martes, 15 de enero de 2019

El club


Había un personaje de la historieta “El Pato Donald” llamado Glad con Suerte. De vez en cuando aparecía en algunos de los episodios de Donald y sus sobrinos. Este pato suertudo caía siempre de pie, ganaba los sorteos, era exitoso en todo y muy detestado por Donald. Su suerte infalible era en verdad odiosa.

Hay no sólo patos, sino también gente así. Son personas que caen paradas y salen bien en cada ocasión que se les presente para perpetuo asombro de quienes los conocen y saben de sus limitadas facultades, de sus modestas  capacidades, su carencia de grandes virtudes y en general de su integral medianía. Es por eso que sus éxitos, su fama, sus ganancias, etc, se presentan a los espectadores como un prodigio inexplicable o quizás resultado de un karma en extremo positivo acumulado en otras vidas. En algunas almas cunde no tanto el pasmo como la desagradable sensación de que hay una fenomenal y perpetua injusticia ante tanta suerte “inmerecida” y entonces, a reglón seguido, se menciona a quienes, pletóricos de virtudes y talentos, lo han pasado siempre mal y a veces hasta han terminado pésimo. La lista suele llenarse con genios reconocidos por la posteridad y sólo por la posteridad porque mientras en vida no se les dio bola. 

Grave Error

Sin embargo es un grave error creer que dicha suerte desorbitada que ostentan algunos sea una injusticia; al contrario y como ya se verá, nada es más justo porque los agraciados con tan buena fortuna normalmente hacen sobrados méritos para experimentarla. El principal de ellos es que en su despliegue y apariencia física, en sus conductas, en sus opiniones y en general en el talante global de su cuerpo y su mente coinciden en un cien por ciento con los gustos, comportamientos, prejuicios, pasiones y reflejos condicionados del vulgo. En estos personajes la ciudadana se reconoce a sí misma como si se mirara al espejo, pero además a un espejo que ofrece una versión maquillada, reluciente y embellecida expresando de ese modo la apariencia dominguera de la chatura de turno. Nada es más popular y exitoso que dicha coincidencia de cuerpos y almas. Es la sólida base que eleva al estrellato a las figuras de la farándula, a poetas mediocres, a escritores dedicados a glorificar las costumbres y gustos de tal o cual grupo, a políticos, a actrices y actores, artistas de variedades u hombres y mujeres de la televisión. Por eso son amados, reconocidos, ensalzados, adorados e instalados en pedestales de pacotilla.

Pero hay más…

En ciertas circunstancias esa barra brava favorable a tal o cual persona que los refleja de cuerpo entero toma una forma organizada, corporativa; no es ya simplemente un simple agregado de personas con gustos similares a los del ídolo, sino una colectividad. Debido a eso el apoyo, endiosamiento, celebración, favor y afecto concedido al suertudo o suertuda es mucho mayor, más poderoso y más sustentable en el tiempo porque dicha persona representa no sólo los gustos de individuos aislados, sino encarnan  las ideas, valores y sentimientos de un grupo completo, los cuales siempre tienen intereses a más largo plazo. En un caso así el que “coincide” puede convertirse en icono, en líder, en emblema, en el “rostro”, en la representación escénica del grupo, en su presencia en sociedad. Por eso se le idolatra y eventualmente se le premia.  
Pero hay aun más. No se trata sólo del sentimiento positivo que asalta a quienes vemos a alguien conducirse como lo prefiere o predica el grupo al que pertenecemos, sino además pueden haber y de hecho suelen haber intereses de por medio. Cada hombre o mujer que piensa, habla y siente como nosotros no sólo valida nuestro pensamiento y sentimiento, lo hace crecer y así lo legitima y hace más viable, creíble y plausible, sino además el ensalzar a quien nos refleja puede significar, mañana, una sustantiva retribución. Hoy por ti, mañana por mí. Es humano esperar en el futuro una vuelta de mano de quien apreciamos y valoramos; si hoy manifiesto estruendosamente mi estima hacia fulano , esperamos que mañana el estimado manifieste la suya….

El Club…

Si acaso dicha corporación es una entidad internacional del nivel, organización, intereses y prebendas gigantescas propias de la burocracia internacional amparada tras y dentro de la ONU, la OEA, las ONG más glamorosas, los organismos de la Unión Europea, etc, etc, entonces no se sorprenda de los nombramientos que haga a grandes cargos de personas de reducidos o modestísimos recursos mentales. Eso importa poco. La solidaridad, afecto y apego a determinadas figuras y su correspondiente equivalencia – o pago– en nombramientos, prebendas, premios, distinciones, honores y aplausos surtidos adquiere un carácter cuasi sacramental no porque el así agraciados sea el mesías, sino sencillamente porque “es de los nuestros”, porque recita el devocionario corporativo del momento y de esa manera refleja los valores y razón de ser del organismo, lo cual es de importancia superlativa para la manutención de la organización y sus beneficios a largo plazo. ¿Qué iglesia no celebra a sus santos y mártires? Es, toda entidad burocrática internacional, una suerte de club de amigos jugando perpetuamente a las sillitas musicales, cambiando un puesto por otro, homenajeándose entre sí, engrandeciéndose, palmotéandose y nominándose. Una vez dentro, nunca afuera…

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