Columna de Fernando Villegas
La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, crítica, reprochan y ofrece la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso.
La palabra “inocencia” tiene varias acepciones. Puede significar que hay libre de cierta culpa, pero aún no hay más información. También se usa para referirse a la ingenuidad, sin embargo, no hay una cuenta de las cosas, sino también en “buena”. ¿Cuál es la mejor traducción de la posición de los medios de comunicación -y ya desvaneciéndose- el Frente Amplio, a la Cantinflas, a que se haya votado por Guillier? ¿Cómo se ha escrito? La pregunta es válida sólo si se trata de un texto semántico, esta es una antinómica al cuadrado, puede ser una buena posición de la posición.
Posiblemente sirvan todas esas acepciones simultáneamente. Es un hecho que los seguidores del FA no tienen la culpa en la perpetración del “gran legado”. mil -posiblemente alrededor de 150 mil- combatientes y comandantes nuestras acciones de lucha se reducen a Dios gracias a cobrar a fin de mes, reventa los pocos colegios, se encuentra el sistema de salud más abajo del piso, paralizar la industria, ahuyentar la inversión y espanol en un frente de conflicto en otro con una agenda valórica que tal vez nos emocione hasta las lágrimas y el brindis en las versiones criollas de la activista decimonónica Flora Tristán, pero no hay ayuda en absoluto para mantenerlo en un buen pie la economía, no hay género empleo, No estimula la inversión ni promueve el crecimiento.
En cuanto a la pureza entendemos como virtud espiritual, es difícil pronunciarse. Gente sospechosa tiende a sospechar de quienes hacen alarmas acerca de sus gracias. Nuestra madre nunca contrató una empleada doméstica sino una afirmación que la honestidad era su principal rasgo de carácter y quizás no haya votado por quienes alegan “procesos de reflexión”. En cuanto a la pureza entendemos como NO ha sido hecho tal como cual es el estropicio, tal vez sólo significa que el candidato a la canonización todavía no ha tenido oportunidad de probar su fortaleza moral encarando con serena firmeza y viril energía un cheque suculento, un cargo o Cualquier clase de provecho a disposición de los incumbentes. La pureza se basa en la falta de oportunidades para no ser puro difícilmente es monopolio del FA, al contrario, es bastante accesible y transversalmente democrática; Tienen un derecho a ella y la práctica. Todos los ciudadanos y los pasillos del poder y el privilegio.
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La gente del FA, casi toda la vida de los 30 años, menores y hasta ahora son bastante puros en ese vacío sentido. En sus infancias y adolescencias el rol de Calibán y / o el rol de Crispín lo representaron sus padres, las becas, el Estado, el crecimiento, la paz social y el reposo relativo durante el camerino de la Concertación, todo lo que el sacó del Primer plano de sus vidas. despejada esa X tenía espacio libre para denostar, enjuiciar, desdeñar y fantasear. Bien se ha dicho que son hijos de la Concertación porque esa es exactamente su naturaleza y siempre será. Nunca vieron sus padres.
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Como no son gobierno podemos entonces estar seguros de que aun no pecan, pero no podemos prometer que sus carreras vayan a seguir por el mismo estrecho sendero de la virtud si acaso un buen día llegan las vacas gordas, que en él no caben. Muchos de los idealistas profesionales del período de las marchas estudiantiles fueron cooptados tanto por y en la política de siempre como por y en el aparato público, donde principalmente invadieron el Ministerio de Educación. Si hicieron o no geniales aportes pedagógicos es difícil de juzgar y aun más arduo creer, pero es definitivo que ninguno de ellos dejó de cobrar sus generosos emolumentos, bonos y granjerías. Tampoco quienes llegaron al Templo de la Democracia han desdeñado sus apetitosas dietas parlamentarias. Ni siquiera desprecian los bonos extras del cargo, los pasajes gratis, los fondos para “asesorías”, etc. ¡Qué difícil ser puro cuando todo el mundo se empeña en tentarnos!
Candor
¿Y qué hay del candor, del no darse cuenta? En una quinceañera esa particularidad puede resultar hasta encantadora, en un aspirante a conducir o siquiera inspirar los asuntos de Estado se convierte en un peligro público. Por eso a los integrantes y seguidores de esa sensibilidad ya les han reprochado su falta de responsabilidad, su alienación de la realidad, su obstinación en mantenerse en un limbo inconducente y todo eso para sostener y preservar ideas que no resisten ni dos minutos de análisis. Y sin embargo y para ser justos tal vez sea una crítica anacrónica en el sentido de esperar lo que NO puede esperarse de gente tan joven e inexperta. Los culpables del pecado de la huevonería política, que es pandemia desatada a todo trapo, son más bien los mayores de 40 años desempolvando tesis que jamás resistieron el análisis y probadamente malas en el campo de la realidad; los dignos de reproche son también los sexagenarios que entraron a la segunda infancia y gustan refregar sus hombros con los Jackson, los Boric y los Mayol. En cuanto a los realmente jóvenes, a los estudiantes y escolares, sencillamente y por las mismas razones son tan inocentes en ser inocentes en el sentido de no darse cuenta de nada como también lo eran los miristas de los años 60, como lo fueron los pioneros de la era soviética, los nenes que blandían el Libro Rojo de Mao Tse Tung, los tontones de las juventudes hitlerianas más tarde convertidos en verdugos de la Shutzstaffel y los y las seguidoras de Charles Manson, a quienes tan bien pinta en su descomunal imbecilidad la teleserie yanqui Acuarius. La juventud tiene esa virtud maravillosa y envidiable, la capacidad para sustraerse en un periquete de la fea contingencia y creer en la olla con monedas de oro esperándolos al otro lado del arcoíris.
La intención es lo que vale…
¿Y qué hay del valor de las ideas del catecismo de ese y otros grupos de reciente factura? ¿Son pura locura, demagogia, refritos, pendejerías infantiles? Depende de cómo se evalúen. La parte relativa a la intención, como casi toda intención, es buena. Sirven, como suele decirse a guisa de consuelo, para “poner en la agenda” temas que habían pasado colados. No deja eso de ser un aporte porque el lado oscuro del frío pragmatismo -que es lo único que funciona- es cierta dureza de corazón e indiferencia hacia los sufrimientos de algunos habitantes de este terrible valle de lágrimas. Ese recordatorio es importante como pueda serlo el sermón de la montaña o, más modestamente, la prédica del párroco local.
Otra cosa es si las sentencias de dicho recordatorio pueden operar al mismo tiempo como receta de cocina. De seguro, no. Pongamos un ejemplo: una cosa es poner el acento en las malas pensiones que sufren muchos trabajadores chilenos porque, dicho sea de paso, siempre tuvieron malos sueldos, pero otra muy distinta es arreglar ese problema arrojando la guagua junto al agua sucia de la bañera obedeciendo el llamamiento “No+AFP”. Hasta Eyzaguirre, quien últimamente aparecía en sus intervenciones no tan listo como solía ser, ha reconocido eso. De seguro cayó ya en la lista negra. ¿Cómo se le ocurre usar cifras y matemáticas?
La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, critican, reprochan y ofrecen la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso. En una segunda derivada las demandas urticantes que se han puesto de manifiesto sin resultados, a veces, con suerte, encuentran una manera funcional de ponerse en acción. Misteriosos e inescrutables son los caminos del Señor.