domingo, 28 de octubre de 2018

Business are business

La muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi -notorio disidente y columnista en el Washington Post- ocurrida a manos de una escuadra de 15 agentes de inteligencia, militares y personal de seguridad sin duda alguna mandados para esos efectos por el príncipe Mohammed Bin Salman, de Arabia Saudita, quien reúne en sus manos todos el poder que le ha cedido su padre el rey, ha escandalizado al mundo tanto por el hecho mismo como además por sus circunstancias, habiéndose cometido el crimen en el recinto de un consulado de Arabia Saudita en Turkía para luego mutilarse el cuerpo y hacerlo desaparecer. Khashoggi entró al consulado a tramitar unos documentos para casarse con su novia, quien lo esperó afuera del consulado, pero nunca más apareció. Denunciado el hecho a las autoridades de Turquía, Arabia Saudita negó de plano tener ninguna responsabilidad y hasta afirmó, semana tras semana, que el periodista había abandonado la sede diplomática por su cuenta. Como la versión no pudo sostenerse, ahora el reino saudí culpa del evento a un “altercado” que habría terminado con la estrangulación del Khashoggi; habría sido un lamentable pero fortuito hecho del cual se responsabiliza al escuadrón mandado por el príncipe, todos lo cuales han sido arrestados y destituidos.

Si Arabia Saudita debió rehacer su imposible explicación inicial para sustituirla por una igualmente imposible -pero además ridícula- y si hasta debió tomar medidas que entrañan el descabezamiento de su aparato de inteligencia y/o seguridad, todo eso fue por obra de la presión internacional, de la incredulidad universal ante sus explicaciones, del escándalo y el repudio, del descrédito sufrido por el reino y del boicot de empresarios y autoridades que iban a darse cita allí para una reunión internacional del más alto vuelo, pero sería ingenuo asumir que dicho escándalo y dichos gestos vayan a traducirse en algo más que la furia y el ruido. Dicho sea de paso, si de indignación se trata con aun mayor razón esta debiera estar dirigida o al menos TAMBIÉN dirigirse hacia la guerra que sostiene el reino en Yemen y que ha costado, hasta la fecha, la vida a docenas de niños, para no hablar de los adultos, todos quienes han caído por efecto de bombardeos celebrados con aviones y munición de fabricación norteamericana.

Donald Trump da la pauta de lo que será y en verdad ya es la reacción de las grandes potencias ante el crimen del príncipe: se le reprocha o se insinúa que tal vez podría hacérsele un reproche SI acaso fuera culpable de haber dado la orden, pero se prefiere creer la versión de su inocencia y desde luego se hace tal cosa porque se desea que las relaciones políticas y sobre todo comerciales continúen como siempre. Trump al menos ha sido franco en eso: no pondrá en juego, ha dicho, su masiva venta de armamentos a Arabia Saudita. Tampoco hará nada que perturbe su relación estratégica con el reino. El mismo sugirió, hace una semana, la teoría del agente o funcionario al que se le habría pasado la mano y/o actuado por su cuenta. Fue su contribución al esperable y previsible libreto del chivo expiatorio.

Pero si acaso la conducta de las grandes naciones ante el crimen es hipócrita, no menos lo es la de quienes se escandalizan ante esa obsecuencia interesada olvidando o fingiendo olvidar cuál es la naturaleza de las relaciones entre las naciones, aun más descaradamente orientadas por el interés de lo que lo están los individuos. Estos últimos no son menos culpables, casi todo el tiempo, de singulares actos de hipocresía y fariseísmo para mantener o acrecentar su interés y/o no pagar el precio de sus inmoralidades. Las naciones, dijo alguien, no tienen amigos sino intereses, pero podemos agregar a eso que tampoco tienen moral, ética ni ningún valor de esa clase. Estos elevados principios están dirigidos a la regulación de la conducta de los individuos, no de las colectividades. No hay sociedades ni muchos menos Estados “éticos”, sino sólo personas, ámbito en el que dicho sea de paso no prima la abundancia. Normalmente los que cacarean sobre moral y buenas costumbres se conforman con escandalizarse por las infracciones morales del prójimo. La raza humana y sus expresiones colectivas o individuales rara vez han sobrepasado y superado el mero nivel del interés. La ambición la codicia y la cobardía dominan y por lo mismo conducen tarde o temprano a la hipocresía porque esa es la forma en que los impulsos reales, normalmente depredadores y despreciables, entran en aparente sintonía con los grandes principios.

viernes, 5 de octubre de 2018

Progreso con o sin progresismo


Es inevitable recordar a Mario Moreno, Cantinflas, cuando se trata de la penosa tarea de revisar la prensa diaria en su sección política y rumiar una vez más su contenido previsible. Sólo alivia la faena dicho recuerdo del cómico y su hilarante estilo verbal, siempre presente en las frases con los actores y actores del gran Elenco que nos gobierna la realidad de la nación, presente también en las pretenciosas cartas abiertas y los mensajes de desautorización mutua que se asestan las colectividades de la NM entre sí, presente en los anuncios de candidaturas inconcebibles de la derecha y en las funciones de anular, mejorar, postergar o “fortalecer” los anuncios anteriores, presente en los derechos cambiantes y surrealistas con que de lado y lado del espectro se desvelan fenómenos terrestres y extraterrestres y en especial presente en tanto y tal vez en todas las reflexiones y confesiones que en la dominación de los dominios nos donan los rockstar de la política y cuyo tenor, abundan en delirio y necedad, llenan de pasmo Al ciudadano, quien ahora suele preguntarse en qué manos estamos. Cantinflas, sin embargo, no se puede redimir con ese remedio infalible que es la risa las expectoraciones de los derechos nuevos "la bancada juvenil" -, quienes, porfiado uso de clichés viejos y de inesidad indescriptible, decepcionan a quienquiera que sea algo distinto de ellos. Como se decía en Francia de los Borbones, en Chile, la política de etnia “ni olvida ni aprende nada”.

Hay una sola compensación; puede que el país esté agotado sus reservas financieras y recurrente en los "bonos soberanos", que el precio del cobre se arrastre por los suelos, el PGB apenas crezca, los resultados de la PSU sean aún más malos que lo que es normal ¿Qué pasa con tu rostro? ¿Cuáles son las palabras? .

Progreso con o sin progresismo

Una especie de remake de El Bolero de Raquel, una creación inolvidable del genial humorista mejicano, la forma de adoptar el último libro de intercambio verbal entre algunos personajes de la NM. Comenzó con una carta abierta de un grupo de medios políticos de la democracia Cristiana, ex ministra incluida, haciendo saber su disconformidad con el rumor que ha tomado el gobierno. Después de una retahíla de quejas intercaladas con las persignaciones de rigor - "para que no digan" - acerca de las transformaciones necesarias, etc., quisieron sintetizar su juicio acerca de cómo las cosas se agravan para esos efectos la frase "Progresismo para progreso" .

A los pocos días en un trío de paladines -Carlos Ominami, Gonzalo Martner y el inefable historiador, animador, ex vocero, rostro televisivo y animador de asados, Francisco Vidal- saltó en defensa del gobierno y espetó una respuesta que sintetizaron -en lo que deben Se creó un informe sobre el progreso del progreso progresivo. Quisieron decir, suponemos, que no se avanza mucho si no hay gente que empuje del carro más de lo posible para compensar las inercias y las taras que agobian a todo el vehículo. Por si acaso estos miriñaques mutuos de progresismo con o sin progreso o viceversa no hubieran sido bastante divertidos, casi al otro día la Fiscalía de Valparaíso solicitó que se formalizara por tributarios un uno de los autores de la respuesta, el señor Ominami. Fue un giro de los acontecimientos que se registraron una vez más a Cantinflas, esta vez, protagonista, clásica, clásica, práctica, sí, mientras que en el parlotea con el más se eleva y se enredosos se requieren para seducir y minar a los hombres en el otoño.  

Ominami, Martner y Vidal no están solos. De hecho, no son las últimas bailarinas. Más frecuentemente, si bien tal vez menos cómico, ha sido el señor intendente de La Araucanía. Mientras tanto se trata de las propiedades, se dispara a la fuerza pública y se comunican los políticos políticos, el hombre insiste en su famosa tesis de doctorado, el "conflicto intercultural", lo que a veces se aplica un anexo, los robos de madera. Luego, en el sentido de la contradicción, llama a la concordia. La señora Presidenta, por su parte, describe esos hechos como “delincuencia rural”. Camila Vallejo, para no ir menos lejos, ha reflejado un término "sedicioso" para calificar las patéticas e ineficaces declaraciones de la decencia y las menos impías acciones del ex ministro del Interior aún en la carga, el señor Burgos.

Son muchos de los artistas de la palabra, producto primordial y hasta excesivo del régimen actual, que se mencionan a todos, aunque esta omisión les haga poca justicia. Mil perdones.

Sustitución
Bien vistas de las cosas, esta lujuriosa proliferación de palabras, epítetos, declamaciones, acusaciones y "relatos" que van de la mano con una multiplicación milagrosa de malas políticas y muestras de mala gestión. Siempre, en el ADN de la izquierda, ha habido una intergaláctica distancia entre su hablar y su hacer, lo primero bastante gracioso y lo segundo habitualmente una desgracia. El mundo de la palabra, del verbo, es lo suyo; brillan o al menos chisporrotean en él citando viejos folletos o textos sagrados y mentando las palabras claves de su vocabulario, siempre las mismas y siempre la hora de animar, envalentonar y acarrear a los picados, decepcionados y recién llegados a este valle de lágrimas . Pero cuando se trata de administrar y operacionalizar sus propias ideas y programas, evaluar o mantener y llanamente ejecutar, inevitablemente mostrar la ojota.

Esa falla se extiende con sus metástasis desde el mal hacer hasta un momento de pensar. Tampoco es esta cosa inusitada. Una subcultura política en la que se describe la fe, la vida, la vida, la vida, la política, el pensamiento y la repetición de mantras oficiales, es difícil que se proclive al raciocinar, actividad ardua ya veces hasta molesta. ¡Cuánto más fácil es la repetición de consignas!

De ahí a reemplazar la realidad con palabras y no meramente a distorsionarla ni hay ni siquiera un paso. Se inicia palabreando -definiendo- mal lo que es y se termina sustituyendo lo que es por "la palabra". El "en el principio era el verbo" se convierte en "el verbo y siempre será también el final". El caso de la araucanía lo demuestra. Lo que se desea es intervenir policial y jurídicamente para pararles los pies a los extremistas, a la vez que a la sustitución de los elementos desagradables e intratables hechos por vocablos más digeribles; Los ataques armados e incendiarios se convierten en acciones delictuales asimilables a un robo de caballares, mientras que a su vez las víctimas de la violencia se convierten en “damnificados” merecedores del apoyo del Estado.

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