11 Abril, 2010
Cuentas en “De la felicidad…” que meas sentado. ¿Quién te enseñó?
Un tío, y como tengo debilidad por los argumentos buenos, me pareció irrefutable cuando me dijo cuál era el afán de estar parado meando todo el baño, mijito, si va a llegar la tía y va a tener que trapear toda la cochinada. Acaso usted no se sienta a hacer caca, me dijo. Y es más cómodo estar sentado que de pie apuntando a una huevá que está por allá abajo, sobre todo para mí que mido un metro noventa.
¿Y qué van a pensar las feministas, Fernando?
No sé, algo dirán, pero me importa un pico. Las feministas siempre andan buscando camorra.
¿Por qué a un tipo tan escéptico se le ocurrió escribir sobre la felicidad?
No sé, lo planteé a la editorial y les pareció divertido.
¿Qué se siente ser best seller en Chile?
Es re poca cosa. En Chile, donde muchos libros no venden ni 100 ejemplares, basta con vender 5 o 6 mil para ser best seller. Lo más que he vendido deben ser 13.000 ejemplares. Una cagá.
¿Has sentido el ninguneo de tus pares?
Los escritores de este país ni siquiera me consideran un par. Me deben ver como un opinólogo de la farándula que se cree escritor. Podría haber descubierto la teoría de la relatividad, o haber escrito el Quijote, pero como estoy en la tele, no existo.
¿Por qué vende más Villegas que Alexander Tolush, el seudónimo que usaste en “El discurso de la carne”?
Eso fue una tontera. Ese libro es el que más me ha gustado escribir, el mejor escrito. Yo quería ingenuamente que fuera evaluado por su valor intrínseco. Por eso me inventé ese nombre.
¿Temías que tus detractores confundieran el personaje con el escritor? Pamela Jiles dijo que era sospechosamente parecido a tí.
Me importa bien poco. Estoy aquí, haciendo mis huevás y allá ellos, que ladren. Unos dicen que soy ignorante, homofóbico y misógino. Alguien dijo una vez que seguramente había sido torturador. Un día van a decir que tengo huevones enterrados en el jardín.
¿Por qué hay gente que te tiene tanta mala?
Debe ser porque no estoy en la línea de pensamiento de lo que llaman el mundo progresista, un mundo de personas que siempre consideré intrínsecamente bobas. Marxistas que no habían leído a Marx. Si no eres un huevón que repite como loro lo que dice esa gente, te tratan de reaccionario, facho o conchesumadre.
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¿Cuál es tu filiación, entonces?
Soy independiente y tengo ideas que algunos podrán considerar de derecha y otros de izquierda, como cuando hablo contra los vicios de la propiedad privada, el egoísmo, la codicia. No me he sumado a trincheras de ninguna clase. Si quieren decirme derechista culiao, facho, es huevá de ellos. Nunca me terminan de sorprender las profundidades inmensas del océano de la estupidez humana.
En “De la felicidad…” hablas de la tentación revolucionaria que pringó a todo el mundo.
Detesto a los huevones que posaron de tal, que ni siquiera fueron consecuentes y apretaron raja como cucarachas al primer disparo.
Hace un tiempo decías en una columna que siempre miraste la historia desde el balcón. ¿Nunca te dieron ganas de bajar?
Siempre he estado en un balcón, cada vez más alto, porque estoy alejado del mundanal ruido. No es ninguna gracia, soy así y me alegro porque me he evitado muchos malos ratos. Cuando uno está en el primer piso con la turba que corre a cambiar el mundo te pueden pasar por encima.
¿Es la clásica disputa entre el hombre de acción y el hombre contemplativo?
No me importa que me motejen, qué me importa que los huevones en la mesa de un bar digan algo sobre mí, ni siquiera me voy a enterar, voy a estar leyendo a Tácito y se pueden ir a la chucha. Ahora si me lo vienen a decir a la cara y se ponen pesados les mando un combo en el hocico, como ya lo he hecho. Estoy disponible para quien quiera hacer la prueba, a ver si se la puede…
Pero es legítimo que te critiquen si estuviste en tu balcón mientras otros estuvieron donde las papas queman.
Qué me importa a mí, déjenme en mi balcón. Cualquier huevón que tenga mi edad y dos dedos de frente, te puede decir que eran charlatanes, poseros y, ahora, convertidos en sesentones, se hicieron parte del régimen de la Concertación, se enriquecieron, descubrieron las bellezas del mercado, y ahora están pintando historias maravillosas de su pasado.
CHARLATANES
En el libro sostienes que la felicidad está en la casa. ¿No crees que es una visión un tanto candorosa para los jóvenes que lo único que quieren es precisamente salir de sus hogares para pasarlo bien?
No sé qué es lo que buscan los jóvenes, pero si buscan la felicidad no la van a encontrar saliendo para todos lados, lo único que van a encontrar es el arrebato orgiástico, la tomatera, el hueveo y a veces la muerte. Viven siempre refunfuñando, con una sensación de que los han estafado, que los están cagando.
¿Y no es así en la educación superior, con jóvenes que han estudiado carreras que no pueden ejercer?
Seguramente es así, pero la pregunta es por qué un huevón termina estudiando una carrera rasca. Cuando hubo el movimiento de los pingüinos me di cuenta de una cosa muy simple: no se trata de cabros que agarraron muy poco y ahora quieren más. No, si ni siquiera habían aprovechado ese poco que les dieron, y estaban posando de combatientes.
¿No te pareció importante, al menos, que hayan puesto el tema del lucro en la educación?
Son puras huevás, si lo que finalmente interesa es lo que haces con lo que te están dando en la sala de clases.
¿Pero es legítimo sentir que lo que les entregan no es lo mejor?
Eso es mentira.
Pero el Simce demuestra…
Demuestra que los huevones no han asimilado ni siquiera las pocas cosas que les han enseñado.
Demuestra que en comunas pobres los cabros tienen puntajes más bajos porque la brecha económica marca la educación.
Lo que pasa es que esos huevones vienen de familias despelotadas sin ningún mecanismo básico disciplinario: llegan unos verdaderos semilumpen, ¿que puedes sacarle a esos huevones? En la época mía había otro ambiente, más dado al esfuerzo, donde te castigaban si no sacabas buenas notas. Formarse antes de entrar a clases te puede parecer una huevá, pero genera ciertas disciplinas mínimas con las cuales se construye para arriba.
¿No te parece un alegato de vieja quisquillosa, anclada en el pasado?
Es la imagen que tiene la gente joven cuando uno dice estas cosas.
En el libro hablas “Del estar cufifos”. ¿Tampoco te has pegado una curadera de antología?
Tengo mucha resistencia al alcohol, así que cufifo no, pero he estado cerca. Soy un bebedor fuerte, como dice Jorge Edwards. Nunca pierdo la conciencia: no voy acuchillar a nadie, tampoco me voy a poner a dar abrazos de maricones con un amigo.
¿Influye en algo que Piñera, además de Presidente, sea dueño del canal donde trabajas?
No influye ni va influir en nada. Piñera prácticamente no ha asomado la nariz en el canal. Mucha gente cree que él nos escribe las pautas, pero son comentarios mala leche. Hay gente que me dice que estamos vendidos. ¿Vendido a qué? Soy empleado de una empresa como todos los chilenos.
¿Qué piensas de los conflictos de interés tan en boga después del nombramiento del gabinete?
Los conflictos se tienen que evaluar a posteriori, si efectivamente usas el poder del Estado para favorecer un interés particular. No me parece muy importante que un ministro sea dueño de una empresa constructora si no hace actos que se alejen de lo correcto para favorecer a esa empresa. O al revés, tú puedes no ser propietario de ninguna huevá y, sin embargo, hacer lobby oscuramente detrás de tu aparente falta de propiedad, y recibir dinero y contratos. Si en esta huevá hay mucha hipocresía.
¿Te refieres a la Concertación?
Si estos huevones dicen que no tienen propiedades, que son de la clase media y estudiaron en una escuela fiscal, pero en la práctica estaban apoyando un interés privado. A veces hasta por dos chauchas. En la Concertación son tan buenos para hociconear que son los defensores del pueblo y en 20 años lo único que hicieron fue chuparle el pico a los empresarios. Serviles 100%.
¿Y Piñera?
Va a ser mucho más exigente con los empresarios que la Concertación, que fue más papista que el Papa.
¿Derechamente piensas que Piñera pueda atrincar a los grandes capitales?
No es muy difícil atrincarlos más que la Concertación.
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