Autor de una veintena de libros ahora publica Chile, una historia casi secreta, donde perfila a una serie de personajes secundarios del país. Acá le responde a Jorge Baradit, quien señaló que su título era un “Plagio rasca”.
Una gran lupa sobre el mapa del territorio local ilustra su nuevo libro. A pesar de ser el número 22 de su producción, cree que en Chile aún no se le considera un escritor. “Hay que hacer lobby, ir a lanzamientos, ser amigo de los amigos y formar parte de una comunidad y yo no me meto con nadie”, dice Fernando Villegas (69), que a dos semanas de publicar su último título, Chile, una historia casi secreta, ya se encuentra entre los más vendidos del ranking.
El egresado de sociología, narrador, panelista histórico del programa Tolerancia Cero y columnista de La Tercera ahora presenta un volumen donde la historia nacional y sus personajes secundarios son los protagonistas. Lo hace después de editar una serie de obras vínculadas a la política como Tsunami y Gran diccionario del discurso políticamente correcto.
En Chile, una historia casi secreta hay breves perfiles de parlamentarios, líderes sociales, escritores. Algunos son Casimiro Marcó del Pont, José Miguel Infante, Guillermo Tupper, Claudio Gay, Orozimbo Barbosa, Max Jara, Teresa Wilms Montt, Marmaduke Grove y Jorge “Marqués” de Cuevas.
“Yo no pensaba escribir este libro con ese título. Yo quería hacer una historia secreta de Marcó del Pont. Pero después pensé que era demasiado estrecho y me puse a pensar en otros nombres y fueron apareciendo”, señala Villegas sentado en el living de su hogar, donde un nombre se repetirá: Jorge Baradit. El autor bestseller de la trilogía Historia secreta de Chile, quien al saber que el libro de Villegas se titulaba Chile, una historia casi secreta, dijo vía Twitter que era un “Plagio rasca”.
– ¿Quiso ironizar con el título?
– No pretendo ironizar con nadie. Ni siquiera he leído sus libros. Si un título tiene cinco palabras y trata un tema estándar, que es la historia de Chile, ¿cuántas posibilidades tienes? Yo no lo iba a titular ‘Historia de Chile’ a secas porque suena como un libro académico. ¿Pero su molestia fue porque puse “secreto”? Es una exageración, un descriterio.
– Dice que sus fuentes son recuerdos, páginas web, Wikipedia, ¿es para no tener conflicto con historiadores?
– Bueno, uno siempre tiene conflictos. Entiendo que Baradit, el primer día que salió mi libro, andaba diciendo que lo mío era un “plagio rasca”. Entonces todos los libros que tengan la palabra Historia y Chile son plagio. El comentario de él fue rasca y revela cierta mezquindad. Parece que se ha envanecido donde le ha ido muy bien. Yo pensaba que era más inteligente.
– Dice en el prólogo que su trabajo es “subjetivo y no profesional”…
– Yo no soy profesional en nada si nunca me he recibido de nada. No soy para investigar toda la vida y descubrir una cosa minúscula. Me demoré menos de un año en escribir este libro. Hago rápido estos libros porque no tienen pretensiones gigantes. No pretendo escribir la gran novela del mundo, yo escribo estas cosas porque me entretienen. Y mi parámetro fundamental es que la gente se divierta. Yo no quiero descubrir secretos ni hacer denuncias con el dedo.
– En el libro comenta que la idea de “secreto” le parece “ambigua, falsa, irreal”.
– En la práctica, hasta en los secretos más custodiados terminan por haber filtraciones. Por ejemplo, para mí es un hecho evidente que el tema UFO (OVNI) es real por lo que he visto y estudiado. En la historia humana las cosas más guardadas se saben. Si Baradit y otros están reescribiendo la historia con cosas que fueron secretos, no tengo ningún problema. Incluso yo traté de tener cuidado de que Baradit no sintiera que lo estaba ninguneando por ninguna parte. Pero es inútil hacer algo contra la mala leche.
– Se pregunta sobre la historia impartida hoy en los colegios: “¿Si estudiarán realmente historia de Chile o el curso se convirtió en alguna mazamorra conceptual llamada Ciencias Sociales?”.
– Me preocupa el tema. Sobre todo cuando uno ve alrededor cabritos que no saben ni hablar. Y me preocupa porque ellos van a reemplazarnos y uno se pregunta qué clase de país pueden hacer funcionar estos cabros tan ignorantes, dedicados al hedonismo, que no están acostumbrados a trabajar, y eso lo encuentro espantoso. No les interesa estudiar y tampoco hay rigurosidad. Yo me acuerdo que en mi tiempo el cura que hacía filosofía organizaba debates. Una vez tuve que representar a Kant y dos semanas antes me puse a leer la Crítica de la razón pura. A lo mejor entendí la mitad, pero reflexioné… Ahora anda a preguntarle a un cabro quién es Kant. Te va a decir: ¿En qué equipo juega?
– Salvador Allende le parece un “político y persona de primera categoría en todo”…
– Era un tipo que tenía calidad. Era valiente, inteligente, culto, había leído, tenía gusto. El proyecto de la UP era el añejo. Allende era otra cosa, alguien superior. Al lado de él, los otros parecen cucarachas.
– Habitualmente en sus columnas cita historias de la mitología griega para graficar asuntos de la realidad nacional. ¿Por qué?
– Es para entretener a la gente. Para darle una cosita extra. Una vez vi las columnas de Carlos Peña, que le mete harto latín, y dije bueno le voy a meter cualquier cosa entremedio. Ahora trato de que siempre haya humor. Tirar una frase en latín como una enciclopedia en la cabeza para aburrir, no me interesa. Hay que ponerse en el lugar de los tiempos, y en la actualidad la gente es de una ignorancia espantosa.
– ¿Es parte de un personaje mostrarse como un intelectual cascarrabias?
– ¡Nooo! Para nada. Tengo 69 años y eso, supongo, es ser viejo. Hace muchos años en el colegio descubrí que la mejor manera de que no te agredan, cuando tú sabes un poco más, es tirarte para abajo. Entonces me avejento. Tampoco me creo obsoleto.
– ¿Cómo se lleva con los jóvenes?
– Ni siquiera cuando joven me llevaba con ellos, imagínate, menos ahora. No tenemos nada en común. Soy de otro mundo. Nací en otra época, me eduqué de otra manera. Y los miro a huevo, porque de las generaciones que he visto, los más ignorantes son los de ahora. No me quiero hacer el simpático, y decir por que los niñitos saben mover los dedos en un teclado, como los monos en el organillo, entonces son verdaderos genios. ¡Nooo!
– ¿Y Ud. en qué cree?
– Yo no creo ni descreo. Esa función sicológica para mí es casi incomprensible. Yo estoy convencido o no de algo. Al final los grandes proyectos en la historia son grandes desastres. Lo más racional es manejarse en planes medianos o cortos. Las grandes narrativas es política de adolescente. Yo no soy pesimista. Ahora hay progreso. La historia nos muestra que no nos morimos a los 20 años por una carie mal cuidada.