cajones y obturado las espitas de las que manaba abundantemente, hacia sus gaznates, la deliciosa leche del presupuesto del país.

Aunque esta es ya historia archiconocida, a saber, la insaciable hambre por la mantequilla estatal de las izquierdas ahora disfrazadas de progresismo, no dejan, ciertos episodios, de causar pasmo por su descarado extremo, como ocurre con Lula. Por otra parte Lula sólo es un caso de caricatura de una postura ya conocida. La vemos todos los días, aunque diluida, sin tropicalismos, en nuestro país. El llamamiento a oponerse denodadamente contra toda iniciativa, el aire de rescatadores del mundo de la invasión de los extraterrestres, el cinismo o inconsciencia con que suponen que con su derrota se ha perdido una gran oportunidad histórica que lamentablemente los fascistas pobres no entendieron de buenas a primeras, todo eso es cotidiano y en dicho papel se involucran dirigentes a quienes se les presumía, en otros tiempos, una dosis de decencia y sentido común. Son los tiempos. A otros,  viejones a quienes se suponía moderados, se les ve hoy recitar con estridencia el rosario de la izquierda “combativa” refregando sus hombros con jóvenes de barbita y bigote -el uniforme facial del momento–  para ver si se les contagia ese no-sé-qué de modernidad y frescura política que se les atribuye por mucho que no ofrezcan otra novedad que su inexperiencia pues, como es público y notorio, el devocionario al que le prestan su afiliación es apenas algo menos viejo y desde luego mucho menos sabio que el Eclesiastés. Lula, después de todo, ha hecho escuela.

Seguidores