domingo, 1 de marzo de 2020

La “Buena Noticia” de Piñera


By Fernando Villegas - Febrero 24, 20200

Entrevistado en un programa de televisión por el animador, comentarista, humorista, escritor y a veces payaso Jaime Bayley, el presidente de Chile probó ser aun mejor humorista o payaso que el peruano al describir o calificar lo que sucede en nuestro país como una “buena noticia”.

Demostraría, dijo Piñera, lo vital que es la democracia chilena, lo activa que es su ciudadanía. Si Bayly no pudo creer lo que oía y por lo cual comentó, más tarde, que nunca antes había sabido de un “mamerto” de tal calibre -¡nada menos que un presidente de la república!–, para los chilenos la afirmación de Piñera, si bien pintoresca y en extremo absurda, no produjo tal desconcierto y asombro pues no se aleja tanto de lo que ha sido su discurso y en verdad el de todo el gobierno desde el mismísimo 18 de octubre en adelante, descontando el momento, del cual luego indebidamente se arrepintió, cuando anunció que estaba, el país, bajo ataque de un enemigo implacable.

Ya sabemos qué vino después; el gobierno coparticipó en la creación del mito fundacional llamado  “estallido social” y a él se ha atenido hasta la fecha, pero de todos modos se esperaría algo siquiera un poco más inteligente brotando de sus labios; se esperaría que aun aceptando la ridícula tesis del estallido social espontáneo no hiciera coincidir lo que es la acción de grupos organizados en la tarea incesante de destruir el país con “la ciudadanía”. Se esperaría que no confundiera la destrucción vesánica hasta de un café literario y la quema de diez mil libros como un acto demostrativo de lo activa y vital que es la democracia chilena. Se esperaría que al menos separara dicha supuesta vitalidad del vandalismo y culpara de este último al narcotráfico, a los delincuentes y/o a los anarquistas; esta sería una tesis falsa pues aquellos no han hecho sino sumarse a lo originado por grupos organizados, pero al menos supondría siquiera reconocer que alguien está quemando y saqueando el país y por lo tanto, aunque no lo dijera, que ese “alguien” hace suya la ocasión de protagonizar todo eso por la casi total ausencia de fuerza pública. Si hubiera dicho eso habría mentido, pero al menos sería una mentira más digerible.

Hipótesis

Corren varias hipótesis acerca del porqué el presidente ha adoptado este curso de acción que parece, por momentos, casi  de plena colaboración con el proceso revolucionario o como mínimo insurreccional que experimenta la nación. Una de ellas, poco creíble  -pero quién sabe; hemos visto toda clase de maravillas y volteretas los últimos años– aduce que Piñera entregó el gobierno de facto no sólo a la izquierda sino a la ONU, que sigue sus directivas y que se le habría prometido un cargo -al estilo Bachelet– en dicha institución como premio o pago por sus servicios internacionalistas. Otra tesis es que el hombre siempre fue de izquierda o con inclinación a ese sector y/o que se ha inclinado hacia allá últimamente porque ahí está la onda. Hay quienes simplemente aducen que Piñera está dispuesto a aceptar cualquier estropicio porque, al contrario, no está dispuesto a tomar ninguna acción que permita, en el futuro, desde el progresismo, sindicarlo como Pinochet 2.0.

Esta última versión tiene visos de realidad. Es la espada de Damocles que pende sobre las cabezas de todos los miembros del gobierno; se horrorizan de sólo pensar que puedan ser acusados de pecar contra la nueva religión política-ideológica imperante, los DD.HH. Por este motivo aceptan la peregrina tesis de que las lesiones, heridas, etc que se pueda producir -de hecho necesariamente se producen– en un enfrentamiento físico son más que dichas lesiones; son ahora un atentado a un VALOR, son atropellos a un DOGMA, son un ataque a los DD.HH. Al aceptarse esa tesis automáticamente quedan deshabilitadas las capacidades de las fuerzas de orden. En efecto, no importa cuál sea el ataque sufran y/o sufran terceros por parte de “manifestantes pacíficos” o “ciudadanos dando muestras de la vitalidad de la democracia”, la policía no podrá actuar; de hacerlo alguien podría resultar lesionado y eso será cacareado en ela cto como “un atropello a los DD.HH” y se pedirá la cabeza de los autores, sus jefes, el gobierno, las autoridades políticas, etc. Ya lo vimos en el caso del Intende de la Región Metropolitana.

La Mala Noticia…

En Chile ya no hay buena noticias. El gobierno no gobierna, la policía es impotente, los medios de comunicación se entregaron casi en masa a la izquierda tanto como instituciones como su personal y las universidades dan a cada momento un patético espectáculo de rendición espiritual de parte de sus directivos y académicos, todos muertos de susto de que los nenes no les vayan a zapatear encima, quemarles sus oficinas, acusarlos de “acoso” o funarlos por fachos. Cada grupo, secta, organización y camarilla existente que tenga su propia idea o doctrina de cómo ha de ser el país y cómo han de conducirse sus ciudadanos y qué han de comer y cómo han de hablar y qué tienen que votar siente tener espacio ilimitado para predicar e imponer. No se había visto nunca antes, ni siquiera el 73, tal furiosa explosión no social sino de socios del extremismo, el fanatismo y el dogmatismo. Ya no se trata sólo de capitalismo Vs socialismo, sino se pretende “refundar” el país a imagen y semejanza de hordas normalmente carentes de raciocinio pero sobrados de hormonas, rabias, rencores y las ganas de evacuar todo eso a costa del prójimo.

¿Será todo eso lo que Piñera considera una muestra de vitalidad ciudadana? Si tal es el caso, esa es aun peor noticia que todo lo demás porque entraña que no hay en él NINGUNA reserva moral que lo lleve a hacer lo necesario si en marzo-abril los “revolucionarios” deciden volver a la calle a mostrar quien manda.

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