jueves, 21 de septiembre de 2017

La justicia tiene buena vista


Todo eso nos indigna porque tenemos una idea infantil de la Justicia. Creemos sinceramente que una fuerza cósmica personal o impersonal opera como un minucioso contador-auditor premiando al bueno, castigando al malo y todo eso aquí y ahora o a lo más con algún retardo y siempre en la debida proporción. Os debo informar que no hay tal contabilidad. Las fuerzas cósmicas crean o destruyen con la más absoluta indiferencia. Tanto es así que para obtener dicha justicia perfecta y oportuna debemos inventarnos un Dios que haga la pega. Tampoco hay fuerzas institucionales con vocación de justicia aquí en la Tierra como no las hay en el Cielo.
Dijo alguien, hace siglos, “que se haga Justicia aunque perezca el mundo”, pero puesto que el mundo no ha perecido ha de deducirse que más bien falleció y sigue falleciendo la Justicia, ya sea a manos de los facinerosos o a manos de la Diosa Fortuna. ¿Quién no conoce el oratorio Carmina Burana de Karl Orff, donde se propone que en el mundo lo que reina es el Azar? Por eso en su primer y último acto se canta “Fortuna Imperatrix Mundi”, esto es, la suerte lo gobierna todo, nos gobierna a todos. Menos musicalmente y más sinuosamente Platón dijo casi lo mismo en La República, donde detalla las características de un Estado donde al fin imperaría la Justicia, pero a renglón seguido -“a propósito de escopeta” diría un chistoso- acota que para encontrar dicho Estado habría que ir a buscarlo al Cielo. No queda otro remedio que buscarlo allí porque en la Tierra reina la Fortuna o los pitutos, el azar o las redes de apoyo, desde luego siempre los cargos políticos y eternamente la hipocresía.
Todo eso indigna a las almas piadosas, siendo estas normalmente las que no lograron encaramarse en el carro de los beneficios y han convertido su impericia o mala suerte en deslumbrante virtud moral. Por eso y en subsidio no pocas religiones prometen de que al menos en el Más Allá se hará Justicia, o en otras palabras, les van a sacar los patines a los pérfidos ganadores. A nosotros, perdedores en todas las rifas, solo nos resta hacernos esa mezquina esperanza o soñar con un sitio y/o Edad de Oro donde y cuando no haya lugar para la intervención de oportunas prescripciones y/o “Comisiones de Ética” inclinadas a dar carpetazo. At last but not least queremos darnos el gusto de ver a los de arriba enviados a alguna clase de infierno. Ya se sabe: “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja de que un rico entre al Cielo”. Si desea justicia ármese entonces de paciencia y espere el día cuando congreguen a vivos y muertos en el valle de Josafat.

Dicho sea de paso, ¿por qué la Justicia habría de ser virtud de este mundo? El mundo está habitado por criaturas cuyos sentimientos de equidad solo aparecen y se reclaman cuando son ellas las perjudicadas, no el prójimo. Otro filósofo griego, Protágoras, dijo que “el hombre es la medida de todas las cosas” y en efecto la justicia está hecha a la medida del interés de quien legisla y de quien juzga. Pilatos, quien se preguntó “¿qué es la verdad?”, puesto que en ese momento hacía de juez con mayor razón debió preguntarse sobre la naturaleza de su trabajo.


Decimos todo esto a propósito del largo catálogo de iniquidades que se han ido acumulando en los últimos años. La Iglesia Católica chilena, por ejemplo, no quiso sancionar los abusos de varios de sus frailes hasta que finalmente las tardías iniciativas del Papa han impuesto alguna justicia. Ahora estamos viendo quizás hasta a media docena de prelados en severa penitencia. Sin embargo para las víctimas la pérdida de mitras y báculos por parte de los pecadores sabe a muy poco, mientras para el resto de la población la pena es aun más desabrida. Esto último es esperable; normalmente el culpable se siente inocente y la víctima a veces puede sentirse perdonadora, pero a quien nadie le pasó la guitarra es implacable y suele arrogarse la condición de Juez Supremo con el Código de Dracón en la mano.

Hay ejemplos peores en los que la justicia no ha sido poca sino inexistente. ¿Cuántos señoritingos (as) del mundo de la política no se han librado de la justicia pese a sus desacatos en moneda contante y sonante y/o por grosera incompetencia? Docenas. Incluso, ya libres de polvo y paja, algunos (as) pontifican y aducen que son objetos de “persecución política”. Una alquimia milagrosa los (as) convirtió de sinvergüenzas en mártires de una santa causa. Otros u otras ganan suculentas destinaciones administrativas o son premiados (as) Urbi et Orbi y hasta pretenden testar valiosos legados. Hay gente que amén de meter la pata metió las manos, pero escriben sus memorias en apacibles retiros académicos. La enumeración, de ser exhaustiva, no tendría fin.

Una idea infantil

Todo eso nos indigna porque tenemos una idea infantil de la Justicia. Creemos sinceramente que una fuerza cósmica personal o impersonal opera como un minucioso contador-auditor premiando al bueno, castigando al malo y todo eso aquí y ahora o a lo más con algún retardo y siempre en la debida proporción. Os debo informar que no hay tal contabilidad. Las fuerzas cósmicas crean o destruyen con la más absoluta indiferencia. Tanto es así que para obtener dicha justicia perfecta y oportuna debemos inventarnos un Dios que haga la pega. Tampoco hay fuerzas institucionales con vocación de justicia aquí en la Tierra como no las hay en el Cielo.

¿Por qué y cómo “zafan”, como dice un colega y amigo, los incumbentes de las instituciones, los poderosos o cercanos a los poderosos, todas las variedades de los frescos, abusadores y aprovechadores con tal que tengan estatus? Precisamente por eso. ¿Qué es tener estatus sino tener poder para hacer lo que se nos dé la gana y sin pagar costos? Es una maravillosa condición llamada impunidad, pero también se la llama complicidad o “defensa corporativa”. El entero tinglado social está armado de tal modo que un daño masivo a uno de sus engranajes puede causar perjuicios irreparables al conjunto y, por consiguiente, fastidiar a quienes tienen las mejores acomodaciones. Por eso, porque está en juego la “seguridad nacional” o los “intereses superiores del Estado”, la sanción se suspende, se posterga, se evapora y/o se anuncian comisiones, comités de ética, “sanciones ejemplificadoras”, investigaciones “caiga quien caiga”, etc., sin que nadie caiga ni resulte ejemplo de nada.

¿Esperaba usted otra cosa? ¿Va acaso la Iglesia a sufrir daños enormes solo para darles un gustito a quienes reclaman “una total justicia”? ¿Va una élite a ponerse en situación crítica llevando al paredón a los ineptos (as) de sus filas cuyos actos u omisiones causaron estropicios inmensos, a veces incluso muertes? ¿Va a desarticularse una colectividad política llevando a TODOS los corruptos a un “tribunal supremo”? Las personas a veces se suicidan, pero las instituciones y las sociedades no. Pueden morir por torpeza, por agresión de terceros, por incapacidad, pero jamás por “hacer justicia”. R

martes, 12 de septiembre de 2017

“La gente talentosa no se dedica a la política”


Año 5, N° 123, Viernes 9 de Marzo 2007
Fernando Villegas
“La gente talentosa no se dedica a la política”
Considerado uno de los analistas más polémicos y taxativos de los medios nacionales, Villegas lleva tiempo sacando ronchas. Ácido en sus comentarios y dueño de una seguridad intelectual que escapa al promedio, este comentarista de TV, con estudios de Sociología y de 58 años, posee una capacidad inherente para sacudir con sus opiniones hasta a los más seguros de sí. Reconoce que su carácter no es de lo mejor y que no hay muchas cosas afuera que llamen su atención. De ahí que prefiera estar en su casa, rodeado de sus cientos de libros y sus computadoras para jugar ajedrez, porque Villegas puede ser catalogado de todo, pero por lúdico no se queda.

Pactamos el encuentro por teléfono, pero advierte que no está dispuesto a ser carne de cañón para entrevistas tontas. Y es que la experiencia le ha enseñado que no son pocos los que no le quieren, incluyendo a muchos periodistas que le consideran un advenedizo en esto de la opinión y el análisis nacional.

Sin embargo, al recibirnos en su estudio, que más bien parece una guarida cercada de textos, sus únicas posesiones materiales que asume como importantes, caemos en cuenta que el hombre tiene más que méritos para estar donde está. Determinante en sus apreciaciones y con una visión racionalista y lógica sobre todo, Villegas no tiene problemas en dejarse llevar por El Periodista en una conversación a segundos tirante y finalmente, distendida.

¿Cómo evaluaría este primer año de Bachelet?

Creo que es igual en promedio a cualquier otro gobierno de la Concertación. Con grados más o menos, pero que habría que verlos con microscopio. En el fondo, todo gobierno es mediocre, todo gobierno tiene una capacidad de acción, de previsión y de ejecución, que es mediana en el mejor de los casos, porque el gobierno está constituido por mucha gente, por muchos mecanismos que demoran las cosas. No hay nada especialmente malo. Pero es más malo a su vez, porque a esa máquina común y corriente le tocó enfrentar situaciones que vienen madurando desde hace mucho y que se han ido precipitando. El país es una entidad más compleja, con gente más demandante, más sensibles a las situaciones, más conscientes de sus derechos o supuestos derechos, sin ser conscientes de sus deberes, por cierto. Eso hace más difícil todo. Estaban madurando muchas cosas y brotaron como una erupción en la piel y frente a eso, creo que cualquier gobierno al que miráramos con pinzas, el mismo equipo del gobierno de Lagos o de hace cuarenta años, no creo que hubiese sido mejor. Para eso se requeriría que el gobierno estuviera en manos de genios, de tipos muy superiores intelectualmente y eso no ocurre.

¿Cree que el gobierno podría haber manejado mejor, comunicacionalmente, las crisis?

La verdad es que me importa un carajo el manejo comunicacional. No sé cómo manejan las comunicaciones los gobiernos, si bien o mal, creo que eso es indiferente.

Pero finalmente la percepción de la ciudadanía frente a las crisis pasa por el manejo de las comunicaciones…

Puede ser, pero en mi caso no. Yo no me dejo llevar por los comunicados ni por las campañas comunicacionales. Se ha instalado en la conciencia colectiva que en los gobiernos y en la política, el mundo virtual es más importante que el real.

Ya no importa tanto si hiciste bien o mal algo, más importante es cómo lo comunicaste. Es una aberración. Una aberración que parte de la base que somos todos imbéciles. Yo no soy imbécil. Así que aunque venga un genio de las comunicaciones a contarme un cuento, yo dejo todo eso de lado. Me interesan qué cosas reales hicieron en el mundo real. El hecho de que se preocupen tanto de la comunicación, ya es un mal síntoma. "Que las comunicaciones, que la imagen, que estamos proyectando imagen", ¡que me importan a mí las imágenes! La prueba de lo que digo, está en el Transantiago. Pusieron a un fetiche popular, como es Zamorano, a sacar una sonrisa a 300 millones el minuto, que es lo que debe haber cobrado, ¿y eso cambió algo? ¿La gente en las poblaciones es tele-transportada como los personajes de Viaje a las Estrellas? ¿Los micros se demoran dos minutos? No. Entonces ¿de qué sirven las comunicaciones?

Supongo entonces que no es de los que cree que la gestión y la forma de abordar las crisis del gobierno de Bachelet, tiene que ver con el género…

No, los géneros son igualmente idiotas. En ese sentido no hay diferencias entre hombres y mujeres. Son todos igualmente brutos. No tengo prejuicios contra eso.

O sea, de derecha, izquierda, centro, hombre o mujer, frente a la coyuntura que ha debido enfrentar Bachelet, ¿sería lo mismo?

Creo que las diferencias serían de grados. Uno nunca puede estar totalmente seguro, pero no es un tema de género, ni de posiciones políticas. No es ni mejor ni peor porque hay una mujer. Un gobernante es el mascaron de proa de un barco, pero no está todo el día tomando decisiones importantes. Un gobierno es un equipo, son miles de personas, y generalmente estos equipos están formados por gente mediana. La gente talentosa no es mucha, y menos dedicada a la política.

¿Cuál es su opinión sobre el entramado político actual?

Ahí tengo un problema de prejuicio general, porque no me gusta la gente que se dedica a la política, así que sería muy injusto en hacer un análisis. Me brotaría el fastidio que me provocan los políticos por una cuestión de piel. La gente ambiciosa de poder ya me molesta, y un político es, por definición, un tipo que ambiciona poder, entonces son como animales de zoológico, animales de mal olor. No me agradan. Pero dejando a un lado todo esto, no sé si habrá mucha diferencia entre los políticos chilenos y los de otras partes. Supongo que hay gente todavía peor, en países rascas, debe ser un despelote, pero cuando sigues la política de países desarrollados te das cuenta que no es muy distinta: ambiciones, escándalos, robos, incomprensión, falta de valores, mirando siempre de reojo las encuestas, nunca tomado decisiones previas, siempre reaccionado a los problemas cuando están encima, siempre fingiendo que tienen todo bajo control, mientras se hunde todo.

Y los planteamientos, las directrices de este gobierno frente a cultura, la justicia, leyes sociales, ¿le parecen distintos, con una intención diferente?

Me parece que este gobierno tiene un ropaje de calentito, de las mujeres. De hecho, lo llamaban "un gobierno acogedor", pero son sólo frases. En el fondo, este es un gobierno para los empresarios al igual que los anteriores. Es cuestión de mirar a quienes dirigen la política económica, Velasco que es una criatura del mundo empresarial, un hombre que piensa con las mismas categorías mentales del mundo empresarial -categorías bastantes pobres por lo demás- el mercado, las ganancias. La gran noticia de esta semana ha sido las enormes ganancias que han tenido las empresas, me pregunto ¿y han aumentado los ingresos de los trabajadores en este período? Lo más probable es que no, pero los bancos ganan plata como locos, los grandes grupos también, entonces es un gobierno para empresarios, de administración de la propiedad privada o como dicen "de la economía de mercado", antes se llamaba capitalismo, y eso no lo cambia el hecho de que venga una señora a poner cara de tía simpaticona, eso es un cuento de hadas comunicacional.

En ese sentido, si la intención de este gobierno es administrar "la economía de mercado" y enriquecer a unos pocos, podríamos decir que lo están haciendo muy bien…

Si, están gobernando muy bien para la gente rica, y es por eso que los ABC1 de este país están felices con todo, partiendo por el Transantiago, porque no lo usan, por lo tanto, cuando salen y ven menos micros, lo encuentran maravilloso. Si hubiera un sistema de locomoción que no tuviera ni un micro, o sea, que estuviera toda la gente en sus casas sin poder salir, seguramente sería el mejor sistema para estos grupos.

Este es un gobierno para la derecha, para los ricos, para los que tienen dinero.

¿Y cree que llegará un momento o una forma en que el electorado pueda castigar a la Concertación a través del voto?

¿Cómo podría castigar? Si la máquina política de este país está hecha de tal forma que tú no puedes salirte de ciertos carriles: o votas por la derecha de frentón y asumes un gobierno para los empresarios o votas por la Concertación y asumes un gobierno para los empresarios, ¿cuáles son las opciones? Votar en blanco, tal vez.

Tendría que haber una especie de huelga, en la que la ciudadanía no fuera en masa, y por lo tanto, se produciría instantáneamente una crisis, perdería legitimidad el sistema en un segundo. La gente tendría que decir: "vamos a votar por nada", "no vamos a ir" "ni siquiera nos vamos a molestar en hacer la cola para que nos den un palmetazo y nos adulen con eso de la madurez cívica". Esa es la única alternativa que veo.

¿Y cree que eso podría provocar un cambio profundo?

Tampoco. Jamás, jamás ha habido en la historia política de la humanidad un cambio profundo en esta materia. Nunca. Incluso en los gobiernos llamados "de las revoluciones", como los bolcheviques. Finalmente fue para peor, porque entró una manga de energúmenos criminales, que mataron a millones y dejaron a los países más pobres que antes. Entonces, no tiene remedio. Es una cuestión natural, es como una cuestión zoológica, los que tienen más capacidad, con más recursos, se hacen de los medios de poder económico, políticos, de comunicación y manejan el mundo, siempre ha sido así. Lo que más puede hacer el populacho de vez en cuando, es tener una especie de sacudida, de desorden o rebeldía por un rato. Como pasaba en la Edad Media cuando los vecinos se cabreaban y colgaban al Barón local, quemaban el castillo, hasta que llegaba la caballería pesada y los aplastaba a todos y volvía todo a la normalidad.

Entonces ¿no hay forma de cambiar las cosas?

Yo no veo soluciones colectivas, y si algún día alguien me dijera: "tú vas a gobernar y tendrás poderes absolutos, podrás matar, torturar", aún así, sé que no podría lograr un cambio. No se puede contra las leyes macro de los sistemas sociales.

Es un poco negativa su proyección…

Es que yo tengo la concepción de que el mundo se puede ir a la cresta si quiere, yo vivo bien aquí leyendo. Lamentablemente es así. Las sociedades nunca han funcionado de otra forma.

Es percibido por la gente como un intelectual que vive lejos de todos y que se acerca a las realidades desde las tribunas que tiene, pero que es muy arisco, ¿es así?, ¿siente que no hay nada estimulante afuera?

En general, creo que no hay muchas cosas estimulantes.

¿Ni gente ni situaciones, nada?

Hay cosas que llaman mi atención, claro, pero no son publicables. Me parece curioso que la gente piense de esa forma de alguien que se retrae un poco. Si yo me comparo con un tipo promedio, soy bastante menos hincha pelotas. No ando tocando la bocina, no tiro basura de la ventana hacia fuera, no me subo a los jardines de los vecinos para estacionarme, no pongo radio a todo lo que da, no ando en un estadio vociferando o rayando muros, no hago ni una de las estupideces que habitualmente hace el chileno promedio. Soy mucho más considerado y cuando hablan de mí dicen que yo soy el pesado. Es curioso. No tengo buen carácter en general, pero soy amable con la gente. Soy arisco porque no me sumo a la chusma y eso es todo, eso te hace detestable, tarde o temprano. Lo sé desde niño. Si no te sumas al piño, como me sucedió en el colegio, si no haces palotes, porque yo había aprendido a escribir a los 3 años, eres arisco, un desconsiderado, un pesado, aunque seas más decente. Es muy divertido, pero es así.

Siempre el pesado soy yo, el arisco soy yo, el intelectualoide que se cree la muerte, y yo estoy encerrado aquí en mi casa, ¿a quién molesto?, pero es justamente eso, les molesta que esté encerrado aquí.

¿Pero percibe que la gente tiene esa imagen?

Sí, pero son algunos, porque los que conozco, los que me topo en la calle, tienen una buena relación conmigo, me felicitan, son cariñosos. Sí hay un grupo de gente, sobre todo gente joven, muy resentida y muy mala leche, que sienten que los viejos como yo estamos ahí, manteniéndoles a raya. Son esta gente que aparece en sus grupitos por Internet y tiran basura con ventilador, ¿pero qué me puede importar?, si es el grupo etáreo más ignorante de todos. Al menos alguien de mi edad, aunque haya sido toda la vida un ignorante, por último por la experiencia es un poco más inteligente, pero los jóvenes no tienen el conocimiento ni la experiencia, así que no me interesan, pero el resto es todo lo contrario.

Los demás no lo estereotipan en el personaje…

Claro, además si es que después me conocen en persona se dan cuenta que soy un encanto. (risas)

Cuando concertamos esta entrevista me dijo que sí, siempre y cuando, "no lo agarrara pal hueveo", ¿ha tenido problemas con los periodistas?

Es que los periodistas tienden a creer que si tiran a partir a alguien ellos suben. Es un cliché del periodismo cagarse a alguien para ganarse unos puntos de rating o subir ventas. Confunden la insolencia con la inteligencia todo el tiempo.

¿Pero ha tenido malas experiencias en los medios que trabaja?

En general no. Llevo varios años en TV, más de 15 años en Copesa, y muchos también en Radio Duna, porque produzco. Soy responsable, cumplo con los horarios, hago más menos lo que me piden. No seré una simpatía, tampoco hago lobby ni voy a los cócteles ni mando regalitos a los gerentes, pero hago mi trabajo, y creo que lo hago bien, sino no me estarías entrevistando. Así que no creo tener una mala relación con los medios, sino con algunos colegas, pero muchas veces es por envidia.

¿Cuál es su relación con el mundo literario?

Ninguna. No tengo relación. Sí hay algunos escritores con los que me topo a veces y tenemos buena relación y conversamos. Es el caso de Jorge Edwards, Hernán Rivera, Ampuero, Skármeta, pero sólo cuando me topo con ellos por casualidad, yo no vivo en mundos literarios ni en bares de moda, ni en cenas.

Pero los textos que ha escrito, dos novelas y varios otras publicaciones, ¿qué recepción han tenido en ese círculo?

Ninguna, cero. Ese mundillo nunca me ha dado bola. Me han ninguneado de una manera espectacular. El día que me gané un premio en El Mercurio por "El Chile que no queremos", salió una referencia literaria hecha por uno de estos "literatosos" sobre lo que había ocurrido en el año y ni siquiera se mencionó el libro, menos que había ganado un premio en su propio diario. Ese es el estilo que han usado conmigo, el "ninguneo" absoluto. Pero los lectores son los que importan. Ese texto lleva 8 ediciones. También hay otros libros en los que no me ha ido bien. Pero en general, este mundo es muy envidioso. Qué no han dicho de Isabel Allende los escritores chilenos. Creo que tal vez hay que leerlos pero no conocerlos en persona.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Alejandra Marcela Matus Acuña


(San Antonio, 11 de enero de 1966) es una periodista, investigadora y escritora chilena muy destacada en la difusión de los atropellos a los Derechos Humanos realizados durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Durante su trabajo en el desaparecido diario chileno La Época cubrió las noticias del ámbito judicial; este período le inspiró en la investigación que posteriormente derivó en su libro El libro negro de la justicia chilena, texto que fue confiscado un día antes de su lanzamiento debido a una acusación del Ministro de la Corte Suprema Servando Jordán por violación a la Ley de Seguridad del Estado.
Desde agosto de 2018 se desempeña en el cargo de Editora Periodística y Jefa de Investigación del semanario The Clinic.

Biografía

Alejandra Matus nace en el puerto de San Antonio. A los once años viaja con su madre a vivir a Iquique, en donde estudia en la Escuela Domingo Santa María y luego en el Liceo A-11 de Niñas. Se muda a Calama en donde finaliza su educación media, para después viajar a Santiago e ingresar a la carrera de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Debido a la acusación por la violación a la Ley de Seguridad Interior del Estado, recibió asilo político en Estados Unidos donde se radicó en la ciudad de Miami. Durante su estadía se tituló como Master en Administración Pública en la Harvard Kennedy School.

Desarrollo profesional

En 1987, realiza su primera práctica en el Diario El Sur de Concepción. Posteriormente trabaja en los siguientes medios:

·         Revista Hoy (1987).
·         Radio Nuevo Mundo (1988-1989).
·         Revista Pluma y Pincel (1989).
·         Diario La Época (1990-1994).
·         Diario La Nación (1995).
·         Diario La Tercera (1996-1997).

En Estados Unidos realizó labores en:

·         Discover en Español (1998).
·         The New Herald (1999-2000).
A su regreso a Chile, inicia su trabajo en:

·         La Nación Domingo (2002-2004).
·         Plan B (2004-2005). De esta revista, Alejandra Matus fue fundadora y directora.

El libro negro de la justicia chilena[

Durante su trabajo periodístico en el área judicial, recopiló información para un libro crónica sobre la actuación del Poder Judicial como un poder del Estado encargado de impartir la Justicia.
El libro recogía información como el comportamiento de los jueces durante la dictadura de Augusto Pinochet y los delitos que algunos cometían por ser integrantes de la Corte Suprema, lo que les ponía en posición de abuso de poder en ciertas circunstancias. La casa editorial que realizaría la distribución del libro tomó el riesgo, sin embargo, un día antes del lanzamiento, el Ministro Servando Jordán solicita requisar todos los ejemplares y acusa a la autora de atentar contra la Ley de Seguridad del Estado.
Frente a este escenario, la periodista se radica por dos años en Estados Unidos, mientras se llevaban las acciones legales que finalizarían con la redacción de una Ley que protegiera a periodistas como a sus fuentes.

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