jueves, 27 de diciembre de 2018

Los inocentes


Columna de Fernando Villegas


La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, crítica, reprochan y ofrece la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso.



La palabra “inocencia” tiene varias acepciones. Puede significar que hay libre de cierta culpa, pero aún no hay más información. También se usa para referirse a la ingenuidad, sin embargo, no hay una cuenta de las cosas, sino también en “buena”. ¿Cuál es la mejor traducción de la posición de los medios de comunicación -y ya desvaneciéndose- el Frente Amplio, a la Cantinflas, a que se haya votado por Guillier? ¿Cómo se ha escrito? La pregunta es válida sólo si se trata de un texto semántico, esta es una antinómica al cuadrado, puede ser una buena posición de la posición.

Posiblemente sirvan todas esas acepciones simultáneamente. Es un hecho que los seguidores del FA no tienen la culpa en la perpetración del “gran legado”. mil -posiblemente alrededor de 150 mil- combatientes y comandantes nuestras acciones de lucha se reducen a Dios gracias a cobrar a fin de mes, reventa los pocos colegios, se encuentra el sistema de salud más abajo del piso, paralizar la industria, ahuyentar la inversión y espanol en un frente de conflicto en otro con una agenda valórica que tal vez nos emocione hasta las lágrimas y el brindis en las versiones criollas de la activista decimonónica Flora Tristán, pero no hay ayuda en absoluto para mantenerlo en un buen pie la economía, no hay género empleo, No estimula la inversión ni promueve el crecimiento. 

En cuanto a la pureza entendemos como virtud espiritual, es difícil pronunciarse. Gente sospechosa tiende a sospechar de quienes hacen alarmas acerca de sus gracias. Nuestra madre nunca contrató una empleada doméstica sino una afirmación que la honestidad era su principal rasgo de carácter y quizás no haya votado por quienes alegan “procesos de reflexión”. En cuanto a la pureza entendemos como NO ha sido hecho tal como cual es el estropicio, tal vez sólo significa que el candidato a la canonización todavía no ha tenido oportunidad de probar su fortaleza moral encarando con serena firmeza y viril energía un cheque suculento, un cargo o Cualquier clase de provecho a disposición de los incumbentes. La pureza se basa en la falta de oportunidades para no ser puro difícilmente es monopolio del FA, al contrario, es bastante accesible y transversalmente democrática; Tienen un derecho a ella y la práctica. Todos los ciudadanos y los pasillos del poder y el privilegio.
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La gente del FA, casi toda la vida de los 30 años, menores y hasta ahora son bastante puros en ese vacío sentido. En sus infancias y adolescencias el rol de Calibán y / o el rol de Crispín lo representaron sus padres, las becas, el Estado, el crecimiento, la paz social y el reposo relativo durante el camerino de la Concertación, todo lo que el sacó del Primer plano de sus vidas. despejada esa X tenía espacio libre para denostar, enjuiciar, desdeñar y fantasear. Bien se ha dicho que son hijos de la Concertación porque esa es exactamente su naturaleza y siempre será. Nunca vieron sus padres.
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Como no son gobierno podemos entonces estar seguros de que aun no pecan, pero no podemos prometer que sus carreras vayan a seguir por el mismo estrecho sendero de la virtud si acaso un buen día llegan las vacas gordas, que en él no caben. Muchos de los idealistas profesionales del período de las marchas estudiantiles fueron cooptados tanto por y en la política de siempre como por y en el aparato público, donde principalmente invadieron el Ministerio de Educación. Si hicieron o no geniales aportes pedagógicos es difícil de juzgar y aun más arduo creer, pero es definitivo que ninguno de ellos dejó de cobrar sus generosos emolumentos, bonos y granjerías. Tampoco quienes llegaron al Templo de la Democracia han desdeñado sus apetitosas dietas parlamentarias. Ni siquiera desprecian los bonos extras del cargo, los pasajes gratis, los fondos para “asesorías”, etc. ¡Qué difícil ser puro cuando todo el mundo se empeña en tentarnos!

Candor

¿Y qué hay del candor, del no darse cuenta? En una quinceañera esa particularidad puede resultar hasta encantadora, en un aspirante a conducir o siquiera inspirar los asuntos de Estado se convierte en un peligro público. Por eso a los integrantes y seguidores de esa sensibilidad ya les han reprochado su falta de responsabilidad, su alienación de la realidad, su obstinación en mantenerse en un limbo inconducente y todo eso para sostener y preservar ideas que no resisten ni dos minutos de análisis. Y sin embargo y para ser justos tal vez sea una crítica anacrónica en el sentido de esperar lo que NO puede esperarse de gente tan joven e inexperta. Los culpables del pecado de la huevonería política, que es pandemia desatada a todo trapo, son más bien los mayores de 40 años desempolvando tesis que jamás resistieron el análisis y probadamente malas en el campo de la realidad; los dignos de reproche son también los sexagenarios que entraron a la segunda infancia y gustan refregar sus hombros con los Jackson, los Boric y los Mayol. En cuanto a los realmente jóvenes, a los estudiantes y escolares, sencillamente y por las mismas razones son tan inocentes en ser inocentes en el sentido de no darse cuenta de nada como también lo eran los miristas de los años 60, como lo fueron los pioneros de la era soviética, los nenes que blandían el Libro Rojo de Mao Tse Tung, los tontones de las juventudes hitlerianas más tarde convertidos en verdugos de la Shutzstaffel y los y las seguidoras de Charles Manson, a quienes tan bien pinta en su descomunal imbecilidad la teleserie yanqui Acuarius. La juventud tiene esa virtud maravillosa y envidiable, la capacidad para sustraerse en un periquete de la fea contingencia y creer en la olla con monedas de oro esperándolos al otro lado del arcoíris.

La intención es lo que vale…

¿Y qué hay del valor de las ideas del catecismo de ese y otros grupos de reciente factura? ¿Son pura locura, demagogia, refritos, pendejerías infantiles? Depende de cómo se evalúen. La parte relativa a la intención, como casi toda intención, es buena. Sirven, como suele decirse a guisa de consuelo, para “poner en la agenda” temas que habían pasado colados. No deja eso de ser un aporte porque el lado oscuro del frío pragmatismo -que es lo único que funciona- es cierta dureza de corazón e indiferencia hacia los sufrimientos de algunos habitantes de este terrible valle de lágrimas. Ese recordatorio es importante como pueda serlo el sermón de la montaña o, más modestamente, la prédica del párroco local.
Otra cosa es si las sentencias de dicho recordatorio pueden operar al mismo tiempo como receta de cocina. De seguro, no. Pongamos un ejemplo: una cosa es poner el acento en las malas pensiones que sufren muchos trabajadores chilenos porque, dicho sea de paso, siempre tuvieron malos sueldos, pero otra muy distinta es arreglar ese problema arrojando la guagua junto al agua sucia de la bañera obedeciendo el llamamiento “No+AFP”. Hasta Eyzaguirre, quien últimamente aparecía en sus intervenciones no tan listo como solía ser, ha reconocido eso. De seguro cayó ya en la lista negra. ¿Cómo se le ocurre usar cifras y matemáticas?
La historia humana está repleta de situaciones parecidas, nuevas generaciones que se asoman, critican, reprochan y ofrecen la salvación eterna. El resultado ha sido siempre el mismo en primera instancia: el fracaso. En una segunda derivada las demandas urticantes que se han puesto de manifiesto sin resultados, a veces, con suerte, encuentran una manera funcional de ponerse en acción. Misteriosos e inescrutables son los caminos del Señor.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Stupid Woman



Dada la confusión, ansiedad e incluso ya, por estos días, la angustia y pánico que sufren muchos sectores del Reino Unido ante las inevitables consecuencias del Brexit y aun más, ante la falta de un “contrato de salida” que encuentre consenso entre los políticos y garantice cierto grado de control de daños, no es incomprensible que los ánimos estén exaltados, las pasiones emerjan a flor de piel, el lenguaje se haga áspero y los reproches sobrepasen la barrera de la parsimonia, humor y educada contención que por lo general se estila en Gran Bretaña. Por ese motivo y debido a ese clima, el líder de los laboristas,  Jeremy Bernard Corbyn, muy molesto ante una agresiva intervención de la primera Ministro, señora May, quien le reprochó en tono golpeado sus vacilaciones, vino y susurró o bisbiseó la expresión “stupid woman”. Oída, adivinada o sospechada por alguien de entre las incontables personas que hoy en día, más de lo que siempre ha sido habitual, se gozan en trompetear lo que otros hacen o dicen aunque sea privado, aunque sean susurros, aunque sean casi invisibles gestos, se apresuró en hacerla pública y generar un escándalo. Para decirlo en castellano, “hociconeó” a destajo.

¿Y por qué se suscitó un escándalo? ¿Por tratar Corbyn de ese modo a una figura política como lo es el o la primer ministro? ¿Por quebrar la regla tácita que impera en ese ilustre cuerpo político acerca del lenguaje que conviene a los miembros del parlamento? ¿Por lesa majestad ante un cargo de autoridad?

No. El escándalo deriva que Corbyn dijera “mujer estúpida”, esto es, que le pusiera sexo a su calificativo.  Eso es inaceptable cuando cada semana vemos una nueva e interminable cola de señoras y señoritas ansiosas de contar su historia, su “MeToo”; se hace intolerable dada la presunción tácita de que hoy no puede juzgarse a las mujeres en sus actos o cualidades salvo si se hace dentro del dogmático territorio del discurso feminista correcto; ese discurso excluye toda posibilidad de que puedan haber mujeres estúpidas y por tanto decirlo es un insulto; surge de la regla impuesta en parte por el miedo, en parte por oportunismo y en algunos casos por la contradictoria idea, ya convertida en axioma, de que la igualdad de los sexos implica paradojalmente una desigualdad positiva en el trato hacia ellas como si fuera el único modo de reemplazar la tradicional postura “negacionista”. Por esa razón hoy está estrictamente prohibido decir nada malo o negativo sobre alguien que pertenezca a ese género, aun si es totalmente cierto. En otras palabras, aunque todos entendemos que hay hombres estúpidos, niños estúpidos, jóvenes estúpidos, perros estúpidos, decisiones estúpidas, actos estúpidos, argumentos estúpidos, etc, etc, NO PUEDEN HABER mujeres estúpidas o al menos no puede decirse que existen. Por eso estalló el escándalo y se le pide a Corbyn que dé explicaciones y solicite el perdón.

Ignoro si la PM May es estúpida o al menos, en esa ocasión, dijo algo estúpido, pero, si lo hizo, ¿de qué otro modo calificarlo sino haciendo mención directa o indirecta de la naturaleza de quién lo hizo? ¿No es lo que hacemos todos? Lo hacemos y decimos “que tipo más estúpido” o “que joven más estúpido” o al menos usamos la palabra estúpidO o estúpidA, esto es, con la vocal correspondiente porque no hay otro modo de hablar. El lenguaje está construido de tal manera que sus verbos, adverbios, sustantivos, calificativos, etc tienen género casi siempre. Aun así se acusó a Corbyn no de tratar mal a una autoridad y/o de calificar de estúpido a quien no lo es, sino se le acusó de “sexismo”, pecado mortal que asume que ninguna mujer del mundo puede ser estúpida y por tanto acusar a una de poseer dicha tan común cualidad entre TODOS los miembros del género humano, sin importar el sexo ni la edad, es propio de la actitud malevolente de un “sexista”.

Es curioso cómo la noción, del todo correcta, de que no pueden haber prejuicios y desigualdades en el trato a priori hacia las mujeres, vino y se convirtió en la noción errónea de que no es posible hacer juicios de ellas a posteriori  en función del valor o calidad de sus personas y/o conductas. En efecto, es malo e inaceptable que se rechace la solicitud de trabajo de una mujer por el hecho de serlo, pero también es absurdo que eso se convierta en la imposibilidad de calificarla mal si su trabajo es insuficiente. De un modo u otro, sin embargo, ese criterio se ha establecido y hoy en día hemos llegado a un punto en el que algunos profesores -así lo han referido– temen calificar mal a una estudiante porque no han sido pocos los casos en los que, luego de eso, son acusados -con el apoyo automático y masivo de los tontones de siempre– de actitudes sexistas o incluso más, se les puede acusar de acoso sexual y otras conductas de esa clase, con inmenso daño para el acusado.

En esta historia que involucra a Corbyn, la estupidez no es propia de la señora May ni tampoco del propio Corbyn, sino de esta mirada extrema acerca del derecho y status de las mujeres. En efecto, si somos iguales en todo lo que toca a intelecto, sentido común, capacidad de trabajo, etc,  entonces somos igualmente imputables como inteligentes y productivos o como idiotas y parásitos.

Dicho sea de paso, ese incidente agregó otra cuota de surrealista irrelevancia a las discusiones y preocupaciones de la clase política británica a menos de tres meses de cumplirse la sentencia del Brexit.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Palos porque bogas, palos porque no…


Difícil darle el gusto a toda la gente, en especial en tiempos de ebullición mental de las multitudes, pero, por otra parte, ni falta que hace y aun si hiciera falta es imposible lograrlo.

Se dice que en la guerra la primera víctima son los planes de los bandos en lucha; en el caso de épocas conflictivas la primera víctima es la razón, el sentido común y el afán por entender REALMENTE de qué trata cada asunto. Véase cómo se manifiesta esta imposibilidad, hoy, en Chile.

Si respecto al tema de las migraciones bastante masivas que ha tenido el país se afirma que es preciso ponerles orden, regularizar, separar la paja del grano, no dejar pasar delincuentes ni aceptar gente colándose ilegalmente, entonces se le acusa a uno de fascista, racista, xenófobo, inhumano y reaccionario; si por otra parte se dice que el documento sobre el tema creado por la ONU y que firmará nuestro país no intenta sino ponerle reglas razonables a un fenómeno que existe DE TODAS MANERAS, entonces se está regalándole el país a los extranjeros, siendo “ingenuo”, desfondando la seguridad social y traicionando la Patria.

Si se afirma, conforme a lo que la observación ofrece cada día, que el movimiento feminista ha alcanzado, como le sucede a todo movimiento, una fase delirante y contraproducente, entonces uno es misógino, machista, fascista, reaccionario, acosador y violador, pero si uno hace la obvia observación de que a fin de cuentas los movimientos extremos, como el feminismo en su actual talante, surgen y se desarrollan porque los arreglos necesarios para eliminar injusticias no se logran por la vía del mero discurso y raciocinio pero que, a la larga, cuando se calmen las cosas, algo de positivo saldrá de eso, entonces uno se está “vendiendo” al movimiento, le está prestando ropa y se sumó a la fila del “Me Too” de los asustados, mucho más larga que la de las señoras y señoritas.

Si se observa que Trump es una figura histórica que debe ser entendida en el contexto de las trasformaciones en todo orden de cosas que ha experimentado la sociedad norteamericana y que, además, algunas de sus iniciativas eran de todas maneras necesarias, entonces se es un reaccionario vendido a la “ultraderecha”, pero si luego, siguiendo con el ánimo de examinar todos los ángulos posible de un tema, se dice que Trump ha metido severamente las patas en muchas cosas, comenzando con los efectos de su irascible retórica, entonces se es un “progre”, un izquierdista, comunacho irredento, alguien que se ha comprado el discurso políticamente correcto y desde luego tonto de capirote.

Si se dice que las izquierdas no saben manejar las economías porque ponen en primer lugar su inmutable afán por las “trasformaciones profundas” y además no creen en el crecimiento propio del sistema capitalista, uno es lacayo del imperialismo y mascota de los “ricos-ricos”, pero si se dice que buena parte de los empresarios y sus Cortes de obsecuentes ejecutivos son, en promedio, una manga de arrogantes mediocridades, de oportunistas, miedosos y abusadores, entonces uno es siervo del PC, rojillo con piel de liberal, subversivo disfrazado.

En fin, el sentido común dejó de serlo y ni siquiera se le echa de menos. Lo que vale hoy es “tomar posición”, esto es, arrojarse dentro de una trinchera y bombardear a la del otro lado. La razón es hoy simplemente la “tierra de nadie” adonde se dispara a quienquiera se mueva por ella.

domingo, 2 de diciembre de 2018

“Think tank”


El político del rank and file no está en este mundo para interrogarse acerca de la sustancia de sus conceptos y de sus consignas de siempre, sino para considerarlas axiomas probados y como serviciales textos de instrucción retórica.
La ciudadanía casi de seguro no se ha enterado.
 ¿A quién le importan en estos días las peripecias de los partidos de la NM?
 Informémosle entonces: créase o no, el PS tiene un “think tank”. ¡Un think tank! No sólo eso. Se nos dice que examina los antecedentes de varios correligionarios actualmente en libertad de acción, quienes, luego de pasar por La Moneda y sufrir su aturdidor efecto neuronal, están deseosos de reactivar sus funciones cerebrales ocupando plazas en dicho organismo. Se ignora si la membresía acarrea bonos por pensamiento/hora que permitan siquiera una sombra del espléndido estándar de vida logrado durante el régimen bacheletista, pero tal vez estemos frente a una auténtica misión evangélica y no haya emolumentos; de todos modos lo importante, eso que el difunto sociólogo Robert Merton llamaría la “función latente” de estos monasterios del pensamiento -por su pobreza franciscana- es permitirles a los acogidos no desaparecer del circo de tres pistas y que nadie, algún día, pueda preguntarse en el estilo supremamente despectivo de los argentinos “y este coso, ¿quién es?”. Mucho mejor sería un pituto en algún gran templo internacional de privilegio, en primer lugar en la ONU, en segundo en la OEA o siquiera en la Cepal, cementerio de escribanos sin destinación política por el momento, pero a falta de dichas cosas incluso un think tank de barrio puede garantizar un leve grado de supervivencia.

Siendo entonces el auténtico propósito de dichas entidades la salvación política y económica de sus incumbentes hasta el próximo turno, quizás sea ocioso preguntarse si los viejos y nuevos miembros de todo organismo de esa clase, ya sean de izquierda o de derecha, están facultados para cumplir sus funciones. “Pensar” es actividad más compleja y ardua que discursear, fantasear y zancadillear. Es en las últimas, no en aquella, en las que estos profesionales tienen probada maestría. En América Latina siempre ha sido la especialidad de sus tribunos el cultivo de una cultura verbal y sentimental que es, por así decirlo, la manifestación corporativa de Cantinflas.

Todos por igual

Si acaso el pensamiento no es ni nunca ha sido virtud del progresismo, tampoco lo es de sus oponentes. Basta leerlos o escucharlos para comprobar que unos y otros chapalean en la misma charca de pequeños intereses, mezquindades minúsculas, rivalidades de vendetta siciliana y un alfabetismo limitado a la lectura de manuales de autoayuda o al “Arte de la Felicidad” del Dalai Lama. Pero, ¿qué más da? Los ciegos han de ser conducidos por otros ciegos, no por los videntes y ni siquiera por los tuertos. Así como no es tarea ni costumbre de los beatos estudiar teología y metafísica ni escudriñar los escritos de Orígenes o Santo Tomás, del mismo modo el político del rank and file no está en este mundo para interrogarse acerca de la sustancia de sus conceptos y de sus consignas de siempre, sino para considerarlas axiomas probados y como serviciales textos de instrucción retórica.

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Caer de rodillas y rezar o elevar un puño en alto y vociferar son actividades mucho más accesibles y rentables.

Hoy

Esta terrible liviandad del pensar político se manifiesta hoy por doquier, como se ha manifestado siempre. Ahí están, como pruebas, las declaraciones que en estos días recogemos de labios de personeros de alto coturno. En el sector progresista tenemos a Huenchumilla, muy preocupado por su partido, la Democracia Cristiana, a la cual, para rescatarla, la está llamando a un “gran acuerdo” o, en su defecto, oficializar de una buena vez que ya no hay miradas comunes y es preciso separarse de manera civilizada. La declaración, plausible a primera vista, es similar en su estructura lógica a la de un médico con vocación de humorista que ante un enfermo terminal dijera “lo que esta persona necesita es mejorarse, o, en su defecto, morirse”. La enfermedad de la Decé consiste precisamente en que no pueden acordar nada y por eso el llamamiento de Huenchumilla constituye un exquisito ejemplo de la falacia “petición de principio”. No sólo piensan distinto, sino además no tienen ningún referente conceptual respecto del cual estar o no de acuerdo, salvo el dilema de si seguir o no alineados con los comunistas, el cual no es un tema de pensamiento sino de poder, un cálculo de conveniencias y/o el efecto inercial de la tibia indecisión que acompaña siempre las posturas de esa colectividad.

Injusto sería no destacar una atenuante: la Decé nunca ha tenido un cuerpo doctrinario capaz de ser defendido o criticado conforme a razón. Lo que tiene es un pasmado baturrillo de posturas con tufo a sacristía, un salpicado de Maritain, trozos de encíclicas papales y pataletas del hijo rebelde ante sus papás conservadores. No hay, en ese devocionario hecho de mazapán, mucho de sólido o siquiera obstinado donde dar golpes de zapapico.

Retroexcavadora

Luego tenemos a Quintana. Este profesor de colegio, artífice de una frase que tanto daño le hizo a su sector, no se arrepiente de nada. En larga y reciente entrevista aparece como algo menos confrontacional de lo que sugería su desafortunada máquina, pero no hay en él ni un átomo de examen de fondo de sus convicciones, sino disquisiciones tácticas acerca de cómo relacionarse con el gobierno. Prefiere que esa relación sea “institucional”, esto es, colectiva, de bloque, de patota, sin darles permiso a los miembros de las bancadas para pensar por su cuenta. Es, una vez más, el tema del poder: si nos desgranamos al por menor, quedaremos en la inopia al por mayor. Es lo que de seguro está pensando Quintana y en eso tendrá razón muy a su pesar porque, efectivamente, se van a desgranar y quedar en la inopia aunque no por las astucias de Chadwick o Piñera, sino por la inanición mental de una sensibilidad incapaz de repensarse, renovarse, examinarse.

Canje

De ese desconcierto también ha dado pruebas la sonriente, campechana y ladina propensión a los errores de Guillier. Invitado a La Haya para vitorear la defensa de Chile, ha propuesto canjear tierra por mar ayudando de ese modo a la defensa de Bolivia. Cree, al parecer, que son sustancias idénticas capaces de ser medidas con las mismas huinchas métricas. A él se sumó Jorge Pizarro, quien sacó la voz hablando de negociar algún día una “salida al mar sin soberanía”. ¿No sabe que eso ya existe en la forma del ferrocarril Arica-La Paz y las facilidades portuarias? Pizarro, como Guillier y el resto de sus camaradas, hablan a tontas y a locas porque habitan en un desconcierto, el cual, dicho sea de paso, no nació de la derrota sino al revés, la derrota surgió del desconcierto. Des-concierto, esto es, falta de coherencia -e inteligencia- para examinar los temas, defecto a su vez derivado de una ausencia de ideas efectivas sobre las cuales apoyarse. En su raíz dicha debilidad intelectual es el incivil eructo de un marxismo a medias digerido, derivativo, injertado, amputado y repleto de las vacilaciones posmodernas propia de una doctrina que tiene mucho más de jeremíada de los profetas judíos del Antiguo Testamento que de ciencia. Es una visión mesiánica en la que una clase elegida viene a salvar la galaxia.

Siendo defectuosa, teóricamente indefendible y empíricamente inspiradora de los regímenes más ineptos y criminales de la historia, ¿qué podría salir de allí que venga a cuento y fundamente el llamado progresismo? Y sin esta doctrina, ¿en qué se apoyaría dicho progresismo?

La derecha

La derecha no experimenta ese agónico problema. Está en el poder, se siente confiada y nunca requirió mucha teoría que pueda caer en el descrédito porque su devoción, de modo aún más económico que el budismo proponiendo un “óctuple sendero”, consta de uno solo, el de la propiedad y libertad privada a todo evento. No se necesita mucho discurso para afirmarse bien cuando se sabe, aunque sea sin las ecuaciones de Newton, que las cosas caen por su propio peso. 
Esa es también su debilidad: no ofrece mucho glamour ni la salvación eterna. Es lo que doña Juanita quiere cada 10 años, cuando ya reventó su tarjeta de crédito. Ya se verá el 2028. ¿O el 2022?

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