martes, 4 de julio de 2017

Blue Wave de color Rojo


Por Fernando Villegas - Octubre 18, 2018

Mucho ha cambiado en Estados Unidos y entre esos cambios el más vistoso -aunque sólo sea una manifestación de fuerzas más profundas– es la acelerada conversión del partido Demócrata.


Representante Demócrata Maxine Waters (CA), llamando a “funar” físicamente al gabinete de Trump. “Si ves a alguien de ese gabinete en un restaurante, en una tienda por departamentos, en una estación de gasolina, créales una muchedumbre. Empújalos hacia atrás. ¡Diles que ya no son bienvenidos, en ningún lado!

Era, hasta hace unos años, colectividad de tranquilos y acomodaticios obreros y sindicalistas, actores y actrices de Hollywood, bastantes intelectuales y algunos filósofos de bolsillo, pero hoy se encamina hacia una postura cada vez más anti sistémica, rechinante, ululante y más y más al margen de sus principios y/o costumbres de siempre, más y más a la izquierda con toda la debida parafernalia de dicha “sensibilidad”, a saber, con manifestaciones a menudo violentas en las calles, funas, proclamas incendiarias, odio parido al establishment, acusaciones de racismo blanco, etc. O al menos en esa postura están o van yendo sus nuevas cohortes demográficas, sus nuevos dirigentes, los hispanos que han irrumpido en masa, los hombres y mujeres de color que han llegado al Congreso y un largo etcétera constituido por la clase de gente cuyo origen social vamos a examinar.

¿Qué era el partido Demócrata? 

Fue por largo tiempo el partido de los oligarcas del Sur de Estados Unidos en las décadas previas a la guerra civil y las posteriores a ella, pero una rara voltereta histórica lo convirtió en el preferido de los obreros industriales, de quienes trabajaban en Detroit, en las acerías, en los puertos, aunque también se convirtió en el partido de los profesionales, empleados y pequeños comerciantes, en breve, de la clase media y media baja que desde el fin de la segunda guerra mundial gozó de una situación económica privilegiada, boyante y repleta de promesas. 
Ese Estados Unidos fabril y próspero, optimista y complaciente, sería el que expresara por muchos años el partido Demócrata, aunque tuvo antes de dicho período una fase “combativa”, en los años 30, que encontró su alivio y reposo en el New Deal de Roosevelt y en el boom posterior a la guerra.
Esa base social ha desaparecido o empequeñecido dramáticamente. Los bien pagados trabajadores fabriles de otrora son hoy suplidos por robots debido a la  revolución tecnológica que los hace innecesarios o se han ido a Asia, especialmente a China, si bien incluso las maquiladoras mejicanas ofrecen al capital una mejor opción en términos de costos de producción. 
Como resultado de esos factores miles de fábricas y sus puestos han cerrado y los hijos de los orgullosos obreros de Ford o la Chevrolet no pueden seguir los pasos de sus padres. Es una generación, la actual, que si acaso no puede ascender la escalera social, hoy cosa mucho más difícil, debe aceptar trabajos de mala calidad atendiendo en una pizzería, empaquetando en Amazon, atendiendo cafés a la vera del camino, aceptando trabajos part-time mal pagados.

A los hijos de los orgullosos obreros fabriles de las décadas de los 50, 60 y aun de los 70 que hoy no pueden imitar a sus padres se suman millones de inmigrantes sin calificaciones suficientes y cuyos hijos y nietos tampoco las tienen; a todos esos se agregan millones e jóvenes de todas las procedencias, pero con insuficientes medios para pagarse una buena educación o insuficientes talentos para ganar becas o insuficientes capacidades, aun si reciben educación, para ascender a las cada vez más sofisticadas y elevadas cumbres que hoy no dejan, entre ellas y la sima, niveles intermedios que les permitan hacer uso de sus medianas capacidades. 
La sociedad industrial que requería músculo, inteligencia normal, disciplina y ganas de trabajar duro se ha convertido en la sociedad  informática que ya no requiere músculo ni le bastan las ganas de trabajar con disciplina, sino exige talento por sobre lo normal porque las actividades que no lo requieren son ampliamente  y crecientemente desempeñadas por sistemas informáticos expertos. La sociedad norteamericana actual -y la europea y todas en distintos grados–  lisa y llanamente está haciendo superflua a una parte considerable de su población. Convierte a más y más ciudadanos en trabajadores de servicios mal pagados, en receptores de ayuda estatal, en cesantes perpetuos, en frustrados profesionales incapaces de encontrar una posición promisoria.
Un adhesivo antifa

“Antifa”, el nombre que reciben aquellos que hacen activismo y violencia política en contra de la administración Trump.

Es esta masa crecientemente desprovista de perspectivas de ascenso social o siquiera empleos decentes la que alimenta las furias, las frustraciones, los desencantos que han llevado al partido Demócrata a su actual postura. No es sólo por el arribo de seguidores provenientes de dicho sector, sino además es una respuesta adaptativa a las nuevas condiciones que con mayor o menor claridad son detectadas por sus figuras, sus congresales, dirigentes, beneficiarios, comunicadores y estrategas. 
La “ola azul” que pretenden se hará manifiesta en Noviembre es cada vez más de color rojo no por gratuita moda doctrinarias sino por masiva e imparable trasformación del paisaje social.

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