22/07/2017
Autor: Fernando Villegas
¿Quién previó la disciplina con que en las primarias “la derecha” fue a votar por sus candidatos? ¿Y quién pudo prever que desde el Frente Amplio repudian la sola idea de contratar sus servicios electorales a beneficio de la NM?
Vista sólo desde y tras los hombros de un camarógrafo y/o en una pantalla, el campo de visión de la política se repleta de eventos demasiado cercanos que se prestan para la confusión y la equivocación. Desde esa perspectiva estrecha y de corto plazo -buena sólo para redactar atractivos titulares- nada sucede sino el ir y venir de los tribunos, el clamor de sonoras asambleas, las vociferaciones y declaraciones, las lógicas electorales y lo que dicen de dientes para afuera los devocionarios ideológicos. Todo eso incapacita para siquiera sospechar lo importante que pueda estar ocurriendo. La “cátedra” suele ser golpeada precisamente porque pone su fe en fenómenos tangibles a los que se les puede colgar un bonito decorado estadístico. El método de contar porotos sólo es útil cuando menos se lo necesita. ¿Cuánto importa y requiere un pronóstico del tipo “mañana estará despejado y caluroso” cuando estamos en verano? Las predicciones relevantes no son para los períodos de estabilidad, sino para los lapsos de desequilibrio con muchas opciones posibles. No interesan las calmas chichas, sino los frentes fríos que pueden precipitar, ocluirse o fortificarse.
No es distinto cuando se trata de la dinámica de los procesos políticos. Un ejemplo: de haberse tomado en serio los muchos encuentros celebrados por la NM antes de decidirse por un candidato, de haberse intentado formar un cuadro coherente siguiendo esa confusa hebra, si se le hubiera dado crédito a ese trajín interminable, al ir y venir de agentes, operadores y corre-ve-y-diles, la ciudadanía no hubiera podido prever, como en gran parte lo hizo, que Lagos de un modo u otro sería defenestrado por el simple hecho, más relevante que ninguna parafernalia, de no existir y jamás haber existido una coalición política eligiendo como candidato a quien la gente no prefiere, así como, siguiendo la misma lógica, siempre van a decidirse por quienes les den alguna garantía de éxito; por eso, salvo los expertos, gente que pierde de vista lo esencial tras su propia acumulada masa de conocimientos especializados y detallados, hasta el más despistado pudo adivinar que en medio de una maraña de gesticulaciones la NM ya había decidido el crimen que cometió.
Cambios invisibles
Quienes más aciertan -o menos yerran– rara vez toman en serio el juego de máscaras de unos y otros, el discurso imperante y el poder aparente de leyes e instituciones; observan, más bien, qué contenidos psicológicos se esconden bajo la superficie, en qué se están trasformando y hasta qué punto sostienen –dando legitimidad– las estructuras y procesos existentes. Los cambios del estado de ánimo colectivo operan como los desplazamientos de las placas tectónicas, con lentitud geológica y casi todo el tiempo invisibles e inaudibles, pero cuando al fin se hacen aparentes lo hacen de manera inesperada y a veces brutal. ¿Quién previo el feroz término del régimen de Ceaucescu en Rumania? ¿Quién pudo imaginar que en una concentración como cualquier otra de las cientos celebradas en esa clase de regímenes, orquestadas minuciosamente desde los eslóganes hasta las risas y las lágrimas y además convocada por el propio dinasta, una voz solitaria iba a gritar un desesperado insulto y con esa chispa se iba a inflamar toda la muchedumbre, ocultamente hastiada del régimen? Y en el acto comenzó una guerra civil de una semana de duración que terminó con Ceaucescu, junto a su esposa, acribillado a balazos en un patio cualquiera de un edificio de Bucarest.
El trasvasije psicológico tiene casi caracteres de inundación en los sectores medios que votaron siempre por la Concertación. El ánimo allí es de decepción, desilusión, irritación y determinación de apoyar a quienes nunca apoyaron y jamás pensaron que lo harían.
En Chile, aunque en avatares menos melodramáticos, ha sucedido lo mismo una y otra vez. ¿Quién previó la disciplina apasionada con que en las primarias “la derecha” fue a votar masivamente por sus candidatos? Al contrario, los augures y sabios de la tribu previeron en letras de molde exactamente lo opuesto. He ahí un caso de desplazamiento tectónico desde la pasividad que imperaba en ese sector cuando se celebraron las anteriores presidenciales a la disciplina casi juramentada de esta ocasión. ¿Y quien pudo prever, algunos años atrás, el cambio anímico de los sectores más jóvenes desde el “no estoy ni ahí” a la militancia revolucionaria o siquiera más radical del presente, al punto que, desde el Frente Amplio, repudian la sola idea de contratar sus servicios electorales a beneficio de la NM?
Desde la izquierda…
Pero hay mucho más. Quienquiera tenga parientes, amigos, conocidos, colegas y compañeros de trabajo que siempre votaron por la izquierda y hasta militan en alguna colectividad de ese signo habrá podido palpar, por confesiones directas o indirectas, el número creciente de quienes se aprestan, aunque sin proclamarlo porque es secreto pecaminoso que ha de mantenerse en la oscuridad y en profundo silencio, a votar por el candidato de “la derecha”. No es sólo doña Juanita porque se quedó sin pega o no le llegó el paquete de tallarines o está hastiada de la delincuencia, de la impunidad, de la palabrería, de las sonrisas acogedoras y de todo el Gran Elenco de la calamitosa obra progre que se nos ofrece; hablamos también de GENTE DE PRIMER PLANO, incluso de militantes del más alto nivel, de funcionarios gubernamentales del top cien, de personas de quienes el ciudadano común jamás imaginaría tal giro político en 180 grados. ¿Cuántos son? Imposible medirlo. Como en el caso de ese día aciago de Ceaucescu, es gente que por inercia o por miedo aun va a las marchas citadas por los compañeros. Si se les interroga, el instinto de supervivencia los hace decir lo que se espera de ellos en función del discurso políticamente correcto. Por ese y otros motivos este último es particularmente engañoso. Así lo aquilataron a su costa los dirigentes del Frente Amplio. Obnubilados por la novedad, la cobertura mediática de que gozaron –al periodismo, por definición, le gustan las novedades– y el aparente apoyo total de la ciudadanía joven, se encuentran ahora con que posiblemente muchos de esos muchachos que parecían estar levantando el puño porque es la onda que da rating y evita pifias en realidad “no están ni ahí” con los sueños épicos de Sánchez y menos con los del ferroviario de alta velocidad, el bueno de Mayol.
El trasvasije psicológico tiene casi caracteres de inundación en los sectores medios que votaron siempre por la Concertación. El ánimo allí es de decepción, desilusión, irritación y determinación de apoyar a quienes nunca apoyaron y jamás pensaron que lo harían. Como nos dijo una señora socialista “de toda la vida”: “No me imagino cómo sería Chile con otro gobierno como este ni quiero que mi hijo viva lo que viví el año…”.
En la Democracia Cristiana -incluyendo muchos dirigentes– es donde se apilan más prófugos y apóstatas dispuestos a la gran aventura de sus vidas, votar por la derecha. Les cuesta, no les gusta, los estremece, pero en ellos se ha instalado el ánimo de que se requieren grandes remedios para poner fin a una visión del mundo revelada una y otra vez como tóxica, reaccionaria y retrógrada aunque se disfrace de progresismo.
Pesos relativos
¿Cuál es la dimensión de este desplazamiento tectónico? ¿Qué peso tiene? Imposible saberlo. Y sin embargo se sienten ya los primeros seísmos precursores. Verdad es que, en movimiento inverso, otro desplazamiento está ocurriendo, la creciente radicalización de los creyentes a todo evento. Y hay aun otra corriente: la notoria y cada vez más frecuente tentación del régimen por el uso de resquicios administrativos, por el secuestro de organismos públicos saturándolos con gente -a la Maduro- de la sensibilidad gobernante, en breve, por transgredir no sólo los límites de la decencia ética y la probidad administrativa sino además el territorio de la legalidad.
Todo esto se ha visto antes; es, en breve, el fenómeno de las minorías organizadas que se radicalizan y simultáneamente empequeñecen y por otro el de la mayoría amedrentada finalmente cobrando vigor, rebelándose y apoyando alguna clase de Thermidor. La pregunta es con qué velocidad y fuerza operan estas contrarias corrientes y cuál será la ganadora.
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