miércoles, 16 de agosto de 2017

Una porfiada sonrisa…


No hay muchos precedentes en la historia universal de la política, las artes y el entertainment, así como en el inmenso catálogo de ejecutantes de todos los calibres que se ganan o ganaron la vida en esas esferas, de un uso tan extensivo, intensivo, duradero y eficaz de una sonrisa como el perpetrado por Madame Bachelet con la suya. La sonrisa intrigante de la Mona Lisa se limita a permanecer inmóvil para siempre jamás frente a las sucesivas cámaras fotográficas de los turistas japoneses, coreanos y sudamericanos que hacen el ridículo en el Louvre, pero la de doña Michelle ha demostrado capacidades dinámicas muy superiores al hidrógeno y oxígeno líquidos usados por los motores del transbordador espacial. Aunque su género la ayudó considerablemente en la dificultosa tarea de pasar desde la escotilla del tanque al trono presidencial, había otras damas compitiendo y quizás, vaya uno a saber, con más que rescatables méritos políticos para dar ese salto.
Con “méritos” nos referimos a experiencia, flexibilidad mental, tacto y no sólo contactos. Doña Michelle, sin embargo, contaba con esa sonrisa ganadora instalada en la plataforma de lanzamiento de su cara amorosa, con todo lo cual, al parecer, se completa el “set” que los psicólogos a sueldo de las revistas de señoras llaman “inteligencia emocional”. 
 Dicho sea de paso, confieso padre no tener claro a qué se refieren esos mentalistas con tan jabonosa expresión. Uno diría, en nuestro detestable y pecaminoso simplismo, que se es o no se es inteligente y su grado se mide con instrumentos como la escala de Coeficiente Intelectual de Stanford-Binet y/o la obra y performance profesional del evaluado, pero no sobre la base de la anchura de la sonrisa y otras gestualidades simpaticonas por el estilo. De acuerdo a esta escala bucal y hasta algo chacotera, el genio intelectual y emocional máximo de la galaxia es el delirante y pervertido Guasón.

Todo, sin embargo, llega a su fin. Las encuestas de credibilidad, popularidad, etc., que cada mes o a veces cada semana miden la trayectoria del gobierno -la ultima de Cadem deja a Bachelet con un magro 24% de apoyo- parecen señalar que el hidrógeno y oxígeno líquidos de su sonrisa, terminada la misión de ponerla en órbita presidencial, se consumieron del todo. Tampoco abunda mucho últimamente en la Primera Faz de la República. Ha ido creciendo en importancia un rictus a veces amargo, obstinado en otras, en ocasiones ambas cosas simultáneamente. Y por lo mismo…

A porfía y porfiada

…Y por lo mismo y para tantos millones de engañados finalmente se hizo evidente que el significado de la sonrisa presidencial no era el que suponían. Suponían con candor lo que siempre se asume frente a las sonrisas, a saber, que manifiestan una auténtica apertura mental a las necesidades y puntos de vista del prójimo, empatía y elasticidad mental asociada a muy buena onda. Nada más falso. La sonrisa en sí no es otra cosa que el acto de plegar los labios de tal modo que se curven hacia arriba y ojalá muestren los dientes. Es todo. Es un mero gesto que se aprende y despliega según la ocasión y tarde o temprano deriva a la condición de frío rictus convertido en mecanismo automático, en vacía mueca. Sonríen los buenos vendedores, los doctores de clínicas caras y los carteros cerca del día de Navidad sin que por eso nos estén entregando sus corazones. 
Una sonrisa no es más auténtica que el aire de pesar del recepcionista de una empresa de Pompas Fúnebres. Aunque puede en ocasiones expresar una emoción tranquila y profunda, lo más frecuente es que sea una máscara de quita-y-pon para simular una calidez que no existe y/o para ocultar emociones muy distintas a las que teóricamente expresaría dicho gesto. Porque, no se olvide, las máscaras se usan para ocultar, no para revelar. De eso puede inducirse que lo ocultado con una sonrisa es lo contrario de lo que la sonrisa manifiesta.

¿Y qué oculta la sonrisa bacheletiana? Oculta, a porfía, la más extrema porfía.

El secreto

La precariedad creciente de las sonrisas presidenciales es una muestra más de que doña Michelle ya no se interesa en las encuestas. Señala que da por perdida e irrecuperable su popularidad de otros tiempos, a la cual, por lo demás, ya no podría sacarle partido porque su ciclo político se cierra necesariamente en dos años. Su sonrisa y la enorme popularidad que le ganó, en especial en el alma de las señoras humildes, ya cumplieron su cometido. La sonrisa de Bachelet, como la presunta tristeza del vendedor de ataúdes, es gesto cuya utilidad termina cuando se completa la faena.

Michelle Bachelet puede incluso darse el lujo, hoy, no sólo de no sonreír tanto, sino de amenazar y afirmar, con un rictus obstinado, que “no la conocen” y a la pasada anunciar que desea “continuar la obra de Allende”. Esto último no lo dijo sonriendo, aunque, para ser francos, es para la risa. Si hay una obra desastrosa es la de Allende por mucho que a uno admire su valor personal, su hombría y la macabra elegancia de su final. Aún así no puede considerarse seriamente el “continuar” con dicha obra. Pero de eso se trata para la Presidenta; ya sin sonrisas, Bachelet nos muestra al fin, abiertamente, lo que siempre ha sido, a saber, una persona porfiada e inflexible con sus ideas, obstinada con sus puntos de vista, encerrada en estos tal como se encierra en sus círculos de hierro, detrás de sus amigas de lucha y en servidores como Peñailillo, cuya lealtad recibió, tememos, el pago de Chile.

El secreto de la Presidenta es el siguiente: es más socialista que Andrade, más socialista de lo que fue Allende y en especial más socialista que ninguno de los que hoy declaran serlo pero cuidándose de no mencionar la palabra socialismo. El secreto presidencial es que ella VERDADERAMENTE se formó en la RDA y se nutrió a plenitud con sus lógicas autoritarias, secretistas y de política de recámara. El secreto es también que tras su sonrisa se oculta su disgusto ante todo obstáculo interponiéndose en su camino porque pretende salir siempre con la suya así se venga el mundo abajo. Y este secreto, el secreto de su implacable porfía, de su impermeabilidad a los dictados de la razón y la realidad, se remonta posiblemente a sus primeras experiencias infantiles, cuando un día hizo el súbito descubrimiento que cierto desplante facial facilitaba su obstinada agenda.

Peligros

Personas así son útiles o peligrosas de acuerdo a los tiempos. Churchill era uno de esos porfiados, aunque en su caso en particular su porfía era amenizada y moderada por una poderosa inteligencia y enorme talento. Aun así, cuando su agenda no estuvo en sintonía con los tiempos y circunstancias, sus actos fueron perjudiciales para su partido, su país y para sí mismo. Cuando sí estuvo en armonía con las necesidades del Reino Unido, el hombre fue providencial.

¿Cuál es el caso con nuestra Presidenta? Sin duda está convencida de tener en la lista de su agenda del año todo lo que el país requiere y para lograrlo está dispuesta a seguir adelante como sea. Doña Michelle es como la mami que le planta la necesaria inyección en el poto al chiquillo por mucho que patalee, pero en este caso hay un problema: la inyección de la mami es asunto muchísimo más seguro en su necesidad y efectos salutíferos que la cánula que nos inserta cada día la Presidenta. No importa; los convencidos, los iluminados y las vanguardias juran que POSEEN la cánula repleta a rebozar de VERDAD y que nosotros, los descreídos, sólo estamos pataleando. En esa megalomanía se ha insistido; hace pocos días un personero de la NM volvió a advertirnos en tono de reproche que el problema del gobierno se reduce a uno de comunicación y este, a su vez, se reduce a lo mal alumnos que somos nosotros, el pueblo soberano. No es entonces falta del emisor, sino de los receptores.

¿Qué puede esperarse entonces para el 2016? Más inyecciones incomprendidas por las porfiadas nalgas de la nación.

martes, 8 de agosto de 2017

Fernando Villegas y the clinic

Miradas impúdicas, comentarios obscenos y malos tratos. Mujeres y colegas que han compartido el recorrido laboral del comentarista y escritor relatan a The Clinic las conductas lascivas que han sido un lugar común en su comportamiento tras las cámaras. El exdirector ejecutivo de Chilevisión, Jaime de Aguirre, admite que en una ocasión Villegas fue reprendido por su conducta y que se le pidió “respeto” hacia sus compañeras de trabajo, mientras productores y personas que trabajaron en “Las vueltas de la vida” afirman que el maltrato a productoras de ese programa fueron determinantes en que éste se terminara. Más de 30 personas fueron entrevistadas para este reportaje, y la mayoría prefirió responder a condición de anonimato. Fernando Villegas declinó replicar las afirmaciones.



¿El comportamiento de Fernando Villegas constituía delito? Hasta ahora, no. Las conductas obscenas descritas por las compañeras y compañeros de trabajo que ha tenido en los medios de comunicación difícilmente calificarían como tal. No obstante, han provocado la molestia y sensación de vulnerabilidad de numerosas mujeres consultadas por este medio. Incluso motivaron, en su momento, la reprimenda de la dirección de Chilevisión y, en otro caso, el fin de un programa.

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Para este reportaje se entrevistaron a más de treinta personas que cuentan cómo dedicaba miradas lascivas y comentarios obscenos que en la actualidad motivaría más de un parte por acoso. Cosas que en los 90, cuando Villegas comenzó una carrera como columnista, no se alejaban mucho de lo que hacían otros hombres en el medio, pero que, con el tiempo, se han vuelto intolerables. En las palabras de un productor, “sus conductas eran pasadas de la raya antes. Hoy constituirían abuso”.

Una maquilladora que trabaja actualmente en la estación contó a The Clinic que antes de que se decidiera renovar el elenco de Tolerancia Cero y trasladarlo a la señal por cable, se hizo una indagatoria interna sobre el comportamiento del panelista. “Lo sé porque me citaron y me preguntaron si a mí me incomodaba su comportamiento. Yo dije que no, porque soy parada en la hilacha y la primera vez que me miró el trasero y me dijo una grosería, le paré los carros. Pero sé de otras compañeras, especialmente las que solo venían los fines de semana, que le tenían miedo y me pedían a mí que lo maquillara. Nadie lo acusaba porque una piensa para adentro: quién me va a hacer caso, el hilo se corta siempre por lo más delgado y cosas así. Lo que sé es que después de esa investigación, no le renovaron el contrato”.

Jorge Carey, director ejecutivo de la estación desde 2016, no respondió las preguntas que se le formularon al respecto y Verónica Basso, subgerente de producción de la Estación, dijo que “desde que estoy en el cargo (noviembre de 2017) no me ha tocado conocer ninguna denuncia al respecto”.

No obstante, fuentes del canal aseguran que desde la llegada de Carey existen protocolos exigentes de comportamiento y respeto en el ámbito laboral, que cualquiera puede hacer una denuncia que llega a los más altos niveles de decisión y que, en ese escenario, los hábitos del comentarista quedaron fuera de contexto.

Del financiero a la tele

Un exdirectivo del diario El Financiero relata que a comienzos del 90, cuando en ese periódico se le dio la oportunidad de escribir la contraportada, no tenía empacho en entrar al diario y hacerles comentarios obscenos a las pocas mujeres que trabajaban allí. “Lo hacía con completo y total desparpajo, pero no era disonante con la cultura de la época. Era más notoria su prepotencia, porque él consideraba que todos eran más ignorantes y tontos que él. Las mujeres también, por supuesto”.

Para esa página, Villegas entrevistó a Ricardo Israel y el cientista político quedó sorprendido por su agudeza e inteligencia y propuso su nombre para un programa de televisión nuevo: “Domicilio Conocido”, que fue el predecesor de Tolerancia Cero. Los panelistas eran Israel, Villegas y la periodista Carolina Rossetti.

Esta última relata que Villegas era como un niño malcriado, que hacía comentarios sobre las piernas de las invitadas en el camarín, por ejemplo, a Gladys Marín, pero que luego en el set las demolía en el debate. “Nunca lo consideré como acoso o algo pasado de la raya. Me parece más bien que era una estrategia para bajar las defensas de las invitadas y después desarmarlas con sus argumentos”, dice.

Rossetti coincide con que Villegas consideraba que la mayoría de las personas con que interactuaba eran ignorantes. “A mí me parecía una especie de doctor Jekyll y Mr. Hyde, que no tenía posturas definidas respecto de nada. Una especie de oportunista que tomaba la postura que más le convenía en el minuto y, por supuesto, siempre estaba en contra de lo que yo decía”.

La periodista recuerda que Villegas antes de comenzar el programa y fuera de cámara “hacía chistes de judíos delante de Ricardo Israel, sabiendo que él era un judío observante. Israel se ponía nervioso”. El cientista político dice que no recuerda que esto ocurriera y que siempre tuvo buenas relaciones con Villegas, pero Rossetti insiste en que “la memoria es personal y yo lo recuerdo claramente”.

En esa materia, hay otra discrepancia sobre las cosas que ocurrían con el comentarista.

La doctora María Luisa Cordero recuerda a The Clinic que fue una de las invitadas a ese programa en marzo de 1995: “Esa noche yo era la única invitada. Cuando nos llamaron para entrar al set, yo me retrasé unos diez segundos, él se quedó conmigo sin que me diera cuenta. Cuando me doy vuelta, me encontré con este caballero que es muy alto y me dice textual: ¡Qué buenas tetas tienes, Cordero!”. Relata que cuando ella lo increpó, él minimizó su gesto, diciéndole: “¡Pero qué te pasa mujer!”.

La siquiatra revela que tardó veinte años en relatar el episodio en un programa de televisión (Mentiras Verdaderas), porque, por aquellos años, “una persona que pasó por eso perdía mucho más de lo que ganaba al hacerlo público”.

Para la comentarista televisiva, lo más revelador vendría semanas después de haber narrado su experiencia en televisión, cuando parte del equipo de maquillaje de La Red se le acercó y agradeció haber “denunciado” a Villegas: “Me dijeron que le tenían asco y rabia, porque las manoseaba y les decía cosas. Recuerdo una señora de muy bajo perfil, que se me acercó después del capítulo en que lo conté y me dijo: ‘Gracias doctora por denunciar a ese degenerado. Supiera las cosas que nos hace a nosotras’”.

Carolina Rossetti afirma que, aunque le atribuye a maniobras de Villegas que la sacaran del programa, no le cree a la doctora Cordero. “Él tenía buen gusto”, dice.

“¿Dónde está la tetona?”

Piri Riveros, maquilladora, venía del área de maquillaje de TVN y Canal 13 cuando arribó a CHV, en 2008. Por entonces, dice, el equipo estaba compuesto por nueve personas y se dividía en dos turnos rotativos de nueve horas cada uno.

En la segunda mitad de ese año le correspondió por primera vez maquillar a los panelistas de Tolerancia Cero, que se emitía los domingos en la noche. “Fue raro que me lo dieran a mí, porque una compañera tenía ese turno desde hacía un tiempo. De todas formas no tuve problemas y acaté”, dice en entrevista con The Clinic.

De inmediato, sus colegas le advirtieron que “tuviera cuidado”, sin identificar a nadie, ni darle motivos. Incluso afirma que el periodista Fernando Paulsen, a quien había maquillado ese día, poco antes de salir al aire, le preguntó si estaría sola en el turno.

-Yo le dije que sí, porque se habían ido todas las demás. Su respuesta fue un largo ‘ya…’ y una cara de suspenso. Me pareció raro que me preguntara si estaba sola, pero con su gesto y con lo que me pasó después, me di cuenta que era una advertencia-, dice Piri.

Luego de maquillar a Paulsen preguntó si faltaba alguien más, ya que restaban pocos minutos para que empezara el programa. Faltaba uno.

-En eso, siento una mirada muy inquisidora. Como había un ventanal de cristal detrás de nosotros, podía ver quién entraba y salía al área de maquillaje, peluquería y vestuario. Miro por el reflejo y me doy cuenta de que viene un caballero muy alto, que ya me está mirando el trasero sin disimulo. Era Fernando Villegas. No me saludó, pero mirándome de pies a cabeza, me dijo: ‘¿Dónde está la otra del turno? ¿Esa, la tetona?’ Le respondí que el turno me tocaba a mí y que por favor se sentara para maquillarlo, porque me tenía muy incómoda por la forma en que me miraba el trasero. ‘Uy, me saliste chúcara’, respondió-.

Hasta ese momento, no conocía a Villegas ni había tratado con él. Esos primeros segundos, sin embargo, bastaron para que se sintiera “hastiada hasta por su forma de hablar, y por su mirada tan libidinosa que llegaba a incomodar, sin siquiera decir una palabra”.

-Quería terminar muy rápido de maquillarlo. Me dijo que parecía geisha por mis ojos rasgados, y preguntó si acaso yo sabía a lo que se dedicaban las geishas. Al final terminé y al pararse me quedó mirando, y me dijo: ‘Mmm, tenís buen culo, ah’, y se fue. En la semana pensaba que venía el turno del domingo y era terrible, porque tenía que estar sola con Fernando Villegas. En los restantes programas siempre lo escuché referirse a mujeres por el poto o las tetas. Fue horrible. Era como un hombre obsesionado con eso-, apunta Piri.

Finalmente estuvo un mes a cargo de ese turno, hasta que se lo destinaron a otra compañera. No obstante, Piri no estaba dispuesta a que las demás maquilladoras pasaran por lo mismo, y afirma que expresó su malestar ante Jaime de Aguirre y Pablo Morales, productores del canal en ese tiempo.

-Junto a otras maquilladoras, se les dijo personalmente que nos incomodaba que Fernando se refiriera a compañeras de la forma en que lo hacía, o que hablara de cosas sexuales mientras lo maquillábamos. Ellos le bajaron el perfil a la situación, lo interpretaron como que Villegas era un hombre fresco no más-, afirma Piri.

Jaime de Aguirre dijo a The Clinic que no recordaba la reunión, pero que sí tiene en la memoria haber tenido que llamarle la atención. “Se le pidió que tratara a sus compañeras de trabajo con más respeto”, dijo.

Fernando Paulsen, en tanto, afirma que el comentario que le hizo a la maquilladora era algo habitual en él y que no se refería a alguien en particular. “Es cierto que Fernando hacía comentarios subidos de tono, pero siempre me pareció que era inofensivo, que ladraba, pero no mordía”.

Dos maquilladoras antiguas del programa, Julia Peñaloza y Tita Contreras, dijeron a The Clinic, por separado, que nunca presenciaron conductas impropias del conductor.

Otros participantes del programa, a condición de anonimato, relatan que el comportamiento de Villegas era obsesivo e incómodo incluso para los hombres. “Sin conocerte, lo primero que te preguntaba es: ‘¿Cómo culea la tal?’, alguien con quien él sabía que tenías una relación”, cuenta una fuente.

Matías del Río, otro de los panelistas históricos de Tolerancia Cero, afirma que “Fernando hacía comentarios subidos de tono ante hombres y mujeres, pero nunca presencié algo que cruzara límites”.

Una periodista que sufrió directamente la lascivia de Villegas afirma que “lo primero que hacía era mirarte desde lejos de arriba a abajo, como si te estuviera sacando la ropa. En dos ocasiones, me crucé con él en el pasillo y me sacó la lengua como si me la estuviera pasando por alguna parte. Y otra vez, se me acercó y me dijo al oído una cochinada tan grande que me dejó helada. Esa vez lo mandé a la mierda. Le dije: ¡Déjate de huevearme, conchetumadre!”

La periodista dice que el conductor nunca la tocó, pero no fue necesario para hacerla sentir vulnerable. “Yo soy una mujer aguerrida. Todos los trabajos que tengo me los he ganado con mucho esfuerzo y, por supuesto, que no iba a dejar que dijeran de mí que yo arrugaba por los cabros chicos, por la regla, por quejosa, todos esos estereotipos con los que una tiene que vivir. Y claro, tampoco iba a presentar una denuncia por acoso para quedar de conflictiva y problemática. Pero eso no significa que su comportamiento me dejara indiferente. Un lugar de trabajo debe ser un lugar seguro y Villegas me hizo perder ese sentido de seguridad que tenía hasta entonces. Una vez me acompañó mi pareja a una reunión a la que tuve que asistir y en la que estaría Villegas. Me dijo: ‘Voy a estar aquí afuera. Cualquier cosa que te haga este huevón me avisas y yo entro a sacarle la chucha’. Así de vulnerable me sentía”.

Fuentes que trabajaban en ese tiempo en el programa, relatan que la lascivia de Villegas se extendía también a algunas invitadas, a las que abrazaba “de modo libidinoso y obsceno” y les decía cosas como: “¿Por qué no nos vamos a un motel en vez de estar en este programa latero?”. Víctimas de sus insinuaciones habrían sido Catalina Parot, Lily Pérez y Evelyn Matthei. Parot y Pérez declinaron hacer comentarios para este reportaje y la alcaldesa Matthei no respondió a nuestras consultas.

Las Vueltas de la Vida

Un caso emblemático de los problemas que provocó en los equipos de trabajo la conducta de Villegas, fue el programa “Las Vueltas de la Vida”, de Chilevisión. Un programa en que el conductor viajaba por Chile entrevistando a personajes con historias extraordinarias y que tuvo dos períodos: 1997-1998 y 2003-2004.

Un ex directivo del programa, a condición de anonimato, reveló que “fueron denuncias de maltrato laboral en su contra, por parte de dos productoras, las que determinaron que la estación dejara de hacer el programa”.

El directivo no recordaba que las denuncias incluyeran acusaciones de acoso sexual, pero una de las productoras afectadas reveló, a condición de anonimato, que en ese programa Villegas tuvo todas las conductas que cualquier protocolo de abuso hoy prohibiría.

Marisol Inzulza Productora General del programa hasta el 2002 afirma desde Estados Unidos, donde vive actualmente que “Villegas jamás presentó una conducta inapropiada con algún integrante del equipo de profesionales con los que trabajamos”.

Sin embargo, una de las productoras que formuló una de las denuncias que llevó a terminar con el programa, afirma, a condición de anonimato, que “era insoportable trabajar con él. Un maltratador, mal educado, que le decía groserías al equipo y a los entrevistados. Un desubicado total”, relata.

La productora agrega que “nos daba abrazos asquerosos, mientras nos decía palabras de connotación sexual. Nunca una clara propuesta, pero claramente pasado en un cien por ciento de la raya”.

La productora señala que los periodistas del equipo se turnaban para llamarlo y citarlo a trabajar, “para dosificar el mal rato. Su típica respuesta cuando lo llamábamos era: ‘¡Qué querí!’”.

También había turnos para viajar y quienes organizaban las salidas se preocupaban de que “quedara solo en un hotel, para evitar problemas”.

Uno de los periodistas que lo conoció en este programa asegura que sus conductas siempre fueron “pasadas de la raya. Pero, con los criterios de hoy, serían consideradas abuso”.

En las radios en que ha tenido programas, como Duna, la conducta de Villegas es leyenda. Dos destacadas profesionales que habrían sido afectadas por su comportamiento prefirieron no referirse a ello. Una tercera, Nancy Castillo, con quien ha trabajado en varios medios, afirma que siempre ha tenido con él una relación de respeto y generosidad profesional.

Villegas fue contactado a través de una productora, pero declinó otorgar una entrevista para este reportaje.

Universo Villegas

En 1997, Fernando Villegas lanzó su “Diccionario Histérico de Chile” (Qué Pasa), un libro de más de 200 páginas que reúne las acepciones que el escritor le brinda a palabras y personas como Patricio Aylwyn o Andrés Allamand.

Previo a su lanzamiento, Villegas declaró que inevitablemente más de alguno se molestaría con su contenido, pero no advirtió que, 21 años después, sus definiciones podrían considerarse un mapa de su forma de pensar:

SIDA: Enfermedad que no debiera existir en Chile. 2.- Castigo de Dios para los maricones. 3.- Enfermedad que aqueja a todos los personajes conocidos a los que se ve bajar de peso. 4.- Enfermedad que no afecta a los propietarios ni a los amigos de los propietarios de Megavisión y Canal 13.

TIRAR: En teoría, tirar es hacer el amor sin amor. 2.- Aunque sólo se desee tirar, la primera vez que se solicite tal cosa a la dama anhelada se recomienda decir “Mi vida, vamos a hacer el amor”. Posteriormente, cuando ya hay confianza, puede decirse “¿vamos a acostarnos, mijita? A los amigos es permitido narrarles el asunto con un expeditivo “me estoy tirando a la fulanita…”.

COCO: Fruta tropical para hacer el refresco que consumen las secretarias que fueron en patota a un resort del Caribe. En la noche lo beben con ron y se les ponen los cachetes rojos, se ríen como locas y miran de soslayo a los camareros bronceados que desearían tirarase si no fuera porque la Toyita va a contarlo todo en la oficina.

EMBARAZO: Estado equivalente a estar esperando la familia cuando se trata de señoras casadas. 2.- Las niñas de bien y solteras se embarazan porque falló la T de cobre y se casan un poquito apuradas. 3.- A las rotecas las dejan guatonas por tontas y ociosas.

FEMENEIDAD: Virtud que se reprocha no tener a las mujeres demasiado inteligentes.

FEALDAD: La de algunas damas de la clase política hace considerar por segunda vez y seriamente si será tan buena la idea de ampliar los cupos femeninos en el ámbito del poder. Habría que abrir debate sobre esta materia.

GIMNASIA: 2.- En su versión “aeróbica” un batallón de señoras ociosas y ejecutivos estresados visten mallas ajustadas y se ponen a hacer piruetas frente a un espejo a las órdenes de un fleto sádico.

HOMOSEXUAL: Maricón en lenguaje políticamente correcto y progresista.

LAMER: 1.- Lamer helados no necesita explicación. 2.- ‘Lamer el culo’ de alguien era otrora metáfora para designar el servilismo más extremo. Depende, me parece, el culo. ¿Qué me dicen del de la Schiffer?

LESBIANA: La fulana que dijo “no” a todos los cabros de la oficina.

MARIMACHO: Toda mujer chilena que destaque por su inteligencia es automática e injustamente considerada un marimacho. 2.- Independientemente de eso, hay efectivamente un distinguido número de marimachos entre las mujeres inteligentes.

ALLENDE, ISABEL: ¡Qué mujer más deliciosa y talentosa! Las tiene todas. Su gran pecado es haber tenido éxito de ventas y de premios con sus libros; eso inmediatamente le ha ganado entre sus colegas cierta fama de escritora populachera y explotadora del realismo mágico & inc. No importa mijita, dele no más.

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