Por Fernando Villegas
-Junio 24, 2021
Una cierta sub especie inferior del Homo Sapiens Sapiens pero dotada de grandes dotes de supervivencia, siempre hambrienta y siempre ávida, levantó una vez más cabeza y salió de la bodega de trastos donde los arroja la historia toda vez que ya han hecho ostensible su bajeza e incompetencia con los debidos estropicios; son los Anestesistas, los Acomodaticios, los Bolsonudos y los Oportunistas.
Se les ve prosperar y multiplicarse con abundancia en tiempos como los que vivimos. Se los reconoce por sus expresiones de complacencia consigo mismos en el disfrute de las posiciones que han alcanzado. Se les distingue en el acto por su coincidencia absoluta con el discurso políticamente correcto del momento. Se multiplican de la noche a la mañana, como una epidemia, en testeras académicas desde donde recitan con salivoso estilo y ufano amor propio blandas mediocridades, en los púlpitos desde donde predican banalidades, en cargos de autoridad, en directorios empresariales, en colegios, en gremios, sindicatos, en todas partes. Son legión. Son legión y el complemento necesario de la otra parte del género humano que coexiste con ellos, la parte constituida por los cobardes, atemorizados, acallados, escondidos y arrinconados.
A veces los miembros de esta sub-especie operan como anestesistas. En esos casos, sentados a sus anchas, de piernas cruzadas, sonrientes, sabedores de todo, al tanto de cada misterio y enigma, aparecen en la televisión, la radio, las charlas y cócteles anunciando la Buena Nueva y tranquilizando a las almas temerosas; “no, no habrá comunismo”; “no, no se llegará a ningún extremo”; “no, no se reprimirá a los medios de prensa”; “no, no aplastaremos a la empresa privada”. Etcétera.
No a veces, sino siempre, son acomodaticios. Sintonizan instantáneamente con la variante que cada mañana pueda adoptar el discurso políticamente correcto según sea como lo pronuncie el camarada secretario general, el candidato X o Z, el presidente del partido, el dador de pitutos, el gangster de la coalición que reparte cargos y prebendas.
Bolsonudos lo son por necesidad. La claridad mental los perdería. Haría notoria su incapacidad intelectual. Son entonces partícipes de esa especial variante de los retardados que llamamos bolsonudos por lo fofo pero abundantemente vacío de sus dichos. En su nivel más bajo son otros tantos Cantinflas y en un nivel más elevado son pedantes magisteriales, repetidores de fórmulas obsoletas, citadores de textos añejos, ingurgitadores de panfletería. Haciendo tal cosa ya por largo tiempo, han llegado a tal grado de inconsciencia que sencillamente no se percatan de cuán estériles y tontos son los eslóganes que reiteran una y otra vez, porfiadamente, tal como los payasos de circo pobre no saben de otro recurso cómico que patearse unos a otros el culo.
El oportunismo de esta sub-especie es de rigor. Carentes de inteligencia, no escasean de esa astucia animal que olfatea infaliblemente dónde se halla la presa, el botín, el pituto, el cargo, la nominación, la beca, la asesoría. La misma lengua que les sirve para salivar complacidos mientras espetan sus vaciedades, les sirve, en este caso, para otros menesteres.
¿Dónde moran, cobran, estropean? Por doquier. Pueblan a rebozar las burocracias, su hábitat natural; se les ve en todo género de asambleas dándose la mano unos a otros y firmando acuerdos que no llegan a ninguna parte; calientan sillas y sillones en todas las reparticiones de la ONU; se dirigen a la nación, cada mañana, desde los matinales de televisión; nutren las filas de los “movimientos;” operan como cazadores de brujas de todas las sensibilidades, se suman a los linchamientos,concentraciones, movilizaciones, protestas, funas, demandas, denuncias; no hay aspecto de la vida en que no estén presentes amargándole y arruinándole la vida al prójimo. Son tan abundantes que por momentos pudiera temerse que constituyen la nueva e inevitable evolución humana a la que ya ha llegado la población china, el rebaño controlado, vigilado, adoctrinado, amansado y entontecido por las autoridades. Es el mundo orwelliano de 1984.
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