GUATÓN, ¡TÓMATE UN ARMONYL!
por Historico - Domingo, 16 de Marzo de 2003
Fernando Villegas da que hablar. Aunque considere que es una “pelotudez” escribir sobre él, porque demuestra “la falta de tema de los periódicos”, es interesante elucubrar (en Magazine, claro está) sobre este personaje que transita entre la sociología y el periodismo, pero que en estricto rigor es columnista y rostro de televisión.
El pasado 19 de febrero reconoció en entrevista a Las Últimas Noticias que es homofóbico y que si lo molestan más de la cuenta “voy personalmente a sacarles la cresta”. A pesar de ello, días después cuando grupos de minorías sexuales fueron a hacer su primera “funa” (manifestación que en su versión original se hace a violadores de derechos humanos fuera de sus casas o lugares de trabajo) cambió sus declaraciones y dijo que “los juicios que vertí sobre la homosexualidad eran y son sobre la homosexualidad como práctica, conceptualmente hablando, no sobre los homosexuales como personas”.
Sobre el episodio, Rolando Jiménez dirigente de Movilh (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual) respondió a La Nación Domingo que a pesar de haber cerrado la polémica en torno a los dichos de Villegas, le recuerda que “utilizó la dignidad, los derechos humanos y el valor de las personas homosexuales para obtener ganancias espurias y tremendamente censurables”. En este sentido, Jiménez está seguro que lo hizo “para seguir siendo el niño terrible de los medios”. Pero no olvida que fueron “las declaraciones más violentas de los últimos 12 años, donde recoloca los estigmas sociales, lugares comunes y caricaturas contra los homosexuales”. Por último le aconseja a Villegas que “en vez de andar preocupado por la destrucción de Bizancio, como dice en el comercial de Tapsín, debería informarse sobre la actualidad nacional y dejar de abusar del poder que le dan los medios en los que está. Lo único que ha demostrado es su liviandad e irresponsabilidad teórica”.
Esta situación abrió nuevamente la eterna discusión sobre la libertad de expresión, sus límites y el derecho que tienen las minorías de cualquier tipo a existir sin impedimento legal o moral alguno. Jiménez asegura que “hubo decenas de llamadas y correos en apoyo a Villegas diciéndonos que juntáramos agua porque nos iban a quemar la casa”.
Este y otros episodios en la vida comunicacional de Villegas permiten hacerse una primera impresión de la trayectoria de este comunicador que como confesó: “nunca me interesó el periodismo y nunca me interesó comunicar ninguna huevá”.
EL LOCO VILLEGAS
Fernando Villegas Darrouy vive en Ñuñoa, es casado hace 24 años y tiene tres hijas. Estudió sociología en la Universidad de Chile sin llegar a titularse por ser “muy flojo, no sirvo para eso”. Rehuyendo de la investigación social pasó por varios oficios antes de dedicarse a la comunicación.
Fue recepcionista de hotel, peoneta de un camión que transportaba vidrios quebrados, profesor de lectura veloz, vendedor de máquinas de escribir, de autos, de tarjetas de crédito y fotógrafo en Las Últimas Noticias, hasta que reemplazó a un periodista y comenzaron a encargarle algunos temas.
En su época de estudiante en el Colegio San Agustín lo bautizaron “el loco sabio” por su afición a la lectura. Apodo que con el tiempo mutó a “el loco Villegas”.
Ya desde esos años, en que pasaba sus tardes adolescentes leyendo en su pieza del departamento de calle Bandera, su postura frente a la vida comenzaba a moldearse. “De chico tuve una actitud de desapego, de mirar las cosas desde fuera. Y eso te convierte en crítico, especialmente si después te pagan para eso y no para decir misa, como a mí”, reveló hace un tiempo.
Y como bien le pagaban, decidió hacer carrera comunicacional. En el ’94, junto a la periodista Carolina Rossetti y el cientista político Ricardo Israel, condujeron el programa “Domicilio conocido” en Chilevisión. Luego vendría la segunda patita con “Cambio de domicilio”, pero ahora sólo junto a Rossetti.
En el ’97 ideó una especie de programa-juego que se convirtió en “Dilema”, espacio que sólo duró cuatro capítulos. El mismo año estuvo por partida doble con “Alto riesgo”, programa que condujo con Edgardo Marín, Tatti Pena y Enrique Evans, en el marco de las elecciones parlamentarias, y en “Las vueltas de la vida”.
Además de contar con esta importante tribuna, en el ’98 llegó a la radio. Junto a Nicolás Vergara y Andrea Vial, en un principio, animó “Terapia chilensis”, un programa de media hora diaria en que, como su nombre lo dice, analizan al homo chilensis a partir de las noticias del día.
¿LIBRE, LIBRE, LIBRE?
Su faceta de escritor comenzó cuando lanzó su novela “Fiesta para corazones rotos”, una historia inspirada en las elecciones presidenciales del ’89. Pero de ella sólo recibió malos comentarios y desastrosas ventas. Cuatro años más tarde optó por la poesía en “Teología para incrédulos”, un largo poema que también pasó sin pena ni gloria.
A la par con su rol de rostro de televisión, Villegas comenzó sus colaboraciones para la empresa periodística Copesa.
En el ’97 Cristián Bofill, director de Qué Pasa y actual de La Tercera, le pidió a Villegas escribir un libro entretenido por temporada. Aceptó y partieron con “Los Siete Pescados Capitales”. Luego vendría el controvertido “Diccionario histérico de Chile”, una revisión a la sociedad chilena en orden alfabético, como fue promocionado. Definiciones como la de lesbiana: “mujer que no quiso acostarse con sus compañeros de oficina” o la de los incorruptibles: “gente sin trabajo, menores de siete años, ciudadanos muertos o ya enriquecidos” generaron inmediatas reacciones, especialmente de los mismos suscriptores de la revista. El autor, incluso, debió pedir disculpas a la comunidad judía que tanto estima, en desmedro de los palestinos que son “unos flojos”, como hizo notar en uno de sus programas.
Como columnista Villegas vivió en carne propia las consecuencias de los criterios editoriales. “Eran momentos en que Bofill las emprendía contra Clara Szczaranski en La Tercera y para mantener el perfil pluralista que le gusta aparentar, pedía a los periodistas reportajes que se fueran contra ella y a la vez columnas para equilibrar la cosa”, explica un periodista que trabajó en el medio y que conoció de cerca estas tácticas.
La fuente cuenta riéndose que el método de edición del director de La Tercera no es leer los textos de los periodistas sino ver las impresiones laser de las páginas terminadas, muchas veces a altas horas de la madrugada del sábado, para aprobar o rechazar lo que sale en el cuerpo de reportajes del domingo donde escribe Villegas. Una semana Bofill esperaba una columna distensora sobre Szczaranski, pero cuando la leyó pegó el grito en el cielo. ¿Dónde está este güeon? Llámenlo, despiértenlo, dijo. A la mañana ya estaba en la redacción una columna humorística firmada por Villegas sobre Cecilia Bolocco y de Clara, nada. Incluso, como pudimos constatar, hay coleccionistas de esas páginas censuradas. En el olvido quedan las declaraciones que alguna vez Villegas se despachó en el fragor del momento: “si algo de lo que digo no les gusta me voy, para eso tengo veinte pegas y tengo plata ahorrada. Me importa una mierda. Me siento absolutamente libre, libre, libre”.
FAUSTO
En el 2000 se embarcó en el programa de denuncia “Chile a medias”, que al año siguiente tuvo su segunda temporada. Sin duda uno de los espacios en que se le ha visto más a sus anchas, donde se dedicó a denunciar las precariedades de nuestro país.
A la par fue llamado a integrar el panel del mañanero “Tolerancia Cero”. Junto a su amigo y director de prensa de Chilevisión, Alejandro Guillier, han sido los rostros anclas de este espacio de conversación y análisis de la actualidad semanal. Un cercano al programa dominical ve a Villegas como una persona que “ha demostrado gran inteligencia y que es sumamente disciplinado respecto a sus convicciones”. Además de tener las cosas claras, en el canal lo ven “como un tipo muy encantador, especialmente para las mujeres”. En este punto, una compañera de labores de Radio Duna corrobora que es “enfermo de coqueto y piropero, aunque no lo parezca”.
Las opiniones también apuntan a que es “soberbio al punto que menosprecia a la gente, especialmente a los periodistas jóvenes que se acercan a conversarle. Se cree superior”. A su vez, otros trabajadores del canal aseguran que es anticomunista a ultranza a pesar de haber sido comunista en su época universitaria: “se dio vuelta, anda diciendo que hay que matarlos a todos, igual que cuando se refiere a los delincuentes”.
A fines del año pasado Villegas se enfrascó en una nueva disputa por sus dichos. En su columna de Qué Pasa criticó el “Documento de los 15” (realizado por un grupo de concertacionistas críticos) que expuso la Fundación Terram. Ahí comenzó el intercambio de palabras a través de los diarios con Marcel Claude, presidente de la institución. Al respecto, Claude asegura a LND que “me parece bien que tenga opinión porque a este país le hace falta eso, pero me incomodó que no fuera riguroso con sus comentarios, que se basaron más en intenciones que en el contenido del documento”. A partir del intercambio de opiniones, que finalizó cuando La Tercera no publicó la cuarta columna de Claude, el economista se armó una opinión bastante clara de Villegas: “es el fiel exponente del nihilismo derrotado de nuestra época, el portaestandarte de la desesperanza y de la mirada oscura que no ve posible transformar y cambiar el mundo. En definitiva, representa al espíritu de Fausto. Me parece peligrosa su mirada”.
Es precisamente esa negatividad la que caracteriza a este comunicador que ha sabido sacarle el máximo provecho a cada una de las tribunas con que cuenta, a partir de un manejo extremadamente cuidadoso y premeditado de sus opiniones. Porque, como dice Claude: “Si hubiera muchos gallos como Villegas, pasaría piola”.
AUTOR: Macarena Silva