martes, 23 de julio de 2019

Bachelet, La Apóstata


Por Fernando Villegas - Julio 23, 2019

La cristiandad odiaba a los emperadores romanos que desataron persecuciones, cosa no muy difícil de entender, pero sus feligreses odiaron aun más a “Juliano el Apóstata”, (exercuit etiam potestatem 360-363 d.C), porque si bien no los persiguió ni mató ni torturó sino sólo fastidió, despreció y ninguneó, se le supuso un cristiano –sólo fingió serlo para salvar su vida– que había renunciado a su Fe y regresado al culto de los dioses paganos. A estos fulanos, los que se van, se les odia más que a nadie. Se convierten en el “apóstata”, el “renegado”, el “traidor”. Es especialmente así cuando la fe de la que se retiran se encuentra en la flor de su crecimiento y fanatismo. Toda Fe detesta la disidencia y más aun lo hace en su edad temprana, todavía falta de consolidación, aun insegura y vacilante, pero más aun odia a quien renuncia y se suma a una confesión diferente. En ambos casos proyectan una sombra de duda sobre la validez del Credo. Para el cristiano, entonces, todo pagano o ateo era odioso, pero un “apóstata” era pura abominación.

¿Por qué habría de ser diferente con los comunistas, devotos de una fe sin Dios y además sin éxito? Esta fe no se encuentra ni mucho menos en su etapa de florecimiento, pero también en los crepúsculos es cuando las creencias rebozan del máximo caudal de odio y furor contra los descreídos, a quienes, en este caso, culpan de ser causas o al menos síntomas de su decadencia. Por eso y aunque los comunistas detestan por igual a todos sus adversarios, a quienes motejan indiscriminadamente de “fachos” y contra quienes desatan la entera maquinaria de su abundante stock de odio y resentimiento, insultándolos y ensuciándolos de todos los modos posibles en subsidio de no poder ejecutarlos en el buen y viejo estilo de sus camaradas de la fenecida URSS, quienes real o presuntamente se alejan de sus filas disfrutan el honor de ser blancos de una aun más feroz y exacerbada rabia.
Parece ser el caso, hoy, de la Alta Comisionada de los DD.HH de la ONU, madame Michelle Bachelet. Testimonio de eso es el señor Jadué, comunista y alcalde de una comuna de Santiago. Jadué no está ni siquiera en el TOP 1000 de los comunistas más alfabetos de la nación, pero desde luego está encumbrado en el TOP 2 de los más furibundos en sus odios. Entre él y el diputado Gutiérrez es muy difícil establecer quien tiene la primacía. Para verificarlo habría que tomarse la considerable molestia de leer y oir a ambos. Por ahora y a título de ejemplo Jadué dice, respecto a madame Bachelet, que esta en su lapidario informe no puso atención a los “intentos de golpe” contra el gobierno venezolano; incluso afirma o sugiere que los apoyó. Dicho sea de paso, esos supuestos intentos de golpe, vistos desde la retorcida perspectiva mental de Jadué y sus camaradas, parecen ser más que suficientes para exonerar a Maduro y su régimen de sus crímenes. Por eso condenan a Bachelet a la excomunión, por no entenderlo.
“Excomunión”, decimos, porque madame es comunista. Su chapa, aquella con la cual inició y prosperó en su vertiginosa carrera política, fue y es la de socialista, pero dado que el árbol se conoce por sus frutos y dada la crianza de la señora en la RDA, cabe asumir con un 99% de certeza que su fe es la bolchevique. Eso de “socialista” no es, por lo demás, nada sino una manifestación Diet y más “amable” del marxismo, variante confusa e improvisada más verbosa que doctrinaria y militantes de pocas o ningunas lecturas de los textos sagrados y membresía perpetua en la institución del asadismo y el cocteleo. Debido a eso “socialista” suena menos dañino, menos peligroso, con aire campechano, con fragancia a empanadas y a jubilados de ferrocarriles y/o al pachulí de viejos dirigentes del hierro, el salitre y el carbón. En breve, es credo más cercano a Condorito que a Lenín. Una Michelle Bachelet comunista no hubiera sido elegida como candidata de la Concertación, ni siquiera de la NM.
Pero ahora eso ya no importa. Bachelet no será expulsada del templo oficialmente, como se hizo con el filósofo Spinoza en la sinagoga de Amsterdam, con candelabros apagándose y grandes puertas cerrándose, pero de todos modos ha engrosado la lista de los renegados, de los “enemigos objetivos” del socialismo, en este caso del bolivariano. Pero no seamos pesimistas; tal vez se la perdone y restituya a la gloria celestial si viaja a la Araucanía a rendirle pleitesía a la familia Catrillanca.

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