lunes, 17 de abril de 2017

Fernando Villegas: “La Concertación le chupó el pico a los empresarios”


11 Abril, 2010

Cuentas en “De la felicidad…” que meas sentado. ¿Quién te enseñó?
Un tío, y como tengo debilidad por los argumentos buenos, me pareció irrefutable cuando me dijo cuál era el afán de estar parado meando todo el baño, mijito, si va a llegar la tía y va a tener que trapear toda la cochinada. Acaso usted no se sienta a hacer caca, me dijo. Y es más cómodo estar sentado que de pie apuntando a una huevá que está por allá abajo, sobre todo para mí que mido un metro noventa.

¿Y qué van a pensar las feministas, Fernando?
No sé, algo dirán, pero me importa un pico. Las feministas siempre andan buscando camorra.

¿Por qué a un tipo tan escéptico se le ocurrió escribir sobre la felicidad?
No sé, lo planteé a la editorial y les pareció divertido.

¿Qué se siente ser best seller en Chile?
Es re poca cosa. En Chile, donde muchos libros no venden ni 100 ejemplares, basta con vender 5 o 6 mil para ser best seller. Lo más que he vendido deben ser 13.000 ejemplares. Una cagá.

¿Has sentido el ninguneo de tus pares?
Los escritores de este país ni siquiera me consideran un par. Me deben ver como un opinólogo de la farándula que se cree escritor. Podría haber descubierto la teoría de la relatividad, o haber escrito el Quijote, pero como estoy en la tele, no existo.

¿Por qué vende más Villegas que Alexander Tolush, el seudónimo que usaste en “El discurso de la carne”?
Eso fue una tontera. Ese libro es el que más me ha gustado escribir, el mejor escrito. Yo quería ingenuamente que fuera evaluado por su valor intrínseco. Por eso me inventé ese nombre.

¿Temías que tus detractores confundieran el personaje con el escritor? Pamela Jiles dijo que era sospechosamente parecido a tí.
Me importa bien poco. Estoy aquí, haciendo mis huevás y allá ellos, que ladren. Unos dicen que soy ignorante, homofóbico y misógino. Alguien dijo una vez que seguramente había sido torturador. Un día van a decir que tengo huevones enterrados en el jardín.

¿Por qué hay gente que te tiene tanta mala?
Debe ser porque no estoy en la línea de pensamiento de lo que llaman el mundo progresista, un mundo de personas que siempre consideré intrínsecamente bobas. Marxistas que no habían leído a Marx. Si no eres un huevón que repite como loro lo que dice esa gente, te tratan de reaccionario, facho o conchesumadre.

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¿Cuál es tu filiación, entonces?
Soy independiente y tengo ideas que algunos podrán considerar de derecha y otros de izquierda, como cuando hablo contra los vicios de la propiedad privada, el egoísmo, la codicia. No me he sumado a trincheras de ninguna clase. Si quieren decirme derechista culiao, facho, es huevá de ellos. Nunca me terminan de sorprender las profundidades inmensas del océano de la estupidez humana.

En “De la felicidad…” hablas de la tentación revolucionaria que pringó a todo el mundo. 
Detesto a los huevones que posaron de tal, que ni siquiera fueron consecuentes y apretaron raja como cucarachas al primer disparo.

Hace un tiempo decías en una columna que siempre miraste la historia desde el balcón. ¿Nunca te dieron ganas de bajar? 
Siempre he estado en un balcón, cada vez más alto, porque estoy alejado del mundanal ruido. No es ninguna gracia, soy así y me alegro porque me he evitado muchos malos ratos. Cuando uno está en el primer piso con la turba que corre a cambiar el mundo te pueden pasar por encima.

¿Es la clásica disputa entre el hombre de acción y el hombre contemplativo?
No me importa que me motejen, qué me importa que los huevones en la mesa de un bar digan algo sobre mí, ni siquiera me voy a enterar, voy a estar leyendo a Tácito y se pueden ir a la chucha. Ahora si me lo vienen a decir a la cara y se ponen pesados les mando un combo en el hocico, como ya lo he hecho. Estoy disponible para quien quiera hacer la prueba, a ver si se la puede…

Pero es legítimo que te critiquen si estuviste en tu balcón mientras otros estuvieron donde las papas queman.
Qué me importa a mí, déjenme en mi balcón. Cualquier huevón que tenga mi edad y dos dedos de frente, te puede decir que eran charlatanes, poseros y, ahora, convertidos en sesentones, se hicieron parte del régimen de la Concertación, se enriquecieron, descubrieron las bellezas del mercado, y ahora están pintando historias maravillosas de su pasado.

CHARLATANES

En el libro sostienes que la felicidad está en la casa. ¿No crees que es una visión un tanto candorosa para los jóvenes que lo único que quieren es precisamente salir de sus hogares para pasarlo bien?
No sé qué es lo que buscan los jóvenes, pero si buscan la felicidad no la van a encontrar saliendo para todos lados, lo único que van a encontrar es el arrebato orgiástico, la tomatera, el hueveo y a veces la muerte. Viven siempre refunfuñando, con una sensación de que los han estafado, que los están cagando.

¿Y no es así en la educación superior, con jóvenes que han estudiado carreras que no pueden ejercer?
Seguramente es así, pero la pregunta es por qué un huevón termina estudiando una carrera rasca. Cuando hubo el movimiento de los pingüinos me di cuenta de una cosa muy simple: no se trata de cabros que agarraron muy poco y ahora quieren más. No, si ni siquiera habían aprovechado ese poco que les dieron, y estaban posando de combatientes.

¿No te pareció importante, al menos, que hayan puesto el tema del lucro en la educación?
Son puras huevás, si lo que finalmente interesa es lo que haces con lo que te están dando en la sala de clases.

¿Pero es legítimo sentir que lo que les entregan no es lo mejor?
Eso es mentira.

Pero el Simce demuestra…
Demuestra que los huevones no han asimilado ni siquiera las pocas cosas que les han enseñado.

Demuestra que en comunas pobres los cabros tienen puntajes más bajos porque la brecha económica marca la educación.
Lo que pasa es que esos huevones vienen de familias despelotadas sin ningún mecanismo básico disciplinario: llegan unos verdaderos semilumpen, ¿que puedes sacarle a esos huevones? En la época mía había otro ambiente, más dado al esfuerzo, donde te castigaban si no sacabas buenas notas. Formarse antes de entrar a clases te puede parecer una huevá, pero genera ciertas disciplinas mínimas con las cuales se construye para arriba.

¿No te parece un alegato de vieja quisquillosa, anclada en el pasado?
Es la imagen que tiene la gente joven cuando uno dice estas cosas.

En el libro hablas “Del estar cufifos”. ¿Tampoco te has pegado una curadera de antología?
Tengo mucha resistencia al alcohol, así que cufifo no, pero he estado cerca. Soy un bebedor fuerte, como dice Jorge Edwards. Nunca pierdo la conciencia: no voy acuchillar a nadie, tampoco me voy a poner a dar abrazos de maricones con un amigo.

¿Influye en algo que Piñera, además de Presidente, sea dueño del canal donde trabajas?
No influye ni va influir en nada. Piñera prácticamente no ha asomado la nariz en el canal. Mucha gente cree que él nos escribe las pautas, pero son comentarios mala leche. Hay gente que me dice que estamos vendidos. ¿Vendido a qué? Soy empleado de una empresa como todos los chilenos.

¿Qué piensas de los conflictos de interés tan en boga después del nombramiento del gabinete?
Los conflictos se tienen que evaluar a posteriori, si efectivamente usas el poder del Estado para favorecer un interés particular. No me parece muy importante que un ministro sea dueño de una empresa constructora si no hace actos que se alejen de lo correcto para favorecer a esa empresa. O al revés, tú puedes no ser propietario de ninguna huevá y, sin embargo, hacer lobby oscuramente detrás de tu aparente falta de propiedad, y recibir dinero y contratos. Si en esta huevá hay mucha hipocresía.

¿Te refieres a la Concertación?
Si estos huevones dicen que no tienen propiedades, que son de la clase media y estudiaron en una escuela fiscal, pero en la práctica estaban apoyando un interés privado. A veces hasta por dos chauchas. En la Concertación son tan buenos para hociconear que son los defensores del pueblo y en 20 años lo único que hicieron fue chuparle el pico a los empresarios. Serviles 100%.

¿Y Piñera?
Va a ser mucho más exigente con los empresarios que la Concertación, que fue más papista que el Papa.

¿Derechamente piensas que Piñera pueda atrincar a los grandes capitales?
No es muy difícil atrincarlos más que la Concertación.

martes, 11 de abril de 2017

Escandalizados y horrorizados

SAB 30 JUN 2018 |  04:23 PMPARLAMENTARIOS DE PARTIDOS DEL FRENTE AMPLIO EN EL FRONTIS DEL CONGRESO. FOTO: AGENCIAUNO
Brusco ha sido su despertar del sueño del Joven Maravilla que volando desde la cuna al Congreso ofrecería un no-sé-qué de flamante a la izquierda y al país.
Pasar súbitamente de la auto complacencia a la autoflagelación desalienta a cualquiera. Asaltan dudas agónicas acerca de quién se es verdaderamente, si acaso no se ha vivido hasta ese momento, el de la Caída, en medio de una impostura. Es lo que sufre el Frente Amplio luego del rechazo de la acusación constitucional que amparó con tanto brío. Brusco ha sido su despertar del sueño del Joven Maravilla que volando desde la cuna al Congreso ofrecería un no-sé-qué de flamante a la izquierda y al país. Quizás les sirva de consuelo considerar que esta experiencia no la viven en soledad; coexiste con el desencanto de esos ciudadanos mayores no muy avispados que se lo pasan avivando viejos rescoldos de esperanza por si algún día brota el fuego del entusiasmo. Ya alargaban las manos para calentárselas en la alegre fogata playera del FA. Quizás siempre supieron la verdad, pero es tan desagradable de recordar como la fecha de visita al dentista. Es esta: no es simplemente con el frescor y arrogancia de la juventud que la nación verá una fuerza política nueva, relevante y significativa.

Ahora hasta los más candorosos ven claramente que los debutantes del FA solo poseen lo que toda nueva generación posee, su única aunque repetitiva posesión, el rechazo visceral de las injusticias, horrores, tragedias y fealdades de la vida en la versión específica de la sociedad en la que viven.
Nacido de la condición humana, ese disgusto palpita también en el corazón hasta del ciudadano más viejo, pero es de joven cuando se experimenta con gran intensidad porque en esa etapa se habita en el limbo, sin la anestesia de la rutina laboral, las exigencias de la familia y la compensación -muy poca- y resignación propias de la vida adulta. Es de lamentar que ese eterno retorno del rechazo muy poco consigue de útil. El repudio por las asimetrías del mundo no basta; no bastó el rechazo de los chicos de la época triunfal del “Chino” Ríos, cuando las vías políticas estaban cerradas y expresaban su malestar con un “no estoy ni ahí”, pero tampoco basta la santa indignación de los de hoy, quienes tienen las vías despejadas pero carecen de mapa caminero y solo pueden decir, aunque no lo dicen porque desean seguir soñando, “no me gusta donde estoy, pero no sé de un ahí adonde ir”.

Legión

La dolencia es universal. La experimentan no solo los vistosos personajes recientemente aterrizados en el Congreso con una antena parabólica en la cabeza o el aire de la bella mujer mala de la película; les pasa a todos quienes deambulan en ese territorio nebuloso y desprovisto de señales. Son legión: cantantes pop en onda rev, animadores de matinales, columnistas, decanos, rectores, colegiales, activistas, justicieros de la tele, entrevistadores jóvenes del mismo medio, políticos novatos y aspiracionales y políticos al borde del patatús y del montepío, oportunistas de todas las oportunidades, combatientes de todas las causas y vitoreadoras de todos los combatientes. Todos comparten desde la A a la Z el diccionario de clichés en boga y los términos e idiotismos de curso forzoso y las posturas de rigor, todos vienen a salvar al mundo y/o apoyar a los salvadores y todos reprochan, juzgan y persiguen implacablemente a los herejes y los apóstatas, pero en especial todos comparten el estar por igual en un penoso estado de profunda inopia intelectual.

Son los “progresistas”…

La tribu tiene un nombre, “progresistas”. ¿En qué consiste serlo? En uno de sus cuentos Vladimir Nabokov describía como “un papel fácil” la figura del “clochard” (vagabundo, en jerga francesa), caricatura ambulante y oficial del desamparo. El clochard resulta ideal como “desposeído invitado” para el cancionero romanticón (“mi querido viejo”, etc.), producciones musicales de Broadway y pintores impresionistas con siglo y medio de retraso. A veces, en el último rollo, la chica buena y dulce descubre que en realidad el clochard era príncipe y millonario. El rol de progresista es también fácil, pero carece de definición y de happy end. Abarca demasiado. Literariamente va desde un bueno para nada como el Oblomov de Goncharov hasta un criminal y loser como el Raskolnikov de Dostoievski.

¿Quiénes son, qué son entonces? Nosotros, los antiguos al borde de la extinción, sabemos algo de eso porque los hemos visto en una encarnación tras otra; sabemos que son “jóvenes idealistas”, lo que sea signifique ese calificativo y en qué actos se traduce; sabemos que hay también ancianos deseosos de remojar el reseco bizcocho en que se convirtieron sus indistintas almas tras años de transacciones, banalidad existencial y negocios turbios; sabemos que unos y otros se suben al ómnibus del Progreso sin tener idea acerca del paradero final; finalmente sabemos que no se suben porque hayan estudiado lo que alguien propuso para acelerar la marcha de la humanidad hacia la consumación de los Tiempos, sino por ese poderoso impulso gregario que tan bien conjuga con el miedo a quedarse solo y con la grata aunque vaga sensación de que algo puede ganarse en el trayecto.

De ayer a hoy

La diferencia con los padres y abuelos de la actual generación, quienes adoptaron similares posturas en los años 60 y 50, es la siguiente: aquellos contaban con una doctrina, el socialismo, útil no solo para rechazar el presente sino también para dirigirse al futuro; la actual, la del FA, no tiene nada salvo el rechazo visceral y la vaga aspiración a un mundo mejor, sin otra guía que reliquias doctrinarias exorcizadas por algunos ideólogos viejones y al pedo que pretenden parecerse a los intelectuales franceses de los años 60. Por eso la postura de esta tribu ante las vicisitudes del mundo y de Chile termina materializándose solo en el mero gesto de horror ante lo que les parece injusto, reaccionario, sexista, misógino, homofóbico y abusivo. No van más lejos que el refaccionado obispo de Talca en su prédica del domingo.
Por eso vivimos tiempos donde la “nueva política” consiste en una anémica hilera de eventos suscitando escandalizados gestos y reproches furibundos. Y entonces se crucifica a Trump, se acusa al imperialismo, se denuncia la globalización, se rechazan los dichos de fulano y a las bolsas plásticas, al efecto invernadero, a Piñera, a los fachos y a la Santa Madre Iglesia. En eso termina todo, ahí culmina todo, en el rechazo, en la rabia, el puño, la marcha y la toma. Bienvenidos a la revolución de los perdidos, los confusos y los desesperados.

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