Por Fernando Villegas - Mayo 17, 2019
El señor Jaime Quintana, de miltancia PPD, quien preside el Senado, está cumpliendo con la misión de enriquecer las actividades de la institución que encabeza incorporando a sus quehaceres el Más Allá, aunque por el momento sin mesa de tres patas.
Lo hizo durante la sesión de la comisión que revisó los antecedentes de Dobra Lusic, candidata del gobierno a ocupar un curul en la Corte Suprema. Se sabe que Quintana y muchos otros estaban a priori en ánimo de rechazo; ya se habían comprado – y no es difícil adivinar que se los compraron ganosamente, gustosamente– los rumores y “denuncias” levantadas contra la jueza para desacreditarla. Inspiró dicha oportuna compra, la cual les cayó como anillo al dedo, el hecho de que la señora Lusic no es ciudadana del territorio progre y peor aun, era propuesta por el desalmado gobierno. De haber sido de los suyos no se hubieran creído ni una palabra de lo que se dijo en su contra. Que los respingos morales y éticos del sector dependen exclusivamente del carnet de militancia de los imputados de turno ha sido probado de sobra; cuando se levantaron acusaciones contra Baradit, flamante historiador experto en secretos, se las rechazó con indignación pues el hombre pertenece a ese sector e incluso más, escribe el tipo de historias de horror a propósito de la élite que le hubieran encantado al doctor Mortis y que desde luego les place a los concesionarios vitalicios del progreso. ¡Imposible aceptar rumores tan mal intencionados en un caso como ese!
En vista de la camotera que se iba a propinar a la jueza, la cual era inminente y segura, José Miguel Insulsa, quien pese a los tiempos de demencia senil política que se viven conserva su sentido común y decencia, rechazó el inminente rechazo con duras palabras. Habló de una “catarsis” indebida a ser pagada por quien no debía, la señora Lusic. Habló de una mancha para el Congreso. Motejó las acusaciones de rumores que “no merecen comentario”. Etcétera. Fue entonces y para responder a todo eso quizás -¡quizás!– con un atisbo de vergüenza cuando Quintana sacó a relucir como excusa el “más allá”. Implícitamente aceptó el hecho de la impecable carrera de la candidata, pero agregó que el currículum profesional y el prestigio no eran suficientes, que era preciso ir “más allá”.
¡Más allá! ¿Cuál más allá? ¿Cuál es ese Más Allá que es preciso escudriñar cuando ya se ha revisado y comprobado todo acerca de los méritos personales de un candidato? ¿Qué hay en ese misterioso territorio que tiene la última palabra para designar o rechazar? No lo sabemos, pero como mínimo esta referencia es una innovación. Hemos sabido de gente cuya candidatura a un cargo se rechaza por deficiencias profesionales o antecedentes criminales, por excesiva o insuficiente edad, por temperamento demasiado inflamable o en demasía opaco o por ser de esta sensibilidad política en vez de aquella otra, de hecho, esta última, la razón más frecuente, pero aun no sabíamos de un rechazo basado en no haberse escrutado aun lo que juzgaba el Más Allá. Punto para Quintana. Ya que el Frente Amplio no ha aportado el frescor juvenil que los incautos presumieron, bienvenida sea como novedad la incorporando de las sesiones de espiritismo.
Es posible que el “más allá” de Quintana se refiera en realidad, con un lenguaje y semántica alterados, invertido, a un lastimoso más acá consistente en una mezcla de miseria humana, rencores paridos, falta de ideas, de anclajes conceptuales y de mirada política de verdad si por esta entendemos una que hace referencia al bien de la nación y cuya guía es alguna clase de visión con altura -o siquiera pretensiones de altura- suficiente. Pero puesto que no es paladeable ni políticamente conveniente dejar a la vista, en el “más acá”, la hegemonía de dichas bajezas, más vale entonces arrojarlas a ese terreno ignoto y brumoso que no requiere ni exige explicación. Es, sencillamente, el “más allá” inescrutable que lo justifica y legitima todo.
En cierto sentido Quintana, al hablar del Más Allá, ha salido del clóset de la muerte ideológica que “vive” su sensibilidad. Es un precursor sin quererlo. Su sector, la entera izquierda o progresismo como ahora gusta llamarse, bien poco tiene ya de positivo que proponerle a la nación pues no posee en carpeta mucho más que no sea la lista semanal de reproches, denuncias, criticas y llamados a dar examen ante alguna comisión dominada por ellos. En todos los sentido que importan e interesan están políticamente muertos. Desunidos, conflictuados, desmoralizados y en plena diáspora, su vida es fantasmagórica en el estilo de los espectros del cine de horror, espíritus rabiosos buscando venganza a costa de los moradores de la casa. Habitan entre sus paredes, en altillos o en rincones del sótano y hacen todo el ruido y desaguisados que pueden. De vez en cuando “se aparecen”. Vienen desde el lamentable Más Allá confesado por Quintana. Vienen, reprochan, juzgan, sabotean, paralizan y se esfuman hasta la próxima penadura.
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